Pero eso fue al final de la procesión. Antes de eso, los sevillanos se encontraron con una mañana de agosto que más parecía de octubre, tanto por las temperaturas más bajas de lo habitual, como por las nubes que tardaron en dejar que la cara de la Virgen fuera iluminada por el sol.
Ante una abarrotadísima plaza Virgen de los Reyes, los niños carrancános salieron por la Puerta de los Palos a las ocho menos veinticinco de la mañana. Ellos encabezarían el cortejo hasta que en la esquina de Alemanes con Hernando Colón se incorporase la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, que interpretó marchas como "Virgen de los Reyes", "Rosa mística", "Corpus Christi" o "Esperanza Macarena".
A continuación comenzó el tramo de algo más de doscientos miembros de la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando, a los que siguieron unos cien hermanos de la Sacramental del Sagrario con su estandarte.
Los miembros del recién renovado (o no) Consejo General de Hermandades y Cofradías, y los integrantes del Cabildo Catedral también figuran antes del paso de la Virgen de los Reyes, que salió a la plaza que lleva su nombre a las ocho en punto de la mañana. Hubo quienes echaron en falta en ese momento que los rayos del sol iluminaran el rostro de la Virgen como lo hacen en la mañana del Domingo de Resurrección con los titulares de la hermandad de Santa Marina. Pero ha quedado ya dicho que la mañana a esa hora era más de nubes que de claros.
La Virgen de los Reyes vestía el manto de tisú color salmón bordado por las Hermanas de la Cruz, mientras que el exorno floral se compuso, como siempre, de nardos y claveles blancos. E inmutable fue también el silencio de todos los presentes como nota dominante en la salida del paso.
Tras revirar a la izquierda, el paso se encaminó hacia Placentines, seguido por el arzobispo, Juan José Asenjo; el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra; y el deán de la Catedral, Francisco Ortiz. La representación municipal, con el alcalde, Juan Ignacio Zoido, a la cabeza, y la provincial también formaban parte del cortejo, que cerró la Compañía de Honores del Ejército.
En la esquina de Placentines con Alemanes tuvo lugar la primera de las 'posas' o giros sobre sí misma de la Virgen de los Reyes que repetiría después en dos ocasiones en la Avenida de la Constitución al tiempo que sonaban el repique de campanas de la Giralda y los motetes de la Escolanía Virgen de los Reyes.
Completada la vuelta al entorno de la Catedral, el paso de la Virgen de los Reyes volvió a su plaza algunos minutos después de las nueve y veinte de la mañana. Mucha gente la esperaba allí, y especialmente en el pasillo abierto entre la Puerta de los Palos y el monumento a Juan Pablo II, al que iba a dirigirse en un momento histórico y muy probablemente irrepetible, aunque el alcalde haya sugerido que se haga todos los años.
Sin embargo, llamó la atención que el paso no se detuvo de forma que la Virgen quedara cara a cara con Juan Pablo II, sino que tras realizar el giro completo se paró mirando de nuevo hacia la Catedral. De nuevo la Giralda acompañó con sus repiques en este instante.
Con el paso ya ante la Puerta de los Palos, las autoridades civiles a un lado, las eclesiásticas al otro y la Policía Local de gala enfrente, se procedió al tradicional desfile de la Compañía de Honores del Ejército ante la Virgen de los Reyes. Acto seguido, el paso comenzó su lento discurrir hasta el interior de la Catedral, donde entró a las diez menos cuarto.
Se dio así por finalizada la procesión de la Patrona de la Archidiócesis, que este año ha visto alterada su inmutabilidad, aunque por una razón totalmente justificable, como ha sido el reencuentro de la Virgen con el Papa que tan vinculado estuvo con Sevilla.
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