Ni una sola nube en el cielo. Ni siquiera de esas nubes
blancas que decoran el paisaje y, lo mejor de todo, ocultan de vez en cuando el
sol en días de mucho calor, consiguiendo así dar un fugaz respiro a quienes,
como en este caso, esperan la salida de una cofradía.
En este Sábado de Pasión, la espera ante la salida tenía
lugar en el Parque Alcosa, ante la puerta de la Iglesia de la Beata Ana María
de Javouhey y San José de Cluny. La Hermandad del Divino Perdón iba a ponerse
en camino a partir de las cuatro y media de la tarde y pocos vecinos aguantaban
bajo el sol de la calle Escritor Alfonso Grosso, cobijándose la mayoría bajo los
árboles más apartados de la iglesia, principalmente en la calle Emilia Barral.
La Banda de Cornetas y Tambores Varón de Dolores era la
encargada de abrir el cortejo delante de la cruz de guía. En cuanto ésta asomó
por la puerta, los jóvenes músicos del Sol iniciaron su camino, seguidos por
los nazarenos de túnica morada y capa y capirote negros.
Es un cortejo breve el de esta corporación que hace años
cambió el Viernes de Dolores por el Sábado de Pasión. Por ello, no tardó en
aparecer el paso de Nuestro Padre Jesús del Divino Perdón, con Diego Oliva como
capataz general de la cofradía. Claveles rojos exornaban el paso, en esta
ocasión sin lirios morados en el friso ni en las jarras o las esquinas, como en
años anteriores.
Tras la salida con el Himno Nacional, la Agrupación Musical
de la Estrella de Dos Hermanas, que es una pena que no acompañe en Sevilla a
más cofradías, comenzó un auténtico recital encadenando cuatro marchas
procesionales mientras el Señor del Divino Perdón, sin detenerse, giraba a su
izquierda ante la puerta, avanzaba unos cuantos metros, giraba después a la
derecha y se internaba en Emilia Barral. Un buen comienzo de estación de
penitencia del paso que preside este Nazareno de Navarro Arteaga que, en esta
ocasión, ha salido a las calles con potencias.
Poco después, con los sones de la agrupación musical
escuchándose a lo lejos, se acercaba hasta la puerta del templo el paso de
palio de la Purísima Concepción, que presentaba varios estrenos: la primera
tanda de la candelería y el acompañamiento musical a cargo de la Banda de la
Soledad de Cantillana en sustitución de la Sociedad Filarmónica de Pilas, que
es la que ha acompañado a la dolorosa desde su primera salida en 2013.
Tras el Himno Nacional en el momento de la salida, la banda
de Cantillana interpretó la marcha “María Inmaculada” sin que desde el propio
templo se lanzaran pétalos como en años anteriores. Esta primera composición
musical se enlazó con “Encarnación Coronada” y con una doble interpretación de
“Rosario de Monte-Sión”, quedando después el palio detenido, como antes el
Señor, en la calle Emilia Barral.
En esta primera parada, unos hermanos comentaban que el
crucifijo del rosario que llevaba la Virgen de la Purísima Concepción en su
mano izquierda, junto a una rosa de pasión, se le había quedado enganchado por
detrás, y esperaban que en la siguiente levantá se colocara en su sitio, cosa
que no ocurrió, por lo que más adelante tuvieron que subirse al paso para
colocarlo bien. Esta levantá, por cierto, fue dedicada por el capataz a Jesús,
hermano de Ismael, uno de los costaleros que en ese momento estaban bajo las
trabajaderas.
El Sábado de Pasión es el día más importante para la
barriada de Torreblanca, cuya hermandad es la más antigua de las cofradías de
vísperas. El Cardenal Amigo vio en esta corporación una gran oportunidad para
esta zona de la ciudad y no se equivocó.
Que Torreblanca es su hermandad y la hermandad es
Torreblanca se demuestra en la gran cantidad de nazarenos que acompañan en esta
jornada al Señor Cautivo ante Pilatos y a la Virgen de los Dolores, un largo
cortejo encabezado por la Agrupación Musical Santa María de la Esperanza,
formación surgida del incansable trabajo del Proyecto Fraternitas, compromiso
del Consejo de Cofradías con el Polígono Sur.
Al igual que en Alcosa, también en Torreblanca vimos
claveles rojos adornando el paso del Señor, que vestía túnica morada lisa. Se
trata de un gran paso de misterio, de grandes dimensiones y que anda muy bien a
los sones de la Agrupación Musical Virgen de los Reyes, que interpretó en los
primeros metros de la calle Torres Pacheco la marcha “La tierra prometida”.
Con el paso avanzando poderoso por esta vía principal del
barrio, en su camino a la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, se
advirtió al capataz de que debía parar a la altura del bar Los Pulpos. Dicho y
hecho. La parada pedida no era para que se cantara una saeta, ni para hacer una
ofrenda floral, sino para dedicar en este punto de la calle la levantá a
Isabel, “una muchacha que está ingresada y lo está pasando mal; que el Señor
que está ahí arriba y que todo lo puede la cuide”. Y más adelante, otra
dedicatoria: “Por Manolín Mercado, el mejor costalero de Sevilla”.
