Regresaba ya desde el final de la carrera oficial María Santísima del Perpetuo Socorro, de la Hermandad del Perdón, y lo hacía por la calle Gaitán, escogida por varias corporaciones en sus caminos de vuelta. Había salido de su sede, la Ermita de Guía (siempre habrá que agradecerle a esta hermandad la recuperación de este pequeño templo), a las cinco menos veinte de la tarde. Pero las horas pasaban rápido en la Magna y ya la encontrábamos de regreso.
Como es sabido, una de las razones de la celebración de esta procesión Magna Mariana es el centenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Carmen. Precisamente por este motivo, la Virgen del Perpetuo Socorro llevó en su mano derecha un escapulario perteneciente al Niño Jesús de dicha imagen, de tanta devoción en la ciudad de Jerez.
Pero es que además da la casualidad de que la Hermandad del Carmen de Cádiz cedió las dalmáticas de los acólitos para contribuir así a una mayor vistosidad del cortejo de esta salida extraordinaria entre los cofrades de la corporación del Domingo de Ramos.
La Banda de Música Virgen del Castillo, de Lebrija, iba tras el paso de palio de la Virgen del Perpetuo Socorro, que avanzó por Gaitán a los sones de la marcha "Espíritu Santo", que provocó entre los cofrades y el público que se encontraba en esta calle algunas ovaciones, e incluso se puede decir que cambió el modo tradicional de caminar de este paso. Era una salida extraordinaria, una jornada de alabanza y felicidad en torno a la Madre de Dios. Y así la vivieron los cofrades del Perdón.
Posteriormente, el paso de palio, adornado fundamentalmente con rosas blancas, salió a la calle Porvera, convertida casi en una segunda carrera oficial, con "Y en Triana, la O", seguida más adelante por "La Estrella Sublime". Aún había camino por delante para que la Virgen del Perpetuo Socorro, atribuida al italiano Jacome Baccaro, regresara a su ermita y se reuniera con el Santísimo Cristo del Perdón, después de un día intenso en el que no faltaron petaladas a su paso.