Por eso sorprende aún más la decisión de la junta de gobierno de llevar a cabo una modificación del paso de misterio de la Entrada en Jerusalén. Algo que ha decidido la junta en solitario, sin consultar a nadie. Y aunque aún estudiará el proyecto para una próxima aprobación definitiva, ésta tampoco tendrá que contar con la opinión de los hermanos, dado que las reglas de la corporación señalan que sólo habría que hacerlo en caso de sustitución de alguna imagen titular.
El caso es que lo que hermano mayor y compañía han decidido en medio del verano y de la escasez de información cofradiera, es remodelar el conjunto escultórico retrasando la posición del Señor hacia el centro del paso, como hasta hace unos cuantos años en que Jesús se encontraba perdido entre unas cuantas cabezas, y retirar la talla de “Amparito”, mote con el que cariñosamente se conoce a la mujer tallada en 1976 por Juan Abascal inspirándose en el rostro de Amparo Castro, esposa del que fuera hermano mayor del Amor, José Álvarez Pérez (las tallas de dos niños de Abascal también tienen la cara de antiguos nazarenos blancos de los años 70). Su lugar en el paso lo ocupará otra mujer recibiendo al Señor tallada por Fernando Aguado, quien además realizará otro niño.
Sorprende todo. Tanto que uno no sabe por dónde empezar a analizar la ocurrencia. Pero empecemos por la posición del Señor. Dice la junta de gobierno que llevaban meses dándole vueltas al misterio porque, al situarse en la delantera, no se representa bien el momento en que Jesús entra en Jerusalén y es recibido por la muchedumbre, ya que parece que le siguen en lugar de salir a su encuentro. Lo que es casi tanto como decir que habría que cargarse las cruces de todos los nazarenos de la Semana Santa porque en realidad lo que Jesús llevó hasta el Calvario no fue una cruz como tal, sino sólo el patibulum, o travesaño horizontal; o que habría que dar la vuelta al Señor de la Sentencia, al Cautivo y Rescatado, al Señor del Silencio y al Soberano Poder de San Gonzalo para que, como Jesús ante Anás, miren hacia dentro de sus respectivas escenas de una forma realista, en lugar de mirar hacia fuera del paso.
Puestos a ser tan escrupulosos con la verosimilitud del misterio de la Borriquita, quizá la Hermandad del Amor debería plantearse eliminar la palmera, ya que no pinta nada una palmera en mitad del camino por el que Jesús acaba de pasar.
Pero es más: ¿tan ilógico es pensar que si los ciudadanos de Jerusalén salieron al encuentro del Señor después muchos de ellos se situarían detrás para seguirle hasta el interior de la ciudad? Dicho de otro modo: el cambio de posición del Señor en el paso no se sostiene desde un punto de vista lógico. Obviamente, en el momento de su llegada a Jerusalén, a Jesús le rodearía muchísima gente por delante, por detrás y por los lados. Y si queremos ser tan meticulosos con lo que representa la escena, ¿dónde están las murallas de Jerusalén?
En cuanto a la sustitución de la talla secundaria de la mujer, estamos ante una figura cuyo valor artístico podrá ser discutible, pero no su valor sentimental, ya que, como decía arriba, tiene hasta nombre propio muy conocido por los hermanos del Amor y por muchísimos cofrades. ¿En qué va a ganar el paso con la aportación de Fernando Aguado? ¿Y por qué se ha escogido a este joven imaginero para poner su grano de arena en un paso perfectamente concebido y con un sabor tremendamente clásico?
No diré yo que Aguado es un mal imaginero. En absoluto. Ahí está su Señor de la Caridad de la Hermandad de San José Obrero para demostrar su valía. Pero tampoco se puede decir, por ejemplo, que el Cirineo que ha estrenado este mismo año dicha hermandad del Sábado de Pasión haya levantado pasiones. Más bien al contrario. Se esperaba mucho más.
¿Es mejor Aguado que Abascal? Puede. Para gustos, los colores. Pero, ¿era la mejor opción de la junta de gobierno del Amor para meterle mano a un misterio tan importante y tan simbólico de la Semana Santa sevillana? Lo dudo.
En definitiva, ¿había necesidad de plantear estos cambios en el paso de la Entrada en Jerusalén? Evidentemente ninguna. A ver si va a resultar que la actual junta de gobierno de la Hermandad del Amor es de ésas modernas que se empeñan en dejar su impronta en la cofradía, por más absurda que resulte, con tal de que se les recuerde en años venideros…
Esperemos que recapaciten y no haya aprobación definitiva para este sinsentido. De no ser así, propongo crear en el subsuelo del Salvador una sala de esculturas olvidadas, con el Cirineo de Sebastián Santos, la cabeza atribuida a Juan de Mesa, el San Cristóbal de Martínez Montañés (que desde la restauración del templo fue retirada del retablo al que daba nombre y encerrada tras una reja a los pies de la nave de la Epístola) y ahora, además, “Amparito”. Poco a poco se podrá crear un paso de misterio completo…