Una sencilla cruz de madera abría el cortejo, seguida de varios niños con cirios, el estandarte y cuerpo de ciriales.
La salida se produjo a las cinco de la tarde desde el templo de la calle Socorro, desde la que el cortejo rodeó la Parroquia de San Marcos para visitar el Convento de Santa Isabel. Posteriormente, se encaminó hacia San Pedro. Seguidamente, visitó los conventos de Santa Ángela de la Cruz y el Espíritu Santo. A continuación, pasó por Feria y la Plaza de Monte-Sión buscando Castellar y San Marcos y, desde allí, regresó al Convento del Socorro.
Aún no es mucha la gente que acude a ver esta procesión, desconocida todavía para muchos, pese a la calidad estética y artística tanto del crucificado como de su paso, ambos de menores dimensiones a lo que es habitual.
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