Quien esto escribe le tiene desde hace muchos años un cariño especial a la Hermandad de San Esteban. Tanto que incluso hace tiempo estuve a punto de hacerme hermano, aunque finalmente algunas personas de la propia hermandad hicieron que se me quitaran las ganas.
Pero el cariño queda. Por eso cuesta tanto tener que afirmar que no entiendo qué culto celebró la hermandad el pasado domingo. Después del absurdo que se vivió con el Señor de la Salud y Buen Viaje el primer viernes de marzo (ver), este domingo le tocó a la dolorosa.
Señores de San Esteban, ¿qué fue lo del domingo? La hermandad, como todavía los Panaderos o las Aguas, volvió a insistir en lo de "veneración". Lo volveré a explicar: en Sevilla las imágenes están todos los días del año expuestas en veneración. Todos. No están escondidas bajo unas sábanas en algún almacén. Por tanto, si no quieren poner a la imagen en besamanos como corresponde, y como dicen las reglas de la hermandad, simplemente no hagan nada. Déjenla en su retablo diario.
Porque ésa es otra. Para evidenciar que no se le podían besar las manos, no se les ocurrió otra que poner un cordón a modo de photocall de estreno cinematográfico o puerta de discoteca con zona VIP. Lo curioso es que ese cordón mantenía a los devotos más alejados de la imagen de lo que ésta se encuentra cuando está en su retablo de todos los días sin cordón alguno.
Pero, ¿por qué no estaba en besamanos? ¿Cuál es la razón? Ninguna. Bueno, ninguna lógica. Los besapiés y besamanos dejaron de hacerse por razones médicas en los inicios de la pandemia; una pandemia más que superada. Así que, en 2024... ¿cuál es la razón por la que este domingo no se podía besar la mano de la Virgen de los Desamparados? Ninguna.
O bien la razón es que la hermandad no quiere que se le besen las manos y sigue viendo en la pandemia la excusa perfecta. No le parecerá higiénico, no le apetecerá tener que restaurar las manos, no querrá que se estropeen, no se fiará de las intenciones con las que se acerquen algunos... Pero si imágenes de muchísima más devoción popular ya han recuperado sus besamanos o besapiés, ¿en base a qué en San Esteban aún no? Pues en base a absolutamente nada. Salvo a esa fobia a la cercanía de la gente que ya no se molestan en esconder.
Pero es que el summum del absurdo llega al analizar el montaje de este culto sin nombre, al ver un trono, cedido por la Hermandad del Baratillo (cofradía que, por cierto, ya recuperó sus besamanos), colocado sobre el último escalón del presbiterio. El trono es un elemento que viene a significar que la Virgen, que es Reina, baja para encontrarse con los fieles, con el pueblo. Pero pierde por completo su significado cuando no sólo se evita el besamanos, sino que la Virgen se sitúa a una distancia mayor, como ya decimos, a la que la separa de sus devotos cualquier otro día del año.
Así pues, el absurdo del culto sin nombre celebrado el domingo, de la distancia, del montaje y del sentido mismo de lo que estábamos viendo es manifiesto. Y esto... ¿hasta cuándo? Pues vaya usted a saber.
En cualquier caso, hay que comentar que para este culto sin nombre ni sentido la Virgen de los Desamparados fue situada en el presbiterio bajo con su manto de salida y la saya azul bordada en oro por José Guillermo Carrasquilla en 1963. Tenía también su corona procesional, un rosario en una mano, un pañuelo en la otra, un fajín hebraico y en el pecherín un puñal y una pequeña cruz. Además, estaba elevada sobre una peana mientras que delante, a un lado y a otro, había un total de cuatro blandones dorados con cirios blancos y dos jarras del paso de palio con diversas flores rosas que también veíamos en un gran centro a sus pies.
Al fondo, ante un cortinaje rojo que cubría el retablo mayor, había un dosel ante el que se situó el mencionado trono del Baratillo. Y en los laterales, dos mesas de madera dorada sobre las que había dos jarras más y diez pequeños candeleros.
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