lunes, 5 de mayo de 2025

NOCHE DE JESÚS 2025 JEREZ: LA MARIPOSA VOLÓ HASTA EL CIELO


Entraba en Santo Domingo la Virgen de la Confortación (ver) y el Jueves Santo daba paso a la Noche de Jesús. De hecho, las dos primeras cofradías en salir en esta jornada de madrugada del Viernes Santo ya lo estaban haciendo.
Se trataba de una Noche de Jesús muy esperada. Habían pasado siete años de la última vez que estuvimos en ella, y en aquel momento la lluvia hizo que sólo la Hermandad del Nazareno se atreviera a salir, aunque alterando su horario y recortando su itinerario (ver). 
Pero nada iba a estropear la Noche de Jesús de 2025. Ni frío hacía. Una apacible noche y mañana de cofradías nos esperaba. Hasta se notó más gente en las calles que otros años. Esta frase haría temblar a muchos cofrades en otras ciudades. Aquí no. Al contrario. Porque en los últimos años ha habido ocasiones en que las cofradías de esta jornada han estado un poco solas, sobre todo en determinadas horas. Este año no. Y hay que celebrarlo porque qué pedazo de hermandades tiene la madrugada jerezana.
Empecemos por el principio: la Hermandad del Santo Crucifijo. Todo en esta cofradía merece ser contemplado. No es por repetir la idea tantas veces expresada, pero desde la cruz de guía, la que en tiempos fuera la propia cruz del titular de la hermandad, hasta la cola del manto del paso de palio, pasando por supuesto por el crucificado, por su paso y hasta por el mediatrix, insignia presidida por la Virgen de los Reyes, manifestando así los tiempos en que Jerez pertenecía a la Archidiócesis hispalense; todo merece ser admirado con detenimiento.
Desde la Parroquia de San Miguel, uno de los templos imprescindibles de la ciudad, la cofradía busca la calle Caballeros para desembocar en la plaza del Arenal. Este año ha habido cambio de itinerario. Huyendo de la calle Tornería (porque sí, hay hermandades que no pasan por ella o que, como ésta, si pasaban antes han dejado de hacerlo), la cofradía del Santo Crucifijo ha optado este año por recuperar su antiguo recorrido de ida por Corredera, plaza Esteve y Honda, dirigiéndose luego al barrio de San Pedro en su camino a la plaza Aladro.
El Santo Crucifijo de la Salud es uno de los crucificados de mayor mérito en Jerez. Realizado por José de Arce, sale sobre un paso de Francisco Ruiz, apodado Currito el Dorador. Este paso vino a sustituir al anterior, que es el que actualmente lleva el Cristo de la Viga cada Lunes Santo. Con el cambio de paso, la cofradía de San Miguel afrontó un más que evidente cambio de estilo.
El resultado fue un conjunto que cada Noche de Jesús admira a quienes lo contemplan. No está nada mal para abrir boca en esta larga noche que comenzaba en riguroso silencio. Un monte de claveles rojos adornaba este paso, que se paró ante la Iglesia de San Francisco, ante cuya puerta ya se encontraba la cruz de guía de la Hermandad de las Cinco Llagas, dispuesta a iniciar su estación de penitencia detrás de la del Santo Crucifijo.



















Y si una joya es el paso del crucificado, no lo es menos el paso de palio de María Santísima de la Encarnación, una de las primeras dolorosas de Antonio Castillo Lastrucci, que procesiona entre bordados de Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
Tras su participación, muy celebrada, en la Magna Mariana de octubre a los sones de la Banda de la Cruz Roja (ver), esta Noche de Jesús ha vuelto al silencio acostumbrado, siendo el golpe de las caídas con los varales la única melodía de la Virgen de la Encarnación.
Al igual que el Santo Crucifijo de la Salud, también la dolorosa se paró ante la cruz de guía de las Cinco Llagas antes de continuar su camino a las órdenes de su capataz, Martín Gómez. La candelería, completamente encendida, iluminaba los bordados sobre terciopelo rojo que caracterizan a este grandísimo paso de palio, adornado a base de claveles blancos.





















