Hermandades de pleno derecho, construidas desde los cimientos de la fe y la verdadera devoción son las que desde este Viernes de Dolores comenzaron a recorrer la ciudad en sus más distantes puntos geográficos, de norte a sur, pasando por el mismo centro histórico.
Heliópolis fue en esta ocasión la primera de las citas para este cronista que hoy, Lunes de Pascua, sigue sintiendo alguna que otra punzada en los talones de unos pies maltratados que piden sofá a gritos. Con la Hermandad de la Misión comenzamos este relato de lo acontecido en la Semana Santa de 2017; una Semana Santa de la que lo más importante que debemos destacar es que la meteorología (lo volveré a decir, meteorología, no climatología) ha permitido que nada menos que setenta hermandades hayan hecho lo que a algunos no les gusta: han manifestado públicamente su fe por las calles. Y muchas de ellas, además, lo han hecho pensando en aquellos hermanos nuestros que no sólo no pueden manifestar con libertad su fe, sino que incluso son perseguidos hasta la muerte por ella. Aquí, en Sevilla, contra el deseo de algunos que no tienen hoy, en la Pascua de la Resurrección, más remedio que resignarse, setenta hermandades y miles de cofrades han ocupado las calles manifestando su fe y su devoción. Debemos estar contentos.
A las seis y media de la tarde del Viernes de Dolores todo comenzaba en la ciudad (todo comenzaba a acabarse, que dirían los más agonías). En la calle Padre García Tejero se intentaba en vano evitar el sol; ese calor que íbamos a soportar estoicamente durante toda la semana. Los árboles y la sombra de sus frondosas ramas eran el lugar más preciado para colocarse a la espera de la apertura de las puertas de la Parroquia de San Antonio María Claret. Y se abrieron con puntualidad, dejando salir a un cortejo cada vez más asentado de nazarenos de túnica blanca con capirote y escapulario azul.
La primera escena ya supone todo un aldabonazo en el alma de los cristianos. El Santo Cristo de la Misión, cargando con su cruz camino del Calvario, acaba de encontrarse con su Madre por la Calle de la Amargura. La Virgen del Amparo, que estrenaba un manto azul liso realizado por las hermanas de la corporación, ve a su Hijo marchar hacia su injusta muerte mientras San Juan, talla que en su día acompañara a la Virgen de los Dolores y Misericordia de Jesús Despojado, intenta darle consuelo.
El Cristo de la Misión ha vestido este año en su salida una túnica morada lisa que no llevaba el Viernes de Dolores desde el estreno en 2013 de la túnica de terciopelo burdeos bordada en oro. Lirios morados salpicados de cardos conformaban el exorno floral de este paso, comandado por Antonio Santiago y acompañado musicalmente por la Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras, que interpretó "Amor de Madre" mientras el paso giraba ante el Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, de la Doctrina Cristiana, desde cuyo balcón un hombre cantó una saeta.
A continuación, el paso giró a la izquierda en la calle San Antonio María Claret con la marcha "Ego Sum". Cerca esperaban los ancianos de la residencia de Padre Mediavilla, que cada año reciben ilusionados al Cristo de la Misión y a la Virgen del Amparo.
Y más al sur todavía, donde Sevilla acaba, salía a las
calles la Hermandad del Dulce Nombre de Bellavista, que presentaba un
importante estreno en su paso de misterio, como eran las imágenes de San Juan
Evangelista y Judas Iscariote, que vienen a completar el conjunto escultórico
del paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Remedios.
Las nuevas tallas, que ya vimos en el momento de su
presentación en la parroquia (ver), son obra del imaginero y hermano Juan
Manuel Montaño. San Juan fue situado en el costero derecho del paso, mirando a
Judas, medio escondido tras el olivo y con una lágrima en su mejilla derecha,
mostrando así un temprano arrepentimiento por la traición que acaba de cometer,
vendiendo al Señor por treinta monedas que sujeta en una bolsa con su mano
izquierda.
La forma de andar de este paso de misterio, que comanda
Juanma Martín, es exquisita, siempre siguiendo los sones de la Agrupación
Musical de la Redención, que precisamente tocó la marcha “Redención” en el giro
con el que el paso alcanzó la calle Almenas. La atrayente conjunción entre música y
costaleros se nota cada año en un incremento de los cofrades que se acercan a
Bellavista para ver la cofradía en la calle; una cierta masificación que en
cualquier caso no le resta sabor a barrio antiguo, popular, de gran patio de
vecinos que tiene en el Viernes de Dolores su día grande, el más esperado.
En la calle Almenas hubo una levantá para el recuerdo de
Manuel, un compañero que ya no está. Después, el misterio llegó a la Plaza del Retiro
encadenando las marchas “Costalero” y “Elí”. En esta plaza una devota ofreció un
ramo de rosas rojas al Señor de la Salud y Remedios, que después se marchó
hacia Roque Barcia con "La Salve" y "Cinco Llagas".
Y detrás, con Ernesto Sanguino como capataz por segundo año,
el paso de palio de la Virgen del Dulce Nombre, aún bajo palio y manto de color
azul sin bordados, y con los antiguos respiraderos del paso de la Virgen de la
Salud de San Gonzalo.