Un buen número de nazarenos detrás, venía por la calle Pino
la Virgen de los Dolores a los sones de “Virgen de la Paz”, a cargo de la Banda
de Música de las Nieves de Olivares. El paso, en pleno proceso de reforma, ha
estrenado este año los candelabros de cola y la peana, de Orfebrería Andaluza.
Además, como el año pasado, ha sacado unos respiraderos provisionales de
madera, a la espera de la ejecución de los nuevos.
Y, por supuesto, no pasó desapercibida la presencia en el
pecherín de la dolorosa, bajo el alfiler con su advocación, de la Medalla de la
Ciudad, otorgada por el Ayuntamiento en 2016 a la hermandad, en reconocimiento a su
intensa labor en la donación de sangre. De hecho, en uno de los cirios de la
candelería se podía leer “Donar sangre es dar vida”.
Rosas blancas en las jarras delanteras y sobre los
respiraderos en los costeros, y claveles blancos en las jarras laterales fueron
el exorno floral de este paso de palio, que se levantó por la memoria de Julián
Lara, “que está en su Santa Gloria”, antes de adentrarse en Torres Pacheco con
la marcha “Valle de Sevilla”. Y también ante la Virgen de los Dolores hubo un
recuerdo para Isabel, ingresada en el hospital. “A ver si
la Virgen le da un achuchón de salud y la saca adelante”, dijo el capataz. Posteriormente, la dolorosa de Torreblanca siguió su camino con la marcha “Pasa la
Virgen Macarena”.
La Hermandad de la Milagrosa se ha convertido,
desgraciadamente, en la más incómoda de ver y disfrutar del Sábado de Pasión.
Uno recuerda los primeros años de salida del paso de misterio de Nuestro Padre
Jesús de la Esperanza en el Puente Cedrón con una cantidad de público
razonable. Lo de ahora, sin embargo, es una auténtica masa que sigue al
misterio ansioso por ver los movimientos coreográficos del paso acompañado por
la Agrupación Musical de la Redención. Eso hace muy difícil la contemplación de
esta hermandad, motivado además por el hecho de que mucha gente se queda en
Ciudad Jardín por ser una zona más cercana que Alcosa, Torreblanca o Palmete.
En el lado bueno, sin duda lo más destacable es que estamos
ante uno de los grupos escultóricos más conseguidos de los últimos años o
incluso décadas; una obra de Navarro Arteaga que transmite a la perfección la
brutalidad de la escena, con Jesús conducido con violencia por los guardias
judíos ante las necias autoridades religiosas del momento, con un soldado
romano detrás, incapaz de controlar a su caballo en el tumulto y un perro
ladrándole a un guardia. Esta figura, por cierto, sufrió un pequeño incendio de
una parte de sus ropajes que fue rápidamente apagado con un extintor. No llegó
ni siquiera a susto lo ocurrido gracias a la rapidez con que se actuó.
Por la calle San Juan de Dios, cumplida la visita al
hospital del mismo nombre, el Señor de la Esperanza, que ha vestido este año
una túnica de color salmón, avanzaba entre movimientos coreografiados y
aplausos de muchos entusiastas de esta forma de mover un paso.
Y ese público que persigue a los misterios que andan de una
determinada manera, permitió una contemplación mucho más tranquila del paso de
palio de la Virgen del Rosario, como sucede con otras hermandades de la Semana
Santa. Es la parte positiva de ese fervor por el corneterío y las coreografías:
los palios se disfrutan más.
La Virgen del Rosario ha llevado este año la toca de
sobremanto de la Virgen del Rocío, de la Hermandad del Beso de Judas, además de
varios rosarios, uno de ellos prendido de la cotilla que llevaba combinada con
la saya confeccionada en 2012 a partir de una casulla del padre Antonio Pérez
Delgado, fundador de la actual hermandad.
Con la marcha “Encarnación Coronada”, interpretada por la
Banda de Música de la Cruz Roja, salía del recinto del Hospital de San Juan de
Dios esta dolorosa de Francisco Buiza que, seguidamente, continuó en dirección
al templo de las Salesianas de Nervión con la composición “Sevilla cofradiera”.
Muchas prisas parecía tener la Hermandad de Padre Pío en
su camino de regreso, tras realizar su estación de penitencia en la Parroquia
de los Dolores del Cerro del Águila. Una chica que hablaba con un guardia civil
que escoltaba el paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Clemencia hablaba
hasta de una hora de adelanto respecto al horario previsto.
Puede que no tanto, pero lo cierto es que los pasos de esta hermandad, que se estrenó
en 2016 como cofradía del Sábado de Pasión, iban a un ritmo bastante acelerado,
quizá con la intención de recrearse algo más por las calles de su barrio, el
mismo que el año pasado sólo pudo disfrutar de manera fugaz de su cofradía, ya que se dio la vuelta por riesgo de lluvia al poco de haber salido.