Los nazarenos cambian el negro del Santo Crucifijo por el blanco de las Cinco Llagas. La cofradía franciscana se ponía en camino inmediatamente detrás de la de San Miguel. Después de varios años siendo la tercera de la jornada, este año ha vuelto a su tradicional segunda posición en carrera oficial, intercambiándose de nuevo su lugar con la Hermandad del Nazareno.
No tardó en salir el paso de Nuestro Padre Jesús de la Vía Crucis, probablemente la mejor imagen de su autor, Ramón Chaveli. También en silencio camina este nazareno con la cruz al hombro que pisa un monte de lirios morados. La característica alfombra de césped parece haber quedado atrás, como también ese curioso sistema que permitía subir y abatir la parte más alta de la cruz en la salida y en la recogida sin tener que subirse nadie al paso. Un sistema curioso, sí, incluso práctico, pero que le daba a la cruz un extraño y antiestético movimiento durante todo el recorrido. Rectificar es de sabios.
Con un andar pausado, el Señor de la Vía Crucis recorrió la plaza Esteve y se dirigió a la calle Santa María, donde estuvo parado varios minutos, antes de continuar hacia Honda y la Rotonda de los Casinos.


























Detrás, cerrando la cofradía, la gran ausencia de la Magna Mariana del pasado mes de octubre: María Santísima de la Esperanza, dolorosa de autor anónimo del siglo XIX, felizmente restaurada en 2019 por Cristina Espejo y Pepa Segura. 
Procesiona entre bordados de Carrasquilla (palio rojo y manto verde) y orfebrería de Manuel Seco, que da lugar a un conjunto de muchísimo gusto y de gran calidad. Su caminar, también silente, permite escuchar los inconfundibles sonidos al caminar de un paso de palio como éste, que presentaba recién restaurados los candelabros de cola.
Hay, en cualquier caso, quien defiende que a este paso le iría muy bien el acompañamiento de una banda de música interpretando marchas solemnes y clásicas. Y para clásico, el exorno floral, compuesto también por claveles blancos.



























Nos desplazamos hasta la Alameda Cristina porque a las cuatro menos cuarto de la madrugada iniciaba su estación de penitencia la Hermandad del Nazareno, de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el que da nombre en Jerez a la Noche de Jesús. 
Y con esta jerezanísima cofradía llegaba la música a la carrera oficial. Delante de la cruz de guía se estrenaba este año la Banda de Cornetas y Tambores Jesús del Gran Poder, de Coria del Río, que comenzó interpretando "XXX aniversario", un popurrí de marchas como "A ésta es", "Sentimiento gitano" o "Azotes". Luego, al dirigirse hacia la plaza del Mamelón, sonó 'Silencio blanco".
La Hermandad del Nazareno tiene muchas particularidades que la hacen especial. Es jerezanía pura. Una cofradía por la que parece no haber pasado el tiempo ni haberse contagiado de modos y costumbres ajenas. Un auténtico viaje en el tiempo.
En el momento de la salida del paso del Nazareno desde la Capilla de San Juan de Letrán, sonó el Himno de España a cargo de la Banda de Música San José Artesano, de San Fernando, que es la que acompaña al paso de palio, dado que el Nazareno va en silencio durante el recorrido. Un silencio roto por el sonido de las horquillas golpeando los adoquines, ya que este paso, como los otros dos que tiene la cofradía, son cargados a la manera tradicional jerezana: a hombros y con horquillas.
Tirando de Jesús va Marquillo, quizá la figura secundaria más popular de la Semana Santa jerezana. Se trata de un sayón cuyo nombre parece ser una versión cariñosa de Malco. Cariñosa, sí, porque con su sonrisa burlona, su vestimenta al modo de los Tercios de Flandes y el hecho de que la cuerda no esté tirante, como si en realidad no quisiera hacer daño al Señor, hace que, por decirlo de alguna manera, caiga bien. Los sevillanos, por cierto, tuvieron ocasión de conocerlo el año pasado en una de las exposiciones programadas con motivo del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular (ver).





















Los cargadores del mañana de Jesús y de la Virgen son quienes llevan sobre sus hombros el segundo paso de la cofradía, el de San Juan Evangelista. O más bien habría que decir Juanillo, como se conoce en la hermandad. Va sobre una paso de reducido tamaño que, como el de Jesús, ha sido restaurado recientemente.
Juanillo tiene también su propio himno al salir y al entrar; en este caso, la Marcha de Infantes es la que suena para recibirlo en las calles siguiendo al Nazareno. Porta siempre una artística palma rizada en su mano izquierda y su paso ha estado este año adornado con un exorno floral muy parecido al de Jesús, sólo que cambiando el color morado de las flores de mayor tamaño por el rojo.










