Entre las obras de la calle Matahacas y la dichosa norma arzobispal que impide a las glorias salir de sus feligresías, salvo que cambien las reglas, cosa que a esta hermandad no le ha dado tiempo, la Virgen del Carmen de Santa Catalina, la única que sale procesionalmente en su día, el 16 de julio, caiga en el día de la semana que caiga, recorrió anoche un itinerario distinto al que ha sido habitual en los últimos años, tomando en el inicio por callejuelas muy estrechas y dando luego un rodeo por la Plaza de San Leandro sin poder pasar, como es costumbre, por Santa Ángela, al estar el Convento de las Hermanas de la Cruz en los dominios de la Parroquia de San Pedro.
Pero vamos por partes. La función principal en la Parroquia de San Román se alargó más de lo previsto, por lo que no fue hasta las nueve y veinte, con veinte minutos, por tanto, de retraso, cuando el cortejo se puso en camino. Poco antes había hecho acto de presencia en la plaza la Banda de Cornetas y Tambores Varón de Dolores, que iba a ser la encargada de abrir paso a la cofradía por su itinerario. A continuación, se abrieron las puertas interiores del templo y salió la cruz entre ciriales, seguida del libro de reglas y las representaciones del Grupo de Devotos del Cristo del Perdón, de la Hermandad de los Gitanos y de la Hermandad de la Exaltación. Después iba el propio estandarte de la Hermandad del Carmen y Rosario de Santa Catalina y la presidencia, en la que se encontraban representantes de la Real Liga Naval Española y el párroco de San Román y Santa Catalina, Francisco José Blanc.
Tras el cuerpo de acólitos, se acercó hasta la puerta ojival de San Román el paso de palio de la Virgen del Carmen, al que antes de salir la Asociación Musical de La Algaba le tocó el Himno de Andalucía, como es habitual en esta hermandad, seguido después por el Himno de España cuando, no sin dificultad, el palio logró salir a la calle y atravesaba la rampa de madera que conecta el acerado situado ante la puerta con el ubicado algo más adelantado en la plaza. Resultó curiosa, por cierto, la obsesión de los miembros de Protección Civil por apartar a la gente de delante del paso cuando precisamente a alguien se le ocurrió que el mejor lugar para aparcar el vehículo de este cuerpo de seguridad fue precisamente en medio de la plaza, dificultando así a los costaleros y capataces, capitaneados por Emilio Moreno, el primer giro hacia la izquierda en dirección a la calle Sol.
"Esperanza Macarena", la partitura más destacada de la enorme producción musical del compositor Pedro Morales, que falleció el pasado 30 de junio, fue la primera marcha que la Banda de La Algaba interpretó tras este palio con la Virgen del Carmen, que, al no poder tomar por Matahacas, se internó por la parte más estrecha de la calle Sol y luego por la no menos angosta calle Butrón. "Soleá dame la mano" sonó en los primeros metros de Sol, marcha encadenada con la palillera y con "Reina de San Román" en el giro a Butrón, donde por fin pudo detenerse el paso antes de afrontar la última estrechez, que salvó también con el acompañamiento de la palillera.
El segundo tramo de Butrón, ya sin la excesiva estrechez, lo
recorrió la Virgen del Carmen con “La saeta”, seguida después por el redoble
del tambor casi hasta la Puerta Osario. La hermandad estaba empeñada en
recuperar los veinte minutos de retraso con los que había salido.
Después, otra modificación en el itinerario respecto a otros
años, ya que no tomó por Escuelas Pías, sino por Jáuregui, a la que llegó con
la marcha “La Estrella Sublime”, seguida más adelante por “Candelaria”. Con esta última, el paso de palio, que contaba con rosas blancas
de gran tamaño en la delantera y esquinas, y con azucenas y lilium en los
costeros, alcanzó la Plaza del Padre Jerónimo de Córdoba, que rodeó para pasar por delante del conocido bar Quitapesares, que fue del cantaor y saetero Pepe Peregil.
Precisamente, en la puerta del Quitapesares, al que el paso llegó con "Virgen de las Aguas", se detuvo la Virgen del Carmen y se dedicó la siguiente levantá a la memoria de Peregil y a sus familiares, algunos de los cuales estaban emocionados junto al paso en ese momento.
Con “Macarena”, la Virgen del Carmen se alejó del
Quitapesares hacia la Plaza de Ponce de León, donde, sin que el paso se parara,
la banda interrumpió una segunda interpretación de la marcha de Abel Moreno
para ser sustituida por el tambor.
A continuación, junto a la torre de la añorada Santa
Catalina, el palio se detuvo antes de afrontar el rodeo que iba a hacer por
Francisco Carrión Mejías, San Leandro y Alhóndiga. El giro a la primera de
ellas lo hizo a los sones de “A Ti, Manué”, a la que después seguiría “Hermanos
costaleros”. Curiosamente, esta marcha fue cortada de nuevo por la banda sin
que el paso se detuviera y cuando sólo quedaba la repetición final de los conocidos
sones con los que comienza.
