domingo, 14 de noviembre de 2010

LA SOLEDAD DE NOVIEMBRE


Einstein no era cofrade. Al menos, que se sepa. Y, sin embargo, el sabio entre los sabios dio con una máxima que para los que sí lo somos no puede tener mayor sentido. El tiempo es relativo, dijo. ¿O no es verdad que, de algún modo, hoy termina un año, un ciclo, una forma de contar la vida? ¿O también que otro año, medido de diferente manera, empieza a morir cuando los nazarenos blancos del Porvenir toman las calles e iluminan el parque? ¿No es cierto que por San Lorenzo, bien temprano, en enero, se abre una nueva Cuaresma? ¿O que una Madrugá no acaba hasta que el sol en todo lo alto no se despide de la Esperanza entre las columnas del antiguo teatro de San Fernando? ¿O que a las tres de la mañana sigue siendo lunes, pese a ser ya martes, si la Virgen de la Salud sigue recorriendo las calles que la conducen a San Gonzalo? Va a ser que sí, que el tiempo es maleable para un cofrade.
Ya lo he dicho. Hoy termina un año, un ciclo, una forma de contar la vida. Esta noche, cuando la Virgen del Amparo cruce de nuevo el dintel de la puerta que sólo Ella franquea y vuelva a su casa, a la Magdalena, completaremos un nuevo anillo en el tronco de nuestra alma de incienso y de cirio. La Virgen del Amparo, la del corazón alado, la del Niño que juega con su rosario, la que desde la reja de su capilla te dice que te vería con buenos ojos en su hermandad, sale hoy a las calles como la Soledad de San Lorenzo lo hace cada Sábado Santo para poner un punto, siempre seguido, a un calendario que encadena emociones y vivencias de un eterno retorno en el que todo cambia, para que todo permanezca.
La Soledad cierra la penitencia, como la Virgen del Amparo echa el pestillo a las glorias. Y sí, es cierto que al tiempo penitencial de la Soledad le sobrevive por unas horas el de la Esperanza Trinitaria, para poner después la guinda los hermanos de Santa Marina; y sí, es cierto que al tiempo glorioso del Amparo le sobrevivirá el de la Virgen del Prado y la guinda rociera, ambas desde el Salvador. Pero Sevilla tiene sus claves, las que sólo entiende ella. Y por eso hoy, mediado noviembre, podemos afirmar que hemos cumplido el rito un año más.
Decía Paco Robles que cuanto mayor se es, menos triste se pone uno cuando ve a la Soledad, porque eso significa que se ha vivido una nueva Semana Santa, lo que siempre es motivo de alegría; y que, nos pongamos como nos pongamos, para que el próximo año llegue un nuevo Domingo de Ramos, es imprescindible contemplar antes a la dolorosa de San Lorenzo. Algo parecido ocurre con la Virgen del Amparo. Si queremos que el ciclo comience de nuevo en mayo por San Isidoro y San Bartolomé, antes habrá que detenerse en esa Virgen que apacigua terremotos, la que nos ve con buenos ojos junto a su reja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario