Sin ánimo de hacer el menor chiste (un chiste que en los dos últimos años no ha tenido ninguna gracia), el sol relucía el Jueves Santo. Al menos por la mañana, durante la que las nubes que se podían vislumbrar eran de algodón, del bueno, del que no engaña, del blanco puro. Quizá de cuando en cuando surcaba los cielos alguna un poco más gris. Pero uno se intenta siempre aferrar a lo positivo.
Después del Miércoles Santo, la primera jornada completa de este año, los cofrades nos animamos y pensamos que ya lo peor había pasado. No había de qué preocuparse; sólo disfrutar y dejarse llevar. Y eso hizo la gente: aprovechar el solecito y crear inmensas colas en los templos como la que, por ejemplo, en la Magdalena serpenteaba desde la puerta hacia la calle Bailén para después rodear los setos que se sitúan ante la fachada, encaminarse hacia Montserrat y acabar bien entrada la calle Cristo del Calvario. Y todo ello bajo el espejismo del sol mañanero y las nubes de algodón, y a merced de las partículas que caían de los viejos plátanos de sombra directas al conducto respiratorio de los pacientes integrantes de la fila. Pero merecía la pena por ver los pasos de las hermandades del Calvario y la Quinta Angustia, así como el misterio de San Gonzalo, refugiado allí desde el Lunes Santo.
Ilusionados y envalentonados por el sol y el algodón, emprendemos el camino hacia las primeras citas de la jornada. Pero entonces salta la alarma. En la calle Orfila, justo delante de la Capilla de San Andrés, la cera derramada sobre el asfalto hace patinar a una moto que cae con su conductor arrastrando consigo a un hombre y a una niña. Gracias a Dios, todo quedó en un susto a pesar del inconsolable llanto de la pequeña. Incluso el motorista y el hombre atropellado se abrazaron tras comprobar que todos estaban bien. Dos reflexiones sobre este asunto: en primer lugar, este año se ha visto un excesivo volumen de tráfico rodado por el centro de la ciudad incluso en zonas en las que se concentraba un buen número de personas. Es más, en algunos casos se ha tardado demasiado en cortar calles y plazas por las que sólo minutos después iba a pasar o salir una cofradía. Y en segundo lugar, la calle Orfila es una de las vías por las que pasan más hermandades, sobre todo el Miércoles Santo. Convendría retirar la cera prácticamente a diario, sobre todo si se va a permitir un normal volumen de tráfico.
Recuperados del susto, continuamos hacia el primer destino: la Capilla de la Fábrica de Tabacos. Muchas personas (y pocas mantillas, como en general en toda la ciudad) esperaban una salida que era especial debido al fenomenal trabajo realizado en el paso de palio de la Virgen de la Victoria por Jesús Rosado, que ha restaurado los faldones, la saya y las caídas, añadiendo en estas últimas nuevos bordados interiores y reproduciendo en el techo el diseño anterior, mientras que éste se ha colocado en la parte externa, para deleite de quienes lo contemplen desde los balcones.
Nada de esto, sin embargo, iba a verse en las calles. Conforme se acercaban las tres de la tarde, el cielo se iba oscureciendo al tiempo que crecían los temores. Finalmente, conocíamos que el hermano mayor había pedido una prórroga de una hora. Es curioso, sin embargo, que con una predicción meteorológica que habla de un ochenta por ciento de probabilidades de lluvia se pida una hora. ¿Qué se supone que va a ocurrir en ese plazo? ¿El ochenta por ciento va a reducirse al veinte? ¿Al diez? ¿Al cero por ciento, quizá? No cabía duda: la de 2012 era la Semana Santa de la espera y de la paciencia en el personal. Pasada la hora, lo inevitable. Las Cigarreras no sale por segundo año consecutivo.
Comenzaba así un ciclo ya vivido, perfectamente conocido, todo un ‘déjà vu’. Casi se podía adivinar el orden en que las hermandades del Jueves Santo, como fichas de dominó, irían cayendo. Así, pocos minutos después era la Hermandad de los Negritos la que suspendía su estación de penitencia. El nuevo itinerario de ida por las calles Guadalupe y Santiago tendrá que esperar un año más. A la tercera puede que vaya la vencida. Veremos. En el templo se quedaron unos pasos de los que llamaba especialmente la atención, como viene siendo habitual en los últimos años, el exorno floral; principalmente el del Cristo de la Fundación, con grandes calas de un color a medio camino entre el rosa y el morado.
Para cerrar este primer trío de decepciones de la tarde desde Los Terceros se anunciaba que la Hermandad de la Exaltación tampoco iba a salir. También de Jesús Rosado eran los nuevos y restaurados bordados de los faldones del paso de palio. Horas más tarde, un hombre conversaba con el hermano mayor en el templo y le decía aquello tan escuchado: “Ponemos la Semana Santa en agosto y seguro que también llueve”. Pues sí. Para consuelo de todos, hay que señalar que alguna saeta sí que se pudo escuchar en el interior de la iglesia dirigida al Cristo de la Exaltación y a la Virgen de las Lágrimas.
Y en medio, antes del segundo trío de la jornada quedó Monte-Sión, que tras la estéril prórroga acabó sumándose a la lista de las, como se dice ahora, “no salidas” de la jornada. Sólo quedaban, por tanto, la Quinta Angustia, el Valle y Pasión. O mejor dicho: la Quinta Angustia, Pasión y el Valle, pues éste fue el orden en que una a una anunciaron la suspensión de sus estaciones de penitencia.
Junto al proyectado nuevo recorrido de ida de los Negritos, otros dos estrenos aplazados el año pasado y vueltos a aplazar ahora hasta 2013 que hay que contar son las hermanas nazarenas de la Quinta Angustia y el acompañamiento musical de la Oliva de Salteras tras el palio de la Virgen de la Merced. Un estreno, este último, que podría haberse materializado durante el soleado y algodonado Jueves Santo de 2010 si no hubiera sido por la cabezonería de unos pocos…
Nos las prometíamos muy felices por la mañana. Ahora sabemos, en cualquier caso, que el algodón, y también el sol, sí que engañan. Bueno, también nos engañamos a nosotros mismos porque, en realidad, ya sabíamos cuáles eran las previsiones desde varios días antes.
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