La prueba más evidente de que la tarde y primeras horas de la noche del Lunes Santo se habían librado de la lluvia es que la Hermandad de Santa Marta salió a la calle. No es por querer mantener el tópico, pero es cierto que de unos años a esta parte la cofradía de la Parroquia de San Andrés se ha convertido en una de las que, ante el menor riesgo de lluvia, opta normalmente por quedarse en casa.
Que la hermandad se pusiera en la calle era, por tanto, una buena noticia para ella misma y para lo que quedaba de Lunes Santo. Y, por supuesto, para todos los cofrades que pudieron disfrutar de uno de los conjuntos escultóricos más conseguidos de toda la Semana Santa, pese a que fuera modificado en varias ocasiones, para disgusto de Luis Ortega Bru, al añadirse unas imágenes de Sebastián Santos (la Virgen de las Penas y Santa Marta) en su meritoria obra. Bru y Santos, Santos y Bru, combinación que también vimos el día anterior en el misterio de la Cena, contrastando la más que evidente diferencia estilística de ambos escultores.
La Hermandad de Santa Marta mantiene siempre un ritmo rápido en su caminar. Quizá demasiado, aunque eso es algo que probablemente agradezcan sus negros nazarenos de cíngulo blanco, que discurren con bastante celeridad. Así fueron pasando por la calle Orfila ante la Capilla de San Andrés, donde los hermanos de los Panaderos salieron a recibirla con su estandarte corporativo.
En cuanto la cruz de guía se acercó a la parroquia, comenzaron a sonar las campanas con su característico toque de difuntos. El Señor ha muerto y es conducido al sepulcro, por lo que las campanas del templo, igual que en el momento de la salida, se "visten" también de luto.
A las órdenes de los Villanueva, que deberían haberse hecho cargo igualmente el mismo día de los pasos de Santa Genoveva, el misterio del Cristo de la Caridad y la Virgen de las Penas fue ganando metros desde Cuna hacia Orfila hasta detenerse frente a la Hermandad de los Panaderos. Iris morado y, como siempre hay que destacar, una rosa roja bajo la mano del Cristo adornaban este paso en el que no se ve ni un solo bordado en los ropajes de ninguna de sus tallas.
Son José de Arimatea y Nicodemo portando el cuerpo del Señor, la Magdalena mostrando la mano a los que ven la escena desde el costero derecho, María Salomé al otro lado, y detrás María Cleofás con Santa Marta, y la Virgen con San Juan cerrando este completo misterio.
Después de unos instantes de parada y rezos ante la capilla que lleva el mismo nombre que la cercana parroquia, el único paso de la cofradía se levantó y reanudó su camino siguiendo el sonido fúnebre de las campanas. Y poniendo el punto final al cortejo, los penitentes con cruces, que en esta corporación se mantienen en el lugar donde tienen más sentido, tras el Señor.
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