Y completa la cofradía Nuestra Madre y Señora del Traspaso en un paso de palio único, porque es eso, el único que queda en Jerez que es cargado a la antigua usanza. Y ni policías ni guardias civiles (algunos de los cuales, todo sea dicho, creen que las cofradías salen gracias a ellos); escoltando a la Virgen del Traspaso van los pintorescos guardas de campo con sus antiguas vestimentas. Una nota que distingue, otra más, a esta cofradía de entre cualquier otra.
La actual dolorosa, atribuida a Ángel Mercé y tallada a finales del siglo XIX, sustituyó a la que hoy es la Virgen de los Dolores de la Hermandad de las Tres Caídas. Es una imagen que, sin una sola lágrima en su rostro, transmite un inmenso dolor. Los bordados del palio, ampliados en los años ochenta, son del taller de Miguel del Olmo, mientras que la orfebrería de este paso sin faldones es de Villarreal.
Tras tocarle fugazmente a Jesús y a Juanillo, la Banda de Música San José Artesano ocupó su lugar tras el paso de palio de la Virgen del Traspaso, tocando el Himno y posteriormente las marchas "Reina, Madre y Capitana", "Virgen de San Gil" y "Virgen de la Palma", ésta ya al alcanzar la plaza del Mamelón. En cuanto al generoso exorno floral, se componía de rosas blancas que destacaban entre otras especies de menor tamaño.



















Tras la Hermandad del Nazareno, vuelve el negro y vuelve el silencio. Por la otra punta de la plaza del Mamelón aparecía la Hermandad de la Buena Muerte, que había salido de la Parroquia de Santiago a partir de las tres y media de la madrugada y que por Ancha, Ponce y Guadalete buscaba el inicio de la carrera oficial.
La Buena Muerte, con su austeridad, es el contrapunto a la exuberancia del Prendimiento, cofradía con la que comparte sede canónica. En el primer paso vemos al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y de nuevo hay que mencionar a Antonio Castillo Lastrucci, que talló en 1957 este crucificado que no lleva ni corona de espinas ni potencias.
Se alzaba sobre un monte de claveles rojos, mientras que su paso, inspirado en el de los Estudiantes de Sevilla, se ilumina únicamente con cuatro hachones con cera color tiniebla. Un paso que, en silencio, con las órdenes precisas de su capataz, José Manuel Pérez, y muy poco a poco, dejó atrás Guadalete para tomar la plaza del Mamelón en dirección a la calle Eguiluz y a la plaza Aladro.

























Y más atrás, la segunda dolorosa de Castillo Lastrucci de la noche, María Santísima del Dulce Nombre, la que, dicen, fue regalada a la Hermandad del Gran Poder de Sevilla, que al no darle culto alguno acabó por devolvérsela a su autor.
La Virgen del Dulce Nombre está en pleno proceso de renovación de su paso de palio. De hecho, ésta ha sido la primera Semana Santa en la que hemos visto concluida la crestería de orfebrería, aunque su estreno en la calle se produjo en la Magna Mariana (ver). En aquella procesión irrepetible llevó acompañamiento musical con la Sociedad Filarmónica de Pilas, para volver en la Noche de Jesús, como la Encarnación del Santo Crucifijo, a su habitual silencio.
Para adornar el paso de palio se recurrió a unas orquídeas blancas, mientras que destacaba en el pecherín de la dolorosa, como única joya aparte del puñal, una cruz de Santiago de gran tamaño en alusión a su sede canónica.




























La noche iba arrastrando ya un cierto retraso en carrera oficial cuando en la calle Santa Rosa se encontraba parada la cruz de guía de la Hermandad de la Yedra. Más atrás, con los nazarenos bastante pegados entre sí, el paso de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia y Humildad esperaba en la plaza de San Andrés el momento de poder avanzar.
El Señor que tallara Carmelo Vicent lucía su túnica bordada del taller de Santa Bárbara sobre un paso de Antonio Martín adornado con variadas especies florales de tonalidad malva, como rosas, orquídeas o calas. Y detrás, después de que la lluvia lo impidiera en 2024, este año se ha producido el esperado reencuentro del Señor de la Sentencia y Humildad con la que fuera su formación musical, la Agrupación de la Sentencia, que en la plaza de San Andrés tocó "Jesús del Soberano Poder".
Imponente paso el de la cofradía de la Yedra, con un conjunto de figuras secundarias de José Antonio Navarro Arteaga, de cuyo estreno se han cumplido ya veinte años. Un conjunto del que forma parte un personaje que curiosamente no suele aparecer en los pasos, Barrabás, que se sitúa algo más atrás junto al Señor.


