Con túnica de terciopelo burdeos, el Nazareno de Padre Pío
regresaba a su barrio sobre un monte de claveles rojos, mientras que en las
esquinas de su paso veíamos una variedad floral a base principalmente de rosas
y lirios. Un año más, los costeros del paso estaban iluminados por los cuatro
antiguos faroles del paso de misterio de la Hermandad del Cerro.
José Vargas ejerció de capataz del paso del Señor, en tanto
que la Agrupación Musical Santa Cecilia fue la encargada de acompañarlo
musicalmente, interpretando la marcha “La Oración del Huerto” por la Avenida de
la Plata, seguida después por “De vuelta al Porvenir” al cruzar el puente de la
SE-30.
Detrás, tras los nazarenos de capirote rojo con túnica y
capa blancas, aún escasos, avanzaba a las órdenes de los Hermanos Gallego la
Virgen de la Divina Gracia en un paso de palio que gana de noche, con su
terciopelo rojo iluminado por la candelería, y los antiguos respiraderos del
palio de San Roque.
Pero en él destaca, sobre todas las cosas, la propia dolorosa,
referente devocional mariano de los vecinos que no dudan en acompañarla durante
su larga estación de penitencia.
Detrás de este paso de palio, que venía adornado con rosas
blancas, colocadas en espiral en las jarras laterales, iba por primera vez la
Banda de Música de las Angustias, de Sanlúcar La Mayor, en el lugar que hasta
el año pasado ocupaba la Banda de Música del Sol. Después de una larga chicotá a tambor,
siguiendo la inercia acelerada que traía la cofradía, la banda tocó “Virgen de
los Negritos”, entrando después en el barrio tras el puente con “Encarnación
Coronada”.
Y terminamos la jornada del Sábado de Pasión con la
Hermandad de San José Obrero, que este año ha contado como novedad en su
itinerario con la visita a la Basílica de María Auxiliadora y a la Hermandad de
la Trinidad, con la que mantiene una estrecha relación. Además, pasó también
por la residencia de ancianos de la Fundación Gerón.
Por Nicasio Gallego e Iriarte regresaba a su templo el paso
de Nuestro Padre Jesús de la Caridad, acompañado musicalmente por la Agrupación de
los Gitanos, que en la salida del paso a Samaniego interpretó “A los pies de
Sor Ángela”.
Como es costumbre en este paso en el que el Señor carga con
la cruz ayudado por el Cirineo, obras ambas de Fernando Aguado, que caminaba
junto a él, contaba con un monte de corcho y flores de diversas especies,
decoración propia de otro tiempo.
Con la composición “Cerca de Ti, Señor”, llegó el Nazareno
de la Caridad a la altura de la puerta de San José Obrero, momento en que un
hermano se subió al paso para quitar la parte superior de la cruz y permitir
la entrada en la parroquia. Le costó trabajo retirar el madero y, cuando lo
consiguió, se ganó el aplauso de muchos de los cofrades congregados en la entrada
de la cofradía. Hay gente que aplaude por todo.
Después de una levantá a pulso, la agrupación musical
interpretó el “Ave María” de Caccini, seguido del Himno y la marcha “Y se fue
al Cielo” con el paso ya dentro del templo.
La segunda Virgen de los Dolores del Sábado de Pasión,
después de la de Torreblanca, recorrió con calma el final de Nicasio Gallego y
el principio de Iriarte a los sones de “La Madrugá”, lo que es ya prácticamente
tradicional, a cargo de la Banda de Música Virgen del Castillo, de Lebrija.
Claveles blancos en las jarras laterales y calas en las
delanteras adornaban el paso de palio que comandaba Antonio Santiago, capataz
general de la cofradía. Tras la partitura de Abel Moreno, que lleva ya treinta
años tocándose tras los pasos de palio, la Virgen de los Dolores salió a
Samaniego con una composición más reciente pero de gran éxito, “Madrugá
Macarena”, a la que siguieron “Pasan los campanilleros” y “Mi Amargura”.
Se dio la curiosa circunstancia de que esta última marcha se
tocó completa hasta que el paso estuvo dentro del templo, pero en el momento de
atravesar la puerta comenzaron a sonar las campanas de la parroquia, lo que coincidió con el solo de la composición. El público, ante las campanadas
que impidieron escuchar la parte más esperada de la marcha, tuvo la reacción
espontánea de chistar, como si así las campanas fueran a dejar de doblar. Lo
cierto es que quien le dio al botón bien podría haber esperado unos segundos.
Ya en el interior, la banda concluyó su labor tras el palio
de San José Obrero con el Himno Nacional algunos minutos antes de la una menos
diez, hora marcada para la entrada de la cofradía.
Las vísperas terminaban. Ya eran diez las hermandades de
penitencia que habían dado testimonio de fe por las calles de Sevilla y, en el
horizonte inmediato, un Domingo de Ramos que se nos auguraba espléndido, lejos
de ese cien por cien de riesgo de lluvia que vivimos en 2016. La Semana Santa
comenzaba oficialmente.
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