La Semana Santa 2024 nos ha dejado momentos ciertamente surrealistas. Y no me refiero únicamente a los fantoches que en la calle Pureza tiraron pétalos y cantaron saetas a la nada para mayor gloria suya personal. Ya desde el mismo Domingo de Ramos se vieron cosas realmente inexplicables.
Tras unas vísperas radiantes, el día inaugural de la Semana Santa nos trajo la confirmación de las nefastas previsiones meteorológicas que se venían anunciando desde varias jornadas antes. Dijeron que iba a llover agua y barro. Y llovió agua y barro. Curiosamente, al mismo tiempo que la Hermandad de la Hiniesta se tomaba en serio la previsión y cancelaba su estación de penitencia, la Paz hacía exactamente lo contrario.
A nadie pudo sorprender que la cofradía del Porvenir, cuando efectivamente caía agua y barro, decidiera que el palio regresara a la Parroquia de San Sebastián y que el misterio del Señor de la Victoria se refugiara en la Catedral sin haber pasado por la carrera oficial. Nada nuevo. Nada inesperado.
Las siguientes decisiones partían de la Hermandad de Jesús Despojado, que salió a la calle para quedarse en la Catedral hasta la mañana del Martes Santo, como el misterio de la Paz, y de la Hermandad del Amor, cuya primera parte, la Borriquita, se puso en la calle haciendo también caso omiso a las previsiones. Porque los meteorólogos acertaron. Las tres hermandades mencionadas estaban en la calle y efectivamente caía agua y barro, como se pudo ver en las chaquetas oscuras de los padres de los nazarenos blancos de la Borriquita.
La cofradía, que iba a gran velocidad, estrenaba una leve modificación del itinerario. Así, al salir de Javier Lasso de la Vega, en lugar de tomar Trajano hacia el Duque siguió por Aponte y Jesús del Gran Poder para buscar la plaza de la Campana por el lado derecho del Duque y no por el izquierdo.
Como efectivamente llovía, muchos pensaban que el paso volvería al Salvador. La cruz de guía, de hecho, estuvo un rato parada en el final de Aponte, lo que todos imaginábamos que era señal inequívoca de que la junta de gobierno estaba pensándose lo de seguir adelante contra viento y marea (o contra agua y barro).
Pero finalmente el cortejo se puso en camino dispuesto a completar su recorrido. Iba a ser la primera en Campana y lo fue. Eso sí, el paso, comandado por José María Rojas Marcos y Rufino Madrigal, y adornado con variadas especies florales de color rosa, corría que se las pelaba. Así, sin hacer mucho caso a la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol, el paso de la Sagrada Entrada en Jerusalén salió a toda velocidad de Aponte, avanzó con rapidez por el pequeño tramo final (o primero, según se mire) de Jesús del Gran Poder, y no se paró hasta la plaza del Duque, hasta estar delante de la puerta de los almacenes que presiden la plaza (vamos, la puerta de El Corte Inglés) y cuyo horroroso edificio sustituyó a un señor palacio que sólo podemos disfrutar en fotos antiguas.
Tras esa parada, que fue todo lo breve que pudo ser mientras se hacía un relevo de costaleros, el paso se levantó y el Señor de la Sagrada Entrada hizo eso mismo, entrar, pero en la Campana, iniciando de esta forma su discurrir por la carrera oficial.
Deprisa, casi habría que decir que corriendo; pero completar, lo que se dice completar, la Borriquita completó su recorrido, siendo la única cofradía (o parte de cofradía) del Domingo de Ramos en hacerlo. Tan deprisa, que la entrada en el Salvador tuvo lugar aproximadamente una hora antes de lo previsto.
Así de rápido, de visto y no visto, fue la estación de penitencia de esta primera parte de la Hermandad del Amor. La segunda parte, la del Cristo del Amor y la Virgen del Socorro, ni siquiera llegó a salir a la calle, como tampoco la Hiniesta, como queda ya dicho, ni San Roque, ni la Amargura, ni la Estrella. De la Cena, que sí salió, hablaremos después.
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