La festividad del Corpus 2023, al menos la festividad tradicional, la del jueves (dado que la festividad como tal es este domingo), será recordada como la del casi vacío en las calles. Hubo altares, de los que hablaremos en capítulo aparte, escaparates y balcones (y las portadas y los conciertos de la víspera), pero ni un solo cortejo salió a las calles ni el miércoles ni el mismo jueves.
El director del Boletín de las Cofradías de Sevilla, Rafael Jiménez Sampedro, no tardó en utilizar sus redes sociales para aportar datos de interés relativos a las ocasiones en que la procesión del Corpus no se pudo celebrar por eso que algunos llaman "inclemencias meteorológicas" (o lo que es peor e incorrecto: "climatológicas") y que no es más que lluvia; muy necesaria, por cierto.
Fue en 1899, hace ya 124 años, la última vez que esto ocurrió. Aquella fue la sexta ocasión en que la lluvia dejó a Sevilla sin su procesión del jueves de Corpus después de 1684, 1693, 1708, 1712 y 1796, al menos según los archivos y los anales que se conservan. La de 2023 ha sido, por tanto, la séptima ocasión, pero la primera en que la procesión no se ha trasladado a una fecha posterior; normalmente el domingo siguiente.
Nada de eso. El Cabildo Catedral anunció la tarde del miércoles, minutos antes de la hora de salida de la Hiniesta Gloriosa, que no habría procesión por las calles, sino por el interior de la Catedral y sin pasos, ya que Jesús Sacramentado sería llevado en sus manos por el arzobispo, José Ángel Saiz Meneses. Ni posibilidad de celebrarla por la tarde, ni en una fecha posterior: la nada por primera vez en la historia. Y eso que estamos en el año del DCCLXXV aniversario de la entrada de San Fernando en la ciudad. Qué cosas...
Con esta decisión del Cabildo, minutos después de las siete de la tarde las puertas de la Parroquia de San Julián se abrían, pero no para la salida del cortejo de la Hiniesta, sino para que todo aquél que quisiera pudiera entrar a ver el paso perfectamente dispuesto para una procesión que no se iba a producir.
Aunque hubo quien apostó en las redes sociales por una salida hasta la Catedral para conformar un altar en su interior para la procesión sin calle del día siguiente, la hermandad directamente canceló su salida. Su altar de la plaza de San Francisco se quedó sin paso entre dos portadas (ver) por las que tampoco iba a pasar procesión alguna.
Hay que señalar que este año el paso iba a salir de nuevo con los actuales respiraderos del paso de palio, obra de los Hermanos Delgado (2004) y que en los costeros se colocaron unos faroles con guardabrisas cedidos por el Carmen Doloroso. El manto de la Hiniesta era el celeste y las flores (gladiolos, rosas y margaritas, entre otras) combinaban los colores amarillo y blanco.
Y en la Hermandad de la Cena, exactamente lo mismo. Sin procesión eucarística por las calles, no tenía sentido alguno que saliera el Señor de la Cena rumbo al Palacio Arzobispal. Así, con once horas de antelación, la corporación anunció que se cancelaba la salida del Señor, que volvía este año a ir sobre el paso del Cristo de la Humildad y Paciencia después de salir en 2022 el misterio de la Cena al completo (ver y ver).
Vestido con túnica blanca y mantolín rojo bordado en oro, el Señor de la Cena de Sebastián Santos se quedó en el presbiterio de la Iglesia de los Terceros, con el paso adornado con rosas blancas salpicadas con espigas de trigo y racimos de uvas. Este año el apostolado de Ortega Bru permanecía en el altar mayor alrededor de un sagrario abierto.
Y hay que mencionar otro paso que habríamos visto en la calle, pero que finalmente no salió. En la Iglesia de Santa Catalina estaba el paso de Santa Lucía, que iba a conformar un altar en la calle Francos; con cierto roce, por cierto, con el Arzobispado sobre el modo en que se debía realizar ese traslado, que no podía ser una procesión como tal ni un traslado público. Ya sabemos cómo son estas polémicas...
El caso es que Santa Lucía, que llevaba para la ocasión una corona de plata, se quedó también sin salir, con su paso ubicado en la nave del Evangelio de su templo y adornado con diversas flores de color blanco (algo no habitual en su salida anual) y espigas de trigo.
Pero es en la Catedral donde encontramos, como es lógico, el mayor número de pasos: los nueve que tenían que salir a partir de las ocho y cuarto de la mañana del jueves. El más importante, la Custodia de Arfe, sin Jesús Sacramentado, claro está, estaba delante del altar mayor, perfectamente preparado con claveles blancos, espigas, racimos de uvas y romero.
Y los otros ocho, todos juntos, se situaban en el trascoro, con el Cristo de la Corona de testigo de excepción. Mencionándolos por su orden en el cortejo, hablamos en primer lugar del paso de Santa Ángela de la Cruz, del que, como siempre, se ocupaba la Hermandad de la Amargura y que estaba adornado con diversas flores blancas, además de contar con cuatro candeleros con cirios blancos en las esquinas.
Por su parte, el paso de las Santas Justa y Rufina fue preparado en esta ocasión por la Hermandad de la O, dado que las cofradías de penitencia de Triana son las que se van relevando año tras año en esta labor. Ello hace que éste sea el paso que más cambia de una vez a otra, dado que cada hermandad le da algún toque personal.
Así, el paso, recientemente restaurado en su dorado, contaba con candeleros y jarras del paso de palio de la Virgen de la O y estaba adornado con claveles rosas, espigas de trigo y romero.
El paso de San Isidoro, del que se ocupa la Hermandad de las Tres Caídas de la parroquia que lleva el nombre del santo, estaba dispuesto con claveles blancos y con jarras del palio de la Virgen de Loreto.
Y el paso de su hermano, San Leandro, arzobispos ambos que fueron de Sevilla, llevaba diversas especies florales de color blanco con dos antiguas jarras, cuatro candeleros y un llamador con el escudo de la Macarena, hermandad que cada año tiene a su cargo su adorno.
El primero de los pasos que lleva música en la calle, el de San Fernando, estaba a su lado en el silencio de las naves catedralicias, preparado por la Hermandad del Beso de Judas, que tiene al Rey Santo por titular. La imagen de Pedro Roldán tenía ante sí dos candeleros y dos jarras, que albergaban diversas especies florales de color rojo que también veíamos en el friso.
Por la coincidente advocación de su dolorosa, es la Hermandad del Silencio la que se encarga del paso de la Inmaculada Concepción, que iba adornado con diversas flores blancas, colocadas de forma bicónica en las jarras laterales. Llevaba también cuatro cirios blancos con el escudo de la hermandad y el llamador era el de su paso de palio.
Llegamos al paso del Niño Jesús de la Hermandad Sacramental del Sagrario, vestido este año con una túnica blanca de tisú bordada en oro. Entre candeleros con cirios rojos, el Niño de Juan Martínez Montañés habría salido con su paso adornado con flores blancas y amarillas, además de espigas de trigo entre éstas y alrededor del templete.
Finalmente, llegamos al paso que le corresponde a la Hermandad del Valle, el de la Custodia Chica, que porta una reliquia con una de las espinas de la corona de Jesucristo. Claveles rojos, muchas espigas de trigo y romero adornaban este paso, en cuyos cirios se podía ver el emblema de la Coronación de Espinas.
Crónica breve, brevísima, la de este Corpus 2023, para cuya procesión el Cabildo Catedral no se planteó alternativa alguna como sí ha ocurrido al menos en seis ocasiones anteriores a lo largo de la historia. Una pena.
La ciudad se quedó sin uno de los días más hermosos de todo el año; ése que desde bien temprano huele a juncia y romero, el que amanece con la escolanía cantándole al Señor de la Cena en su traslado de ida y suena luego a Cigarreras de vuelta; el que empieza a las doce de la noche con la Salve Hiniesta en la plaza de San Francisco y las campanas de la Giralda, y termina con la Virgen gótica atravesando el arco ojival de San Julián. Será el año que viene.
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