En la calle Antona de Dios, donde unas pequeñas monaguillas aprovechaban para encender los cirios apagados de los nazarenos, se encontraba parado el paso de palio de Nuestra Señora de la Esperanza de la Yedra, adornado con rosas y orquídeas blancas. A las órdenes de Tomás Sampalo, el paso avanzaba lo poco que el retraso en carrera oficial iba permitiendo.
A esta hora ya se había producido el relevo entre las dos bandas de música que acompañan a la Esperanza en la Noche de Jesús. La Banda Fernando Guerrero, de Los Palacios y Villafranca, había ido tras ella desde la salida hasta la calle Arcos, donde había sido sustituida por la Banda de Música Santa Ana, de Dos Hermanas.
Por tanto, era esta última la formación que iba ya por Antona de Dios, donde, en una breve chicotá para evitar que se enfriasen los costaleros, interpretó "Macarena", de Abel Moreno. Poco después, la Esperanza salió a la plaza de San Andrés a los sones de "Tú eres el orgullo de nuestro pueblo", y posteriormente buscó la calle Santa Rosa con "Madre Hiniesta".
No la veíamos, ni nos habían hablado de ella todavía, pero en el paso de palio de la Esperanza de la Yedra iba escondida una mariposa, como más adelante explicaremos...



































Desde 2019 el cierre de la Noche de Jesús en la carrera oficial lo pone la Hermandad de la Misión Redentora, una de las cofradías incorporadas más recientemente a la nómina de la Semana Santa. Hay que subrayar la valentía de una hermandad tan joven a la hora de escoger jornada procesional. Y hay también que agradecérselo por contribuir así a realzar una jornada que ha pasado años de una cierta decadencia en las horas nocturnas, ya se podría decir que felizmente superada.
El que es de momento el único paso de la cofradía, que representa el encuentro de Jesús con su madre camino del Calvario, ha contado con un importante estreno que no se pudo ver en la calle el año pasado por la lluvia. Fernando Murciano, autor de todas las imágenes, ha realizado las tallas de San Juan y la Magdalena, que aparecen abrazados tras la dura escena de la efímera unión de Nuestro Padre Jeús de la Misión Redentora con Nuestra Madre y Señora del Encuentro. Al igual que Marquillo, también estas nuevas imágenes estuvieron expuestas en Sevilla a finales del año pasado (ver). Para 2026 queda pendiente el estreno de un centurión a caballo.
La Banda de Cornetas y Tambores de la Redención, de Benalmádena, era la encargada de poner sus sones tras este paso de misterio, exornado, como el de la Sentencia y Humildad, por una variedad de flores de tonalidad morada.
Con Manuel Monge al frente del llamador, el paso del Cristo de la Misión, cuya proceso de talla va avanzando por parte de David Medina, dejó atrás el Mamelón y tomó Eguiluz a tambor, para después seguir hacia Aladro y al inicio de la carrera oficial con la marcha "Maestro".























La última hermandad de la jornada se adentraba en la carrera oficial cuando la primera, el Santo Crucifijo, se encontraba ya muy cerca de recogerse en la Parroquia de San Miguel, cumplida su estación de penitencia.
Tras dejar atrás la Alameda Vieja, el paso del crucificado de José de Arce caminaba por la calle Conde de Bayona hacia la plaza de San Agustín. Apenas dos calles le quedaban para su recogida a una cofradía a la que no le suelen dar ni siquiera los primeros rayos del sol del Viernes Santo. Los sonidos del llamador y del racheo de los costaleros eran los únicos que se escuchaban en esta vuelta a casa del Santo Crucifijo de la Salud.
















Detrás, junto a las murallas del Alcázar, seguía a su hijo María Santísima de la Encarnación, que sin prisa pero sin pausa se acercaba a San Miguel para cerrar una brillante estación de penitencia en la que todo acompañaba: el ambiente, el recogimiento, la temperatura... La Encarnación se marchaba y nos dejaba la contemplación de su impresionante manto como la última imagen que guardar en el recuerdo.

















