La tregua meteorológica iniciada en la tarde del Lunes Santo continuó el Martes, en cuya mañana se produjeron las procesiones de regreso desde la Catedral de las hermandades de Jesús Despojado y la Cena, y del paso de misterio de la Paz.
Pero la primera cofradía del Martes Santo, y lo es desde 1989 (35 años ya), es la del Cerro del Águila, que decidió ponerse en la calle ante los partes más positivos de los expertos en esto del tiempo. No se libró, eso sí, de ciertos sobresaltos, ya que en sus primeras horas en la calle le cayó alguna que otra llovizna, aunque muy leve y muy corta. Pero adelante, siempre adelante, que la cosa no era para tanto y no iba a ir a más.
El cortejo de la cofradía es largo, mucho. Por Ramón y Cajal la cruz de guía daba paso a un sinfín de elegantes nazarenos con túnicas y capas blancas y con antifaz de terciopelo granate. En años de mucho sol y calor el terciopelo puede hacer más dura la penitencia; este año, desde luego, no.
Avanzamos por la avenida en busca del primer paso y tardamos en encontrarlo hasta que, a la altura del antiguo matadero, lo vemos parado ante una representación con su estandarte corporativo de la Hermandad del Juncal. La corporación letífica vecina del Cerro siempre se asoma a ver pasar a la cofradía más joven del Martes Santo sevillano.
Hubo ofrenda floral y dedicatoria de levantá por parte del capataz, Manuel Millán, a la cofradía del Juncal. El Señor de la Humildad siguió entonces su camino afrontando la recta de Ramón y Cajal, parándose más adelante. En la siguiente levantá, el capataz atrajo a la delantera del paso a los miembros de la tertulia cofradiera 'El Costero', quienes precisamente han editado este año un cartel anunciador de la Semana Santa protagonizado por el Nazareno de Juan Manuel Miñarro. "Nosotros repartimos Humildad, pero los miembros de 'El Costero' lo han hecho antes con su cartel", dijo Millán.
Hay que subrayar que el Señor de la Humildad estrenaba este año las potencias, labradas en plata sobredorada por Ramón León y en cuya ejecución han participado numerosos hermanos a través de donaciones con motivo del vigésimo aniversario de la bendición de la imagen. Asimismo, llevaba un broche de oro, plata y amatistas de Miguel Fernández Carrasco con el emblema JHS en el interior de una mandorla mística.
El Señor vestía por segundo año consecutivo su túnica morada de terciopelo envejecido y contaba en su paso con un exorno floral compuesto por una mezcla de flores moradas y rojas. Y detrás, un año más la Banda de Cornetas y Tambores del Nazareno de Huelva, que por Ramón y Cajal interpretó algún clásico como "Cristo del Amor".
Buscamos ahora el paso del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, al que en el inicio de Ramón y Cajal le cayó una pequeñísima llovizna de ésas diseñadas exclusivamente para poner nervioso al personal y para que algún exagerado abra un inútil paraguas. ¿Soy el único que se ha fijado en la rapidez con la que la gente abre los paraguas en Semana Santa aunque caigan literalmente cuatro gotas?
Pero sí, la cosa estaba dudosa, algo que siempre demuestran los músicos de la Banda de Cornetas y Tambores del Sol, que dejan las plumas de sus cascos en casa ante la posibilidad de que caiga agua. Y así se vieron esos cascos en las pocas cofradías a las que han podido acompañar este año.
El paso de misterio, en el que el cielo se abre tras la muerte del Señor y el centurión romano reconoce su divinidad, llegando a descubrir su cabeza ante el hombre que acaba de ser ejecutado en el proceso más injusto que conocerá la historia, contaba este año con un exorno floral compuesto exclusivamente de iris morado, lo que generaba una combinación cromática muy especial unido a la madera y a los apliques de plata.
La cofradía avanzaba deprisa, como es habitual en una corporación con un recorrido tan largo, pero no por ello la banda dejaba de tocar, pudiéndose escuchar por esta zona la marcha "Nuestra Señora de la Caridad".
Y la longitud del cortejo nos llevó, buscando el paso de palio de Nuestra Señora de los Dolores, hasta la avenida de Hytasa, a la que salía la Virgen de Sebastián Santos desde la calle Aragón mientras la Asociación Filarmónica Cultural Santa María de las Nieves de Olivares tocaba "Rosario de Monte-Sión".
El pregonero de la Semana Santa de este año, Juan Miguel Vega, estaba en la zona viendo la cofradía, y el capataz, Juan Antonio Guillén, le dedicó una levantá. Aquí el cielo dio un susto algo mayor, con una llovizna más intensa, aunque tampoco llegó a más y pronto cesó.
La Virgen de los Dolores arrastra a la mayor cantidad de la gente que acompaña a la cofradía del Cerro. Es, sin duda, la protagonista y la que tiene una mayor devoción en el barrio. Mayores y pequeños la siguen, la buscan, la aclaman y le rezan, de forma silenciosa o incluso a viva voz. Así es la devoción más popular que viene desde tan lejos de la Sevilla histórica.
Diversas especies florales de color rosa adornaban este paso de palio, donde la dolorosa lucía, más de treinta años después, un puñal de plata de ley sobredorada realizado en 1960 por Manuel Seco Velasco y que ha sido restaurado y enriquecido por Joyería El Toisón. Además, llevaba una toca de sobremanto bordada en oro y diversas medallas y broches, entre ellos la Medalla de la Ciudad y la cruz pectoral regalada en 1989 por el arzobispo Carlos Amigo Vallejo, entonces aún no cardenal, y que la Virgen llevaba colgando de su mano derecha.
Desde la avenida de Hytasa, la Virgen de los Dolores cruzó la Ronda del Tamarguillo hacia Ramón y Cajal a los sones de "Al cielo con Ella", y posteriormente sonó "Dolores del Cerro", marcha que fue interrumpida cuando el palio se detuvo ante la representación antes mencionada de la Hermandad del Juncal.
La Hermandad del Cerro volvió a completar su larga estación de penitencia cuando a las dos de la madrugada la Virgen de los Dolores entraba en la parroquia que lleva su nombre. Se reeditó la heroicidad de esta corporación que pasa tantas horas y tantos kilómetros en la calle, pero casi ha sido más heroica la salida este año al poder realizar su itinerario entero en una Semana Santa tan desastrosa como la que nos ha tocado vivir.
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