El pasado Viernes Santo la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura realizó una estación de penitencia que presentó algunos estrenos de interés en su paso procesional; uno relacionado con la posición de la dolorosa, y el otro con una recuperación estética que viene a respetar el diseño original del propio paso.
Pero para no dejar nada sin mencionar, hay que indicar en primer lugar que han salido recién restaurados los faroles de acompañamiento de la cruz de guía, así como las varas de presidencia, todo ello a cargo del orfebre Emilio Méndez.
En cuanto al paso de la Soledad, este Viernes Santo hemos visto a la dolorosa a una mayor altura de lo habitual. En concreto, tras la reforma de su peana llevada a cabo por José Manuel Rodríguez Melo, se ha elevado su situación en el paso en diez centímetros; una modificación que ha buscado realzar la presencia de la imagen en unas andas procesionales que cuentan con unos candelabros de guardabrisa de gran altura.
Por otro lado, en los paños de orfebrería de los respiraderos había unas guirnaldas de flores talladas en madera, del mismo color que el paso. Se trata de unas piezas talladas por Manuel Guzmán Bejarano en 1955, siguiendo así el diseño de todo el conjunto, de Emilio García Armenta. Hace más de medio siglo fueron retiradas del paso y ahora, con buen criterio, han sido recuperadas tras la restauración realizada por José Luis Elena Pérez.
Tras hacer estación de penitencia en la Catedral, en cuyo camino de ida hubo un cambio de recorrido al buscar la calle Zaragoza hacia Plaza Nueva en lugar de Méndez Núñez, la Soledad de San Buenaventura regresaba a su templo por la plaza de Molviedro, donde se pudo escuchar la marcha "Soleá, dame la mano" por parte de la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor.
El paso, adornado con lirios morados en el monte y las jarras, además de rosas malvas en las esquinas, pasó luego por Doña Guiomar a los sones de "La Madrugá", saliendo luego de nuevo a Zaragoza con "Jesús de las Penas".
La Soledad llevaba de nuevo su manto de salida de José Antonio Grande de León, bordado en oro sobre terciopelo negro en 2021. El propio Grande de León ejerce de vestidor de la dolorosa, y es el responsable de la habitual expresividad de las manos de la imagen. En este caso, la izquierda, donde sujetaba un pañuelo y un rosario, la tenía pegada al pecho, casi como si se tocase el puñal, mientras que la derecha estaba extendida, mostrando en ella la corona de espinas y los tres clavos.
El repertorio musical, muy escogido, continuó con la composición "La muerte de Ase" en Zaragoza, y con "Virgen del Valle" en el giro a Carlos Cañal. Por supuesto, no podía faltar la marcha de Abel Moreno "Soledad franciscana", dedicada a la Soledad de San Buenaventura, que llegó con ella hasta la puerta del templo conventual.
A continuación, desde un balcón ubicado sobre el que fue el conocido, y ya desaparecido, Horno de San Buenaventura, Álex Ortiz le cantó una saeta a la Soledad. Tras ella, el capataz, José Manuel Rechi, hizo sonar el llamador, el paso se levantó y se fue acercando en silencio a la puerta para realizar la entrada. La Banda de Mairena puso el punto final a la estación de penitencia interpretando el Himno Nacional cuando quedaban ocho minutos para las once de la noche.
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