No lejos de allí, regresaba a la Iglesia de San Francisco la Hermandad de las Cinco Llagas, que después de toda una noche unidas, se había separado de la del Santo Crucifijo en Manuel María González, cuando la de San Miguel sube a la Alameda Vieja y la de San Francisco va hacia el Arenal por plaza Monti.
Aún era noche cerrada cuando el Señor de la Vía Crucis, al que seguían numerosos devotos, volvía a su templo por el primer tramo de Corredera hasta girar a la plaza Esteve. Una parada ante la puerta permitió a un hermano subir para retirar la parte más alta de la cruz, y enseguida el paso se perdió en el interior de la iglesia franciscana.



















Franciscano es el templo y franciscana es la Cruz de San Damián que la Virgen de la Esperanza llevaba en su pecherín. Siguiendo también al Señor, la dolorosa, en su extraordinario palio rojo y verde, alcanzaba la plaza Esteve cuando el cielo cambiaba el negro por el añil, anticipando la amanecida de un nuevo Viernes Santo. 
A las siete y veinticinco de la mañana, la Esperanza de San Francisco se reunía con el Señor de la Vía Crucis y finalizaba así la estación de penitencia de la Hermandad de las Cinco Llagas.

































La recogida de la Hermandad de las Cinco Llagas coincidió con el discurrir de la Misión Redentora por el final de la calle Larga, Lancería y Consistorio. Cuando la cofradía de Picadueñas dejó libre esta última calle, pudo empezar a recorrerla en sentido contrario la Hermandad del Nazareno, ya de vuelta a San Juan de Letrán.
Con la luz del día resultaba más evidente la restauración del paso de Jesús, con un dorado refulgente. Y también se apreciaba mejor el contraste entre dicho dorado y las tonalidades moradas de las flores que había en el monte.
En el camino de vuelta del Nazareno no puede faltar su discurrir mañanero de nuevo por la calle Larga, en la que no suele faltar alguna saeta a ese Cristo, obra anónima del siglo XVI que concita la devoción de un sinfín de jerezanos, muchos de los cuales lo siguen a lo largo de todo el itinerario.



















Muy cerca de Jesús, el pequeño paso de San Juan llevado por sus jóvenes cargadores. Lo mismo que decíamos del paso del Señor y su restauración vale para el de Juanillo y para sus altos candelabros de guardabrisas. En pequeñas chicotás, este segundo paso de la cofradía fue siguiendo al de Jesús, ampliándose la distancia con el paso de palio.











Un gran corte se produjo en el cortejo a partir del paso de San Juan. Y es que la Virgen del Traspaso estaba aún en la calle Conde Cañete del Pinar, donde se le cantó una saeta, cuando los otros dos se encontraban ya entre Larga y Lancería.
Tras la saeta, el palio aceleró para salir a la plaza de la Yerba, donde se detuvo. Y más adelante, alcanzó la calle Consistorio, en la que se pudo escuchar la marcha "Virgen de los Estudiantes" a cargo de la Banda de Música San José Artesano.



















Volvemos a la Hermandad de la Misión Redentora, que en ese momento salía de la Catedral tras realizar su estación de penitencia. Frente a la puerta que da a la plaza de la Encarnación, mirando hacia ella, estaba el paso de palio de la Esperanza de la Yedra. Como en los tiempos en que tras la Yedra iba la Buena Muerte y se producía un encuentro entre la dolorosa de la Plazuela y el crucificado de Santiago.
De la misma manera que entonces, la Esperanza aguardó la salida del misterio de la Misión. Nada más salir, éste se detuvo, de forma por unos instantes ambos pasos estuvieron parados frente a frente. Después, ambos se levantaron y el palio de la Yedra afrontó la subida de la calle De la Rosa a los sones de "Como tú ninguna", y el misterio del Señor de la Misión y la Virgen del Encuentro se encaminó hacia el Reducto, primero en silencio, luego a tambor y finalmente con la marcha "Virgen de la Paloma", interpretada por la Banda de la Redención de Benalmádena.


























