Hay extraordinarias que lo son en su máxima expresión; que lo son en todos los sentidos posibles. Y la que la Hermandad del Museo ha llevado a cabo este fin de semana para celebrar los 450 años desde su fundación ha sido tan extraordinaria que nos ha hecho viajar algo más de un siglo hacia atrás. Y es que hasta que en 1922 la Virgen de las Aguas fue entronizada por primera vez en un paso de palio (aunque aquel año la lluvia impidió la salida), iba a los pies del Santísimo Cristo de la Expiración en el mismo paso.
Y así, como si fuera uno de aquellos antiguos Viernes Santos, pudimos ver por las calles a ambas imágenes compartiendo andas procesionales. La Virgen al frente, el crucificado detrás. La dolorosa, además, arrodillada, tal y como la concibió su autor, Cristóbal Ramos, y con sus manos entrelazadas, las que nunca debieron ser sustituidas.
Pero también fue extraordinaria la forma de presentarse vestida la imagen mariana, enjoyada y dejando de lado su clásico tocado blanco y su manto liso. En su lugar, llevó el anterior manto procesional de la Virgen de la Quinta Angustia, cuya hermandad no se caracteriza precisamente por prestar sus enseres. Que se lo digan a la Hermandad del Prendimiento de Jerez, antigua propietaria de la prenda, que recibió la negativa por respuesta cuando solicitó ese mismo manto para su extraordinaria de 2019 (ver); extraordinaria que también tuvo mucho de viaje en el tiempo.
Y otro préstamo fue el de la Hermandad de la Cena, también de Jerez, que cedió para esta salida extraordinaria del Museo los candelabros de las esquinas de su misterio, de menor altura que los del paso del crucificado de Marcos Cabrera para que no sobrepasaran a la Virgen de las Aguas. Curiosamente, el paso de la Cena de Jerez fue realizado en los años veinte del siglo pasado para el Cachorro, por lo que los mismos candelabros que un día iluminaron al Cristo de la Expiración de Triana, iluminaron este fin de semana al Cristo de la Expiración del Museo. Curiosidades para la historia.
Precisamente al crucificado del Museo también hay que hacer referencia por un incremento patrimonial de su ajuar. Y es que se estrenaron para él unas potencias de plata chapada en oro realizadas por el orfebre Joaquín Ossorio con motivo de este CDL aniversario fundacional.
El viernes (tenía que ser este día de la semana en este viaje a un pasado Viernes Santo) tuvo lugar el traslado de la hermandad a la Catedral, donde al día siguiente se celebraría la misa estacional conmemorativa de este aniversario. A las cinco de la tarde se abrieron las puertas de la capilla y el cortejo, encabezado por la cruz de guía, comenzó a salir dirigiéndose a la calle San Vicente. Las insignias que se vieron en el cortejo fueron el guión sacramental, el del IV centenario, el mercedario y el estandarte corporativo. Además, antes del cuerpo de acólitos iban la Escolanía Salesiana y la Capilla Musical María Auxiliadora; uno sonidos también diferentes para una salida única.
No tardó demasiado en salir a la calle el paso con ambos titulares de la Hermandad del Museo, cofradía que se desquitó así de la cancelación de la estación de penitencia por lluvia del pasado Lunes Santo. El paso abandonó el templo con el Cristo de la Expiración hundido en el cajillo; pero una vez en la calle, recuperó su altura correcta con el ágil sistema automático con el que cuenta.
El exorno floral, labor como siempre encargada a Javier Grado, se componía de dos tipos de anémonas (mistral y levante) de color morado, además de algunos verdes que contribuían a una combinación cromática muy llamativa entre el morado, el verde y el dorado.
Tras la salida del paso, la escolanía comenzó a interpretar "Coplas al Cristo del Museo", primera de las composiciones que se iban a escuchar a lo largo de este traslado de ida a la Catedral, durante el que también se rezaban de tanto en tanto un Padre Nuestro y un Ave María a las imágenes titulares por las almas de los hermanos difuntos.
Al salir de la capilla, el paso rozó por una de sus esquinas la plaza del Museo y cruzó Alfonso XII para tomar la calle San Vicente por el mismo tramo, pero a la inversa, que el Lunes Santo recorre la vecina Hermandad de las Penas cuando ambas corporaciones se encuentran fugazmente en el inicio de sus respectivas estaciones de penitencia.
Desde la calle San Vicente, el paso giró a Cardenal Cisneros. En la puerta de la parroquia se encontraban las representaciones de las hermandades de las Penas y las Siete Palabras, y ante ellas se detuvieron el Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas antes de continuar su camino en una breve chicotá que dejó paso a otra hacia Virgen de los Buenos Libros.
Llamaba la atención el ritmo tan lento de la cofradía, no sólo en la forma de andar el paso, sino sobre todo en las paradas tan seguidas que se producían y con una duración tan larga todas ellas. De hecho, en la confluencia con la calle Cristo de la Vera-Cruz hubo una parada de bastantes minutos de duración sin motivo aparente.
Por fin, el paso reemprendió la marcha y recorrió Virgen de los Buenos Libros y Teniente Borges para salir a continuación a la plaza del Duque, donde prácticamente anocheció. Luego, el crucificado expirante y su Madre, de nuevo con las manos entrelazadas como en la salida extraordinaria de 2022 (ver), pasaron a la plaza de la Campana, teniendo la cofradía que transitar por la acera, como el Niño Jesús de Praga del Santo Ángel en enero, debido a las obras que se vienen realizando en el adoquinado. Y superada la dificultad, la cofradía decana del Lunes Santo se adentró en Sierpes.
Entre cánticos y sones de la Escolanía Salesiana y la Capilla Musical de María Auxiliadora, los titulares del Museo avanzaron por la calle Sierpes, donde en un momento dado los capataces fueron advertidos de la presencia de un toldo en la calle Cerrajería que podría dificultar el discurrir del paso.
Uno de ellos incluso se acercó para comprobar la situación mientras se llegaba a barajar la posibilidad de un cambio de itinerario improvisado por Sagasta. No fue en cualquier caso necesario, y la cofradía transitó por Cerrajería y por Cuna, accediendo por ella a la plaza del Salvador, donde salieron al encuentro de la hermandad las corporaciones del Amor y Pasión.
El itinerario de este traslado continuó luego subiendo la calle Villegas y por la calle Francos, donde era ya una auténtica bulla la que veía a la cofradía del Museo en este viernes de noviembre con sabor, inédito para todos los presentes, a Viernes Santo antiguo. El paso recorrió al completo Francos y un tramo de Placentines antes de bajar la Cuesta del Bacalao para alcanzar las calles Alemanes y Cardenal Carlos Amigo, a pocos metros de llegar a la Catedral.
Finalmente, el Cristo de la Expiración y la Virgen de las Aguas asomaron a la plaza de la Virgen de los Reyes y, tras una parada a los pies de la Giralda, se dispusieron a entrar en la Catedral por la Puerta de los Palos. Cuando pasaron la reja de acceso al atrio de dicha puerta, las campanas de la inmensa torre comenzaron a repicar. Era ésta la forma en que el primer templo de la Archidiócesis daba la bienvenida a una hermandad de cuatro siglos y medio de historia.
A las nueve y diez de la noche, tras una cierta aceleración del ritmo de la cofradía respecto a las primeras calles del itinerario, finalizaba este traslado de la Hermandad del Museo. Por delante, la intensa jornada del sábado, con la misa estacional por la mañana y la procesión extraordinaria de regreso por la tarde.
















































































































































































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