domingo, 3 de junio de 2018

CORPUS 2018: EL AMBIENTE IDÓNEO PARA UNA LUMINOSA MAÑANA DE CORPUS


Si a los sevillanos se les preguntase cuál es la mañana más bonita del año, seguramente la inmensa mayoría respondería que la del Viernes Santo; muchos también mencionarían la del Día de la Virgen, pero ¿quién sabe cuántos se referirían a la mañana del Corpus? Y lo cierto es que estamos ante una jornada que, ya desde la víspera, con el traslado de la Hiniesta, el concierto de la Sinfónica y el recorrido por los altares, cuenta con un ambiente especial. Por la mañana temprano se suman el traslado del Señor de la Cena y cómo el centro de la ciudad se va desperezando oliendo a romero.
Las portadas de la Plaza de San Francisco, este año dedicadas a los setenta y cinco años de la Parroquia de los Dolores del Cerro, se muestran perfectamente adornadas; los altares, tras pasar la noche montados en plena calle, empiezan a recibir una luz diferente a la espera del paso del Santísimo; igual que los escaparates (en esta ocasión ha habido unos pocos más que otros años, incluso en calles por las que no pasa la procesión) y los balcones.
Es un ambiente diferente el que ofrece esta mañana que arranca temprano y con las sillas de tijera milimétricamente colocadas a lo largo del recorrido, aunque muchas, sobre todo en la zona de la Avenida de la Constitución, se quedan sin nadie que las ocupe. En una calle estrecha es más fácil que la gente opte por sentarse; pero en la amplia avenida, y con las gradas de la Catedral tan a mano, son más los que prefieren caminar junto a los pasos, que llevan, fundamentalmente los cinco primeros, una considerable distancia de separación entre ellos.
Éste es uno de los aspectos que hay que repetir año tras año. El cortejo está completamente descompensado. En las primeras décadas de vida de la Hermandad del Beso de Judas, la mayoría de los hermanos se hacían la túnica del cortejo del paso de palio y muy pocos la del misterio. La hermandad casi rogaba a sus cofrades que vistieran la túnica del Señor para compensar ambos cortejos. En la procesión eucarística del Corpus, sin embargo, no parece haber interés alguno en compensar nada. Eso, además de la excesiva participación de cofrades de algunas hermandades (especialmente numerosa en la Macarena, San Bernardo, la Esperanza de Triana o los Gitanos) lleva a que hasta el paso de San Fernando la procesión se haga tediosa por momentos, mientras que a partir de ahí la distancia se reduce de forma radical, especialmente entre los pasos del Niño Jesús del Sagrario y la Santa Espina.
Si las hermandades van a seguir ignorando las llamadas a la mesura (en una ciudad que en términos cofradieros hace tiempo que la perdió por completo), que al menos el Cabildo Catedral cambie lo que sí está en su mano, que es eso, la compensación del cortejo. Sería de agradecer.
Pero, dejando a un lado los aspectos organizativos y sugerencias de mejora que son obviadas sistemáticamente cada año, la mañana de este día de Corpus, que afortunadamente Sevilla mantiene en un jueves festivo, es la mañana en la que Jesús mismo sale a las calles, al encuentro de todos, convertido su cuerpo en pan de vida, que es el regalo que Él mismo nos dejó en la última cena y que revivimos cada día y en cada misa.
A las ocho y cuarto de la mañana comenzó a sonar por la Avenida la campana que uno de los Niños Carráncanos que abren la procesión porta en sus manos, rodeado de compañeros con hachetas y con el guión sacramental de la Hermandad del Sagrario inmediatamente detrás. A continuación, las hermandades de gloria (a excepción de las que son también sacramentales), ordenadas en función de su antigüedad. Este año se ha estrenado participando en la procesión la Hermandad del Carmen de Santa Ana, que tras ser aprobada su reorganización por parte del Arzobispado ha ocupado el primer lugar en el largo elenco de hermandades de la ciudad.







La Hermandad de los Sastres es la última, por ser la más antigua, de las corporaciones de gloria y tras ella salió de la Catedral el primero de los nueve pasos de la procesión, el de Santa Ángela de la Cruz, obra del imaginero José Antonio Navarro Arteaga del año 2010. La Hermandad de la Amargura, que tiene a la fundadora de las Hermanas de la Cruz como titular, se ocupa de adornar y portar este paso. Varios elementos del palio de la Virgen de la Amargura se utilizan para embellecer este paso, que contaba con lisiantum y astromelias blancas.
Al ser el primero, con el paso de Santa Ángela se estrenó una importante novedad del Corpus 2018, como fue la presencia de dos corales en la Plaza de San Francisco y en la del Salvador, que cantaron diversas composiciones solemnes con la llegada de cada uno de los pasos de la procesión.




