Y otra hermandad que iba de vuelta era la Buena Muerte, que caminaba bajo la bóveda forestal de la calle Porvera. Lento el andar de esta corporación, a la que esperaba una sucesión de saetas por la calle Ancha y la plaza de Santiago.
La luz de la mañana permitió observar unos detalles que prácticamente pasan desapercibidos en la oscuridad de la noche, como son los relieves de las cartelas situadas en el centro de cada uno de los costeros del canasto. En uno se reproduce el misterio del Descendimiento, de la Hermandad de la Soledad, y en el otro el del Prendimiento.
Detrás del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, algunos nazarenos con cirios y penitentes con cruces, que daban paso al cortejo del paso de palio de la Virgen del Dulce Nombre.

























Detrás, la luz del día también es la mejor aliada para reparar en cada detalle del palio de la dolorosa del Dulce Nombre, con su orfebrería de clara inspiración gótica. Las recientes novedades de las caídas y la crestería ya hacen intuir el que será un buen paso de palio para esta Virgen que Castillo Lastrucci talló en 1964.






















Y para finalizar una Noche de Jesús tan esperada y disfrutada, había que estar en la calle Sol junto a la Hermandad de la Yedra. Volvía la hermandad a su ermita arropadísima de cofrades, vecinos, devotos... Entre marchas y saetas van avanzando chicotá a chicotá cada uno de los pasos de la cofradía en este tramo final del itinerario.
La Agrupación Musical de la Sentencia echó el resto acompañando al paso de misterio, con marchas como "De Nazaret a Sevilla" o "Y contigo hasta el cielo". Seguidamente hubo una chicotá a tambor, tras la que el paso se detuvo para que se le cantara una saeta. Finalizada ésta, sonó "Orando en Monte-Sión", siempre con el paso, comandado por Miguel Ángel Jaén, andando con maestría al son de las distintas composiciones.
En la siguiente parada se sucedieron dos saetas al Señor de la Sentencia y Humildad; una de ellas desde un balcón y la otra a pie de calle ante el paso. Luego, el misterio se levantó y continuó acercándose hasta la Plazuela a los sones de "A la niña de mis ojos".


































La Esperanza es Plazuela, y Empedrada, y barrio de San Miguel... y calle Sol. Por ella avanzaba en auténtico triunfo la que fue Virgen de los Dolores en el desaparecido Convento de Belén y acabó siendo la Esperanza de la Yedra.
No faltan saetas, palmas y marchas una detrás de otra junto a ella en la mañana del Viernes Santo. Y dedicatorias de levantá, como la que hubo a Javier Benito, que ejerció de rey mago en una cabalgata. Así lo recordó Tomás Sampalo al dirigirse a la cuadrilla. Tras la levantá, la Banda Santa Ana de Dos Hermanas comenzó a interpretar la marcha "Nanas del Baratillo", aunque hubo que interrumpir la partitura cuando el paso de palio se detuvo para que se le cantara una saeta.
Y como la calle Sol con la Esperanza es así, la siguiente chicotá, a los sones de "Esperanza de Triana Coronada", dio paso a otra saeta, y también la siguiente, que se inició con "Madre, tu Dulce Nombre". El palio se paró ante un balcón donde un hombre iba a interpretar una saeta más, dedicando su canto a Pablo, el hijo de Tomás Sampalo fallecido repentinamente en 2023. 
Finalizada la saeta, la Esperanza continuó su camino, de nuevo con "Madre, tu Dulce Nombre", y posteriormente se produjo un relevo bajo las trabajaderas y una nueva chicotá, ahora con la marcha "Al cielo con ella".






















La Esperanza de la Yedra estaba ya muy cerca de su ermita, pero antes de llegar a la Plazuela se iba a vivir un momento de gran emoción. La Banda de Música Santa Ana empezó a interpretar "Siempre la Esperanza" a la altura de la casa hermandad. Tomás Sampalo mandó entonces la derecha 'alante' y la izquierda atrás. Arriba, en la azotea, los niños de la hermandad, los monaguillos, los nazarenos más pequeños que habían formado parte del cortejo en la cofradía.
Desde abajo, el capataz se dirigió a ellos: "Estamos muy orgullosos de ustedes, de vuestro esfuerzo y de vuestro testimonio; gracias, gracias por vestiros con nuestra hermandad y por acompañar a la Esperanza", y empezó el rezo de un Ave María que los niños continuaron a pleno pulmón. La marcha llegaba al trío y Tomás siguió hablándoles: "Ahora os voy a pedir un favor; ha salido esta mañana en esta cera rizada una mariposa; la mariposa era mi hijo, la mariposa ya no está, ha volado al cielo", y les pidió el favor de rezar otro Ave María por Pablo.
La partitura llegó a su punto culminante y Tomás volvió a hablarle a los más pequeños: "¡Flores para la Virgen!", gritó. Y los pétalos empezaron a caer sobre el paso de palio; pétalos que revoloteaban como mariposas que bajaran del cielo para reencontrarse con la Esperanza. Las lágrimas de muchos de los presentes brotaron de inmediato. No era para menos. Los niños, los pétalos, la música, la Esperanza, la emoción de un padre, el amor incondicional e inmortal por un hijo. Y, por encima de todo, la fe, que de eso se trata al fin y al cabo.