Con una rapidez enorme, el paso de palio dejó atrás
Francisco Carrión Mejías, recorrió el lado derecho de la Plaza de San Leandro y
alcanzó la calle Alhóndiga mientras sonaba “Virgen de la Paz”. En este
trayecto, el aire había apagado gran cantidad de cirios de la
candelería. “No quisiera ser yo el tío de la caña”, bromeaba la periodista
Irene Gallardo, diputada del paso, precisamente con el encargado de mantener
encendida la candelería. No se le dio mal, en cualquier caso, su misión, ya que
en la siguiente parada logró encender casi todos los cirios de uno de los
lados, dejando el resto para después cuando el capataz tocó el llamador.
Tras una breve chicotá, el paso se detuvo ante un grupo de devotos de la Virgen del Carmen del Buen Suceso, que dedicaron un cántico a la Virgen homónima de Santa Catalina.
Dos marchas macarenas acompañaron a la Virgen del Carmen en
su discurrir por la calle Alhóndiga: “Macarena”, de Emilio Cebrián, y “Coronación
de la Macarena”, que sonó en dos ocasiones hasta que el palio giró a Almirante
Apodaca, volviendo a salir ante su Iglesia de Santa Catalina.
Seguidamente, la Virgen del Carmen se encaminó a la Plaza de
San Pedro, rozando los límites de su feligresía, con la marcha “Rocío”, y
después giró a Doña María Coronel con la composición “Rosarios en tus varales”, dejando a Santa Ángela, al otro lado de San Pedro, sin verla pasar este año por
delante.
Con celeridad pasó la Virgen del Carmen por la calle que
lleva el nombre de la religiosa que huyó como pudo de las pretensiones amorosas
del rey cruel, hasta que alcanzó el giro a Gerona, que llevó a cabo con “Triana
de Esperanza”. Poco después fue el turno de la marcha “Cristo en la Alcazaba”.
Desde Gerona, la marcha “Pasan los campanilleros” sirvió
para acompañar a la Virgen del Carmen hasta la Plaza de los Terceros, pasando
de nuevo por las inmediaciones de Santa Catalina. Más adelante, tras un relevo
de costaleros, sonó “Esperanza de Triana Coronada” para internarse por Bustos
Tavera de camino al antiguo Convento de la Paz, donde esperaba una
representación de la Hermandad de la Mortaja.
Ante ella llegó la Virgen con la marcha “La Madrugá”,
dándose la curiosa circunstancia de que la banda interrumpió la marcha cuando
el palio completó el giro ante la puerta, para ser retomada después al
marcharse de allí. Y en el intermedio generado en la marcha, los cofrades de la
Mortaja rezaron el Ave María y entregaron una ofrenda floral que fue depositada
a los pies de la Virgen del Carmen.
Posteriormente, tras una parada del paso en la confluencia
de Bustos Tavera con Doña María Coronel, la Virgen del Carmen giró a la derecha
hacia la calle Peñuelas con la banda tocando “El Cachorro. Saeta sevillana”. Y,
al igual que el Viernes Santo, detrás del Cachorro vino la O, ya que la
siguiente marcha fue “María Santísima de la O”, alcanzando así la Virgen del
Carmen la Plaza de San Román.
Quedaba sólo una marcha para finalizar la procesión, y ésta
fue “Mi Amargura”, con la que el paso de palio giró ante la puerta del templo
colocándose para realizar después la entrada.
En completo silencio, desde el centro de la plaza el paso de
palio avanzó caminando hacia atrás para acercarse a la complicada puerta ojival
de San Román, que logró atravesar con algún sobresalto más evidente en el
público que en los capataces, que con toda solvencia lograron devolver sin
problemas a la Virgen del Carmen al interior del templo, momento en que la
Banda de La Algaba interpretó el Himno Nacional.
Era la una y dieciocho minutos cuando el palio se perdía en
el interior de San Román, cuyas puertas se cerraron con total rapidez para
impedir que nadie ajeno a la hermandad entrara en la iglesia, algo muy diferente a lo que ha
ocurrido otros años. Entre los que se quedaron en la calle sin poder despedirse
de la Virgen del Carmen había cuatro jóvenes, dos de ellos, chico y chica,
visiblemente emocionados; sobre todo ella, que derramaba las lágrimas mientras
se abrazaba a otra chica, movida quién sabe por qué recuerdos, qué necesidades
o qué preocupaciones. No importa. Ella, la Virgen del Carmen, sabrá cómo
gestionarlos.
Precioso el final de la crónica. Esos detalles explican por sí mismos la necesidad de las procesiones en el siglo XXI.
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