Algo menos de media hora después de la salida del primer paso, comenzó a recorrer la Avenida de la Constitución el segundo, el de las santas Justa y Rufina, realizadas por Pedro Duque Cornejo en el primer tercio del siglo XVIII. Iban tras un primer tramo de cofradías penitenciales, desde Pasión y Muerte hasta el Silencio.
Al ser las santas alfareras del barrio de Triana, cada año se ocupa de este paso una hermandad de penitencia del antiguo arrabal por orden de salida en Semana Santa. En esta ocasión, lo ha hecho la Hermandad de las Cigarreras, que aunque pertenece más a Los Remedios que a Triana propiamente dicha, es en cualquier caso una cofradía de la otra orilla del Guadalquivir. Se da la circunstancia de que la Hermandad de las Cigarreras se ha hecho cargo de este paso en el año de la Coronación Canónica de su dolorosa, la Virgen de la Victoria, exactamente igual que ocurrió en 2017 con la Hermandad de San Gonzalo.
Las Cigarreras ha colocado hasta veinticuatro candeleros del paso de palio de la Virgen de la Victoria iluminando a las santas, a lo que hay que añadir otros dos en las esquinas traseras. En las delanteras iban dos jarras de claveles rosas con espigas de trigo, flores que también estaban en el friso y en la peana.




   

















  

  







El tercer paso es el de San Isidoro y llegaba tras la representación de la Hermandad de la Estrella, otra de las que contaba con un enorme número de acompañantes. Nuevamente hay que volver a aclarar cómo diferenciar la imagen de San Isidoro de la de su hermano San Leandro, que va detrás. San Isidoro lleva un libro en sus manos en alusión a las "Etimologías", la obra en la que el que en su día fue propuesto como patrón de internet recopiló todo el saber de su tiempo.
Como es lógico, la Hermandad de San Isidoro es la encargada de este tercer paso que este año estaba adornado con claveles blancos. La imagen es de Duque Cornejo y cuenta con la vestidura de obispo (lo fue de Sevilla, como su hermano) realizada en plata.




























Entre las hermandades sacramentales, y en concreto detrás de la del Santo Entierro, va el cuarto paso, el de San Leandro, realizado igualmente por Duque Cornejo en el mismo estilo. Junto a la talla de San Isidoro, permanece durante todo el año en el altar del Jubileo de la Catedral. San Leandro era el mayor de cuatro hermanos, y los cuatro ascendieron a los altares. San Fulgencio y Santa Florentina completan la relación de hermanos santos de esta familia que vivió en la alta Edad Media.
La Hermandad de la Macarena es la encargada de este paso todos los años, estrenando en esta ocasión capataces, después de que Antonio Santiago dejara de ser el responsable de guiar al Señor de la Sentencia y a la Virgen de la Esperanza Macarena, siendo sustituido por José María Rojas Marcos.





















Con el quinto paso, el de San Fernando, talla de Pedro Roldán realizada el mismo año de la canonización del rey santo, en 1671, llegaba la música a la procesión eucarística. Lo hacía cuando ya había vuelto a la Catedral el primer paso, el de Santa Ángela de la Cruz, y tras un nuevo tramo de hermandades sacramentales colocadas por orden de antigüedad y la representación de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire. El comandante militar de Sevilla y Huelva iba inmediatamente delante del paso portando la réplica del Pendón de Castilla que San Fernando hizo colocar en la Giralda tras la reconquista de la ciudad.





La Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, dirigida por Francisco Javier Gutiérrez Juan, fue la encargada de acompañar musicalmente al paso de San Fernando, interpretando en el momento de la salida la marcha "Corpus Christi". Claveles rojos salpicados de espigas de trigo y pequeñas flores de un llamativo color verde adornaban este paso del que se ocupa cada año la Hermandad del Beso de Judas, que tiene a San Fernando como titular.
También para este paso hubo interpretación vocal de la coral situada ante el altar de la Hiniesta. Llama la atención, al pasar por la Plaza de San Francisco, la inclinación de los pasos hacia la fachada del Ayuntamiento motivada por la propia inclinación del pavimento. Hace bastantes años las hermandades de penitencia consiguieron que cada año en Semana Santa se coloque en la plaza una capa de asfalto que corrige ese desnivel.
Tras la parada del paso de San Fernando a la altura de la Virgen de la Hiniesta, continuó hacia la calle Sierpes mientras la Sinfónica Municipal interpretaba la marcha "Glorias de Sevilla".





































A partir de este punto, la distancia entre los pasos se redujo considerablemente. Detrás de la representación de diversas instituciones profesionales, culturales y de seguridad, así como el propio Consejo de Hermandades y Cofradías, venía el paso de la Inmaculada Concepción, del que se ocupa la Hermandad del Silencio, cuya dolorosa tiene precisamente la advocación concepcionista.
La imagen de la Inmaculada, realizada en el siglo XVIII y atribuida a Alonso Martínez, iba sobre su paso adornado con claveles blancos, paniculata y las consabidas espigas de trigo y racimos de uvas. Cuatro candeleros con cera blanca y seis jarras completaban la decoración del paso, que cuenta con faldones de damasco celeste.
La Virgen se encontró con la Virgen en la Plaza de San Francisco: la Inmaculada Concepción con la Hiniesta Gloriosa. Hay que recordar, por cierto, que la imagen de la Hiniesta tiene su vestimenta policromada con los colores azul y rojo, que eran siglos atrás los habituales para representar el carácter inmaculado de María.




















Veíamos a continuación la representación de las cuatro basílicas de Sevilla con las hermandades a cuyos titulares están dedicados estos templos (el Cachorro, María Auxiliadora de la Trinidad, el Gran Poder y la Macarena), portando sus insignias basilicales y sus estandartes corporativos. Detrás, la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando, y finalmente la Hermandad Sacramental del Sagrario, que se encarga del paso de uno de sus titulares, la imagen del Niño Jesús que talló Juan Martínez Montañés en 1606, fijando así una iconografía muy repetida con posterioridad e incluso hasta la actualidad.
Este año, bajo su templete de plata con las campanitas que le dan un sonido muy particular a su caminar, el Niño Jesús ha vestido una túnica de tisú blanca bordada en oro. El rojo y el verde fueron los colores utilizados en el exorno floral del paso, mientras que los candeleros llevaban cera roja.



















Llegamos al octavo paso, el de la Custodia Chica, que es como se conoce a la pequeña custodia de plata que alberga en su interior una de las espinas de la corona de Jesús. Viene este paso muy cerca del anterior, tras las representaciones de las diferentes instituciones religiosas de la ciudad.
La historia de la Santa Espina es curiosa, dado que llegó a la Catedral a raíz de una donación del cardenal Rodrigo de Castro. Le fue regalada al cardenal por la hermana del rey Felipe II, María de Austria. En cuanto a la custodia, procede del convento dominico de Santa María del Vado, en la localidad onubense de Gibraleón. Es una obra en plata del orfebre Francisco de Alfaro.
La Hermandad del Valle, que posee otra espina que procesiona sobre unas pequeñas andas cada Jueves Santo, se encarga de este pequeño paso, que llevaba claveles rojos de un color muy oscuro salpicados de romero.

















Finalmente, ante el esperado paso de la Custodia con el Santísimo, más instituciones diocesanas, los Seises, la Coral Polifónica de la Catedral y los miembros del Cabildo del primer templo de la Archidiócesis.
Prácticamente tres horas separaron la salida de los Niños Carráncanos de la salida de la Custodia, la impresionante obra de Juan de Arfe. Cuatro cuerpos distintos, cuatro alturas, tiene la Custodia de Arfe, para cuya realización se necesitaron unos 350 kilos de plata.
Bastante gente, de la mucha que ya entonces había contemplando la procesión tras ir llenándose las calles a lo largo del transcurso de ésta, se arrodillaba solemnemente cuando Jesús Sacramentado pasaba ante ellos; una señal de respeto y adoración que se mantiene afortunadamente al discurrir este paso, llevado con ruedas y adornado con claveles blancos, espigas y racimos, delante de los devotos. Especialmente llamativos los niños que, siguiendo el ejemplo de sus padres, les imitaban plantando las rodillas en el suelo.
Tras la Custodia iban el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, que dirigió unas oraciones después de la lectura de una meditación en la Plaza de San Francisco, y el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra.
































La representación del Ayuntamiento, con el alcalde a la cabeza, y la Diputación Provincial daban paso a la Policía Local vestida de gala y a la compañía de honores del Ejército con su banda de música.





Como cada año, los miembros del Ejército recibían aplausos a su paso por las calles con mayor o menor intensidad, pero aún más cuando, llegada la Custodia a la Plaza de la Virgen de los Reyes y detenida delante de la Puerta de los Palos, los militares rindieron los últimos honores al Santísimo desfilando ante Él desde Placentines en dirección a la Plaza del Triunfo.
Cerca de las doce y media del mediodía finalizaba la procesión eucarística de la Catedral, contemplada, o al menos ésa ha sido la sensación, por más gente que en los últimos años y con la luminosidad que nunca ha de perder una mañana con un ambiente esplendoroso.

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