A continuación, la Esperanza llegó a la Plazuela con los sones de "Reina de Triana". Allí estaba, ante la puerta principal de la ermita, el paso del Señor de la Sentencia y Humildad, que espera siempre a que entre primero el palio porque las dimensiones del pequeño templo no permiten otra cosa. Pero el palio no giró para pasar por delante del misterio, sino que Tomás Sampalo ordenó seguir de frente para rodear el monumento a La Paquera de Jerez y bordear al completo la Plazuela.
Cuando se paró, la Esperanza recibió una saeta desde un balcón a cargo de Eva del Cristo. Y luego, cuando se levantó, el palio giró para que la dolorosa mirase a su hijo. Sonaba entonces la marcha "Triana" y tras ella el paso volvió a pararse, ya al lado prácticamente de la ermita en el inicio de la calle Empedrada. Al llamar el capataz, quiso dedicar la levantá a "los capirotes verdes", al cuerpo de nazarenos de la hermandad, de la que dijo que por primera vez ha superado la cifra de quinientos. Exactamente, han sido 522, algo que "es mérito de los que estuvieron, de los que están y de los que estarán".
Seguidamente, con "Pasan los campanilleros" alcanzó el paso de palio la puerta de entrada a la ermita hasta detenerse ante ella mirando hacia el exterior. Tomás Sampalo tomó de nuevo la palabra para la última dedicatoria de levantá, en este caso la más importante, porque quiso que la levantá fuera por el Señor de la Sentencia y Humildad, "por el Rey de Reyes". El paso se levantó con fuerza y la banda interpretó el final de "Encarnación Coronada", cantando todos los presentes el Ave María. La Esperanza se asomó un par de veces desde el interior de la ermita hasta que sonó el Himno de España y se quedó definitivamente dentro.









Mientras el palio se colocaba en la ermita mirando hacia la puerta de la Plazuela, sonó entonces el llamador del paso de misterio. De nuevo le tocaba al Señor, que iba a despedir esta Noche de Jesús, ya en realidad mediodía de Viernes Santo. La Agrupación de la Sentencia, que estaba junto a la puerta en Empedrada, tocó "El sueño de una madrugá" mientras el Señor de la Sentencia y Humildad se plantaba junto a la puerta de la ermita.
El director musical de la agrupación, Jesús Jiménez Piñero, se acercó al paso, ya que, en el año de la vuelta de la formación tras el Señor de la Sentencia y Humildad, se le dedicó una levantá. Después, los músicos tocaron "Oh, pecador" mientras el paso giraba para entrar. Por último, sonaron el Himno y el final de "Alma de Dios", quedándose el paso del Señor detenido en la ermita cuando faltaba sólo un minuto para las doce.











Y así, con la emoción a flor de piel, terminaba una jornada tan esperada, tan soñada. ¿Madrugá dice usted? Qué va. La Noche de Jesús es lo que acababa aquí, dejándonos llenos de Esperanza. Y de Encarnación, y de Traspaso, y de Dulce Nombre, y de Encuentro. De Jesús.
La mariposa voló hasta el cielo, y seguro que le habló a muchos de los que están ahí arriba de lo que los que estábamos abajo habíamos sentido. Porque la Semana Santa, cuando realmente nos llega, nos mueve y nos conmueve, es cuando nos conecta, estén aún o no con nosotros, con quienes nos transmitieron este modo de sentir. Y eso cuando mejor se manifiesta, y mira que han pasado años, es en una Noche de Jesús tan perfecta como la que escribió su punto final junto a una vieja ermita a la que el sol siempre mira de frente en cada amanecer.

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