lunes, 20 de julio de 2009

90 AÑOS DE "AMARGURAS"


El pasado sábado se cumplieron 73 años del inicio de la guerra civil. Una guerra en la que murieron infinidad de personas de uno y otro bando, y algunas de ningún bando en concreto, pero que simplemente tuvieron la desgracia de pasar por allí, como aquél que dice. Entre estos últimos me quiero detener en la figura de Manuel Font de Anta, un compositor musical sevillano, hijo y nieto de músicos, que llegó a hacerse un importante hueco tanto en España como al otro lado del Atlántico gracias a una lista enorme de composiciones de los más diversos estilos, desde las obras más populares hasta el teatro pasando por pasodobles y piezas más solemnes.
Su nombre ha quedado escrito además con letras de oro en la historia de la música procesional, gracias principalmente a dos marchas de Semana Santa que son dos grandes clásicos cuya interpretación es imprescindible para cualquier banda de música que se precie. Estoy hablando de "Amarguras", marcha que cumple ahora 90 años, y "Soleá dame la mano", aunque hay teorías que señalan a su hermano, José Font de Anta, como el verdadero autor. En cualquier caso, y siguiendo la creencia más extendida, la composición de ambas marchas obedeció a historias muy curiosas.
En el caso de "Amarguras", considerada hoy en día el himno de la Semana Santa de Sevilla, la marcha por excelencia, fue compuesta en Madrid, donde Font de Anta vivía dedicado a su labor musical. Su padre, Manuel Font Fernández de la Herranz, también músico y autor de marchas de Semana Santa (como "A la memoria de mi padre", dedicada a José Font y Marimón), reconocía en Font de Anta una enorme cualidad compositiva, por lo que su gran devoción por la Virgen de la Amargura, que recorre las calles sevillanas cada Domingo de Ramos, le llevó a encargarle que creara una marcha dedicada a esta imagen.
El hijo, sin embargo, ocupado como estaba en su intensa actividad profesional, no encontraba tiempo para responder positivamente al encargo. Así, en 1919 Manuel Font Fernández de la Herranz decidió enviarle a Madrid una foto de la Amargura con una nota en la que le recordaba su infructuosa y reiterada petición de componer una marcha para aquella Virgen, y le preguntaba si, viéndola en la foto, sería capaz de negársela también a ella.
Dicho y hecho. Manuel Font de Anta se puso al piano y en poco tiempo empezaron a surgir las notas de una composición con la que puso música al diálogo que en el paso de palio mantienen la Virgen de la Amargura y San Juan Evangelista.
No menos curiosa es la historia que explica la creación de la marcha "Soleá dame la mano". En este caso no hubo encargo alguno. Fue el propio Font de Anta el que recogió a pie de calle durante una mañana de Viernes Santo la inspiración necesaria para componer. En la calle Pastor y Landero, en pleno barrio del Arenal, se encontraba la conocida como cárcel del Pópulo, denominada así porque se abrió, tras la desamortización, en lo que fue en tiempos Convento de Nuestra Señora del Pópulo, y hoy es el Mercado del Arenal. Por allí pasaba, y sigue pasando, la Hermandad de la Esperanza de Triana en su itinerario de regreso a su barrio, al otro lado del Guadalquivir. Desde las ventanas de la prisión eran muchos los presos que se asomaban para ver pasar al Cristo de las Tres Caídas y a la Virgen de la Esperanza, e incluso algunos se atrevían a dirigir saetas a ambas imágenes.
Una de estas saetas decía así: "Soleá dame la mano, a la reja de la cárcel, que tengo muchos hermanos, huérfanos de padre y madre...". Al escuchar esto, Font de Anta se inspiró para crear una marcha que recoge la melancolía propia de la escena que se reeditaba año tras año en el mismo lugar, y para la que tomó prestado como título el primer verso de aquella saeta.
La historia de esta marcha se completa con lo que el músico ruso Igor Stravinski, de visita en Sevilla, diría años más tarde al escuchar la marcha "Soleá dame la mano" interpretada tras el paso de palio de la Virgen del Refugio de la Hermandad de San Bernardo: "Estoy escuchando lo que veo y viendo lo que escucho".
Pero la tragedia se llevó por delante, recién iniciada la guerra civil, a un joven compositor que, en caso de haber vivido muchos más años, hubiera sido capaz de regalar a los amantes de la música en general grandes creaciones que, como estas dos marchas procesionales, hubieran permanecido para siempre en la memoria colectiva de todos.
Y todo por una fatal coincidencia. Un grupo de republicanos se presentaron en el inmueble donde Manuel Font de Anta vivía. No le buscaban a él, sino a un compañero de piso al que querían liquidar por diferencias ideológicas. Al no encontrar en casa a quien pretendían asesinar, y ya que habían hecho el viaje, decidieron matar al que les abrió la puerta. Así de sencillo. Esto, queridos lectores, es también memoria histórica.