“Azul y plata” fue la marcha que la Banda de Música Santa
Ana, de Dos Hermanas, interpretó para que la Virgen llegara a la calle Almenas,
y “Virgen los Negritos” para el giro a la Plaza del Retiro, donde el capataz
dedicó una levantá a Gonzalo, un niño de ocho años por el que el anterior
Viernes de Dolores se levantó también el paso de palio. La diferencia entre una
levantá y otra es que hoy Gonzalo ha dejado atrás el delicado estado de salud
que motivó la dedicatoria en 2016.
Seguidamente, la Virgen del Dulce Nombre recorrió un lateral
de la Plaza del Retiro con la marcha “Aires de Triana”, y después se internó en
Roque Barcia con “Virgen de la Paz”.
Nos desplazamos hasta el centro histórico, donde la
Hermandad de la Corona es cada año la primera en pasar por la Avenida de la
Constitución, ya vallada a la espera del Domingo de Ramos. Tras el breve cortejo de nazarenos de ruán
morado, únicos en Sevilla, el paso del Cristo de la Corona avanzaba lentamente,
acompañado por una capilla musical y con José Miguel Álvarez como capataz.
Es siempre numeroso el público que lo acompaña por las calles, muchos de ellos turistas como el grupo de franceses que en la Punta del Diamante trataban de hacer fotos desde todos los ángulos posibles al paso que diseñara Dubé de Luque y cuya realización dura ya años.
Una joven comentaba a otra por la Avenida que el Cristo de la Corona es una imagen moderna. Nada más lejos de la realidad, ya que se trata de una obra anónima del siglo XVI y que es, además, la imagen del Señor con la cruz a cuestas más antigua de cuantas procesionan en la Semana Santa de Sevilla.
Desde la Avenida de la Constitución, el Cristo de la Corona tomó Fray Ceferino González y la Plaza del Triunfo de camino a Joaquín Romero Murube y la Plaza de la Alianza, en un pequeño rodeo por el barrio de Santa Cruz antes de regresar a la Parroquia del Sagrario de la Catedral por Virgen de los Reyes, Placentines y Alemanes.
Y si el centro se estrenaba con la Hermandad de la Corona,
Triana lo hacía con la de Pasión y Muerte, que tras realizar, como las
cofradías trianeras del pasado, su estación de penitencia en la Parroquia de Santa
Ana, recorría la calle Pureza para detenerse ante la Capilla de los Marineros,
con el Cristo de las Tres Caídas y la Virgen de la Esperanza presidiendo sus
respectivos pasos.
Manuel Vizcaya pedía la derecha ‘alante’ y la izquierda atrás
para que el Santísimo Cristo de Pasión y Muerte mirase hacia la Esperanza desde
su paso, que, después del regreso precipitado por la lluvia en 2016, ha podido
estrenar con tranquilidad su barnizado, además de los nuevos ángeles de las
esquinas que ha tallado este año Mariano Sánchez del Pino, autor también de las
cartelas.
Ante un ambiente de silencio y respeto por parte de los
cofrades y con el acompañamiento de la Capilla Musical Gólgota, el Cristo de
Pasión y Muerte, entre hachones morados y con una llamativa variedad floral en
su paso, se alejó de la Capilla de los Marineros y siguió por Pureza hasta
tomar la estrechez de Fabié y Rodrigo de Triana, buscando después San Jacinto y
la Capilla de la Estrella, última de sus paradas antes de regresar a la
Parroquia del Buen Aire.
Y completamos la jornada del Viernes de Dolores en la zona norte de la ciudad, en Pino Montano, cuya hermandad recorría las últimas calles de su ampliado itinerario con el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de Nazaret moviéndose a los sones de la Agrupación Musical de la Encarnación de San Benito.
El Señor ha vestido este año túnica blanca en su estación de penitencia, que es la de mayor duración de esta primera jornada de vísperas que comenzaba precisamente en Pino Montano a las seis menos cuarto de la tarde.
Muchísima gente seguía al misterio en esas calles peatonales que rodean a la Parroquia de San Isidro Labrador, con nombres de oficios todas ellas. Era complicado seguir al paso, que por momentos avanzaba a duras penas por estas estrechas vías cuyas fachadas acariciaba el olivo que es testigo de la escena del Prendimiento de Jesús; el mismo momento que representa el misterio de Bellavista. Con la marcha "Reina y Madre Encarnación", Jesús de Nazaret enfiló Alfareros en dirección al templo.
Cerrando el Viernes de Dolores, María Santísima del Amor,
que compaginaba en estos últimos metros de su itinerario las marchas
procesionales, a cargo de la Banda de Música de la Cruz Roja, con las
dedicatorias por parte de los capataces, los hermanos Pagés.
Así, tras la interpretación de la marcha “Madrugá Macarena”,
se dedicó una levantá a la madre de un compañero costalero que “está pasando un
bachecillo”. Después sonó “Hosanna in excelsis” y la siguiente levantá fue por
la cantera de la hermandad, tras la que el paso de palio de la Virgen del Amor, que estrenaba el juego de jarras de Orfebrería San Juan, alcanzó la calle Alfareros con “La Esperanza de Triana”.
A los sones de “La Estrella Sublime” y “Mi Amargura”, la
Virgen del Amor fue acercándose poco a poco a la Parroquia de San Isidro para
poner el punto final a la estación de penitencia de la Hermandad de Pino
Montano.
Cinco hermandades, así como la agrupación parroquial de Bendición y Esperanza en el Polígono Sur, abrían el Viernes de Dolores una larga e intensa Semana Santa. Era ya Sábado de Pasión cuando la Virgen del Amor llegaba a San Isidro. "Esto se acaba", pensarían los agonías...
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