En la mañana del pasado domingo tuvo lugar la procesión de impedidos de la Parroquia de Omnium Sanctorum organizada por la Hermandad de Todos los Santos. Cumpliendo con la tradición de acercar la Eucaristía a los enfermos e impedidos del barrio durante la Pascua (aunque en la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II se permitió que esto se pudiera realizar en cualquier momento del año), la hermandad recorrió con Jesús Sacramentado algunas de las calles del barrio de la Feria. Así, tras salir se dirigió hacia la parte más estrecha de Peris Mencheta para seguir por Palacios Malaver, Cruz Verde, González Cuadrado, Plaza Calderón de la Barca, Amargura, Relator, Pasaje González Quijano, Peris Mencheta y Feria.
A lo largo del cortejo, del que formaron parte las hermandades del Carmen Doloroso, los Javieres y el Carmen de Calatrava, se realizaron paradas en los altares que habían sido dispuestos para depositar al Santísimo, que era portado bajo palio detrás de la custodia vacía. En dichos altares se colocaba la custodia y el párroco, Pedro Juan Álvarez Barrera, introducía el Santísimo para orar ante él. La Banda de Música del Maestro Tejera cerraba con sus sones la procesión.
El primer altar lo encontramos en la calle González Cuadrado, cuajado de elementos sacramentales, como la cera roja, el pan, las espigas de trigo, el vino y las uvas. Un Niño Jesús vestido con una túnica roja bordada centraba el efímero monumento.
Ante la fachada de su casa hermandad, la cofradía del Carmen Doloroso montó un altar presidido por una pequeña dolorosa y rematado en su parte superior por el respiradero delantero del misterio de Nuestro Padre Jesús de la Paz. Además, se situaron jarras con claveles rojos y espigas de trigo, y ramas de romero en el suelo.
Posteriormente, tras pasar por delante de San Basilio, el cortejo se detuvo ante un altar ubicado en una casa particular donde había una reproducción de la zaragozana Virgen del Pilar.
La última parada se realizó ante la casa hermandad de los Javieres, que había preparado un altar con la imagen de San Francisco Javier que habitualmente ocupa una hornacina en la fachada. Sobre la mesa de este altar se dispusieron pan y espigas de trigo junto a un racimo de uvas.
De regreso a la parroquia, el cortejo volvió a pisar la alfombra de flores con que se decoró la puerta del templo y el Santísimo regreso al altar, a los pies del baldaquino de la Reina de Todos los Santos.
Como curiosidad hay que destacar que a lo largo de toda la procesión dos niños fueron repartiendo entre los viandantes unos pequeños folletos con los que la hermandad quiso explicar para quien no lo supiera en qué consistía la procesión de impedidos y el fin sacramental de la propia corporación.
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