Pero es también día de grandes emociones e imágenes que invitan a la oración. Es día de miradas, de gestos de ternura, de diálogos imposibles, de búsqueda del calor y el contacto humano en escenas sobrecogedoras que llaman, gritan, pidiendo reflexión. Es, en definitiva, Viernes Santo en Sevilla.
Y en Triana. El antiguo arrabal tiene en éste su día grande. A la Esperanza se unen en esta tarde otras dos cofradías para completar la trilogía de devociones con la que el barrio se despide de la Semana Santa. En primer lugar, a las cuatro menos cuarto de la tarde sale la cruz de guía de la Hermandad del Cachorro, que se dispone a recorrer la calle Castilla de punta a punta.
Mientras sale, un pequeño remolque para caballos que apenas se mueve nunca de la calle sirve para resguardarse del sol y del intenso calor que se resiste a perderse una sola cofradía esta Semana Santa. Han sido varios años con las nubes de por medio y este año el astro rey no estaba dispuesto a perderse ninguna de las escenas de la Pasión del que es Rey de reyes.
A esa hora de la tarde quien reina es el Cachorro, el impresionante Cristo expirante que dirige su mirada al Cielo, al Padre, a punto de volver a su encuentro una vez cumplida la misión por la que se hizo hombre y mortal como cualquier otro.
A estas alturas, poco se puede decir del Cachorro que no se haya dicho ya. Es uno de los grandes crucificados de Sevilla, y se podría decir que del mundo. Si en otros lugares las más asombrosas obras escultóricas se hacían en mármol, en esta tierra son de madera policromada, lo que quizá le da más realismo al resultado, sobre todo en imágenes como ésta, de Francisco Antonio Gijón, con la que todo se ha consumado.
Claveles rojos de un tono muy oscuro componen el monte sobre el que está clavado el Cachorro, este año sin corona de espinas ni potencias. La Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas enlaza unas composiciones con otras en los primeros metros de la calle Castilla.
Entre el Cristo expirante y su Madre, otra buena cantidad de nazarenos de túnica y antifaz negro con capa blanca antes de la salida de la Virgen del Patrocinio de la Basílica trianera. La dolorosa de Álvarez Duarte es otra de las grandes miradas del Viernes Santo. En este caso, sus expresivos ojos, brillantes por las lágrimas que a punto están de brotar, se dirigen hacia abajo.
Este año, la Virgen ha salido con un llamativo tocado liso dorado, mientras que las flores que adornaban su personalísimo paso de palio, con bordados de Olmo, eran sus habituales claveles de color rosa.
La Banda de la Oliva de Salteras interpretó en el inicio de la calle Castilla las marchas "El Corpus", "Señorita de Triana" y "Virgen de las Aguas". Con ellas siguió recto con cierta celeridad para dejar salir a su hora a la vecina Hermandad de la O, que sitúa su cruz de guía inmediatamente detrás de la banda para cruzar juntas el puente.
Más miradas del Viernes Santo. Por Tetuán, tras dejar atrás la Plaza Nueva, avanzaba el pesado paso de misterio de las Tres Necesidades, de la Hermandad de la Carretería, cuyos zancos son garras que se aferran al adoquinado en cada parada.
La Virgen de la Luz busca desesperada los ojos inertes del Santísimo Cristo de la Salud, como también hacen San Juan y las tres Marías, e incluso José de Arimatea y Nicodemo, escalera en mano, dispuestos a descender el cuerpo de Jesús.
También dicen mucho las miradas de los ladrones. San Dimas busca a quien le ha prometido el Paraíso. Gestas, incrédulo, no ve en Jesús nada más que a un delincuente como él que ha sufrido el mismo destino y su mirada está fuera de la escena. Como el Domingo de Ramos en la Cena, el “malo” es el único que mantiene la mirada perdida lejos de lo que ocurre a su alrededor.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras adapta sus sones y hasta se diría que el ritmo de los tambores, al romanticismo y sobriedad propios de la Carretería, cuyo paso de misterio, con lirios morados y cardos, continúa hacia la Campana con la marcha “Jesús ante Anás”.
No lejos del misterio, los elegantes nazarenos de terciopelo azul dan paso al palio de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad; un paso que ha ganado en los últimos años con los bordados que se han ido incorporando en el techo, caídas interiores, corbatas y faldones. Este año también ha habido un estreno, aunque sólo quienes contemplaran el paso de palio desde un balcón pudieron verlo. Se trataba del repostero que cubre el techo en su parte exterior, diseñado por José Asián, diseñador también de los nuevos bordados de todo el paso.
La Virgen del Mayor Dolor, tras salir de la calle Barcelona, recorrió el lado de la Plaza Nueva donde está la Capilla de San Onofre por el acerado, en lugar de por el centro de la calle. La Banda de Música Nuestra Señora de la Victoria interpretó por la plaza la marcha “Sevilla cofradiera” mientras la Virgen, obra del jerezano Alonso Álvarez de Albarrán, miraba al Cielo buscando quizá, como el Cachorro, al mismo Padre en busca de consuelo.
Claveles blancos y rosas del mismo color conformaban el exorno floral de este paso de palio con sabor a otro tiempo.
Desde Méndez Núñez desembocaba en la Plaza Nueva la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, una Madre mirando también al Cielo en el día de las miradas. Los grandes ojos de la Soledad parecen buscar una explicación al sufrimiento que ha acabado por dejarla sola al pie de la cruz, con la corona de espinas en la mano derecha, mientras se lleva la izquierda al pecho.
José Antonio Grande de León ha sabido sacarle un gran partido a esta dolorosa de Gabriel de Astorga con su forma de vestirla, que ha añadido este año una toca de sobremanto que no llevaba en 2014.
Pero hay que sumar a la belleza del conjunto el exorno floral de Javier Grado, que ha cambiado las gerberas del año pasado, y el habitual color rojo que suele presentar este paso, por los jacintos morados, una flor siempre muy efectiva, combinados con rosas de un color malva claro en las esquinas y en las jarras de los costeros.
La Soledad de San Buenaventura es una hermandad que pasa por un buen momento y gana cada vez que se pone en la calle, atrayendo cada vez a más gente para la que quizá antes pasaba algo más desapercibida. Ellos se lo perdían. La Soledad franciscana es imprescindible en el Viernes Santo. Pero hay que saber mirarla y, sobre todo, escucharla.
Por la Plaza Nueva, la Banda Municipal de Mairena del Alcor, que se estrenó en 2014 tras este paso, interpretó la nueva composición dedicada a la Soledad, titulada “Dolor de Soledad”, de Francisco Javier Jiménez, a la que siguieron “Macarena”, de Cebrián, y “Valle de Sevilla” en la esquina con Tetuán, donde unos turistas comparaban a la Soledad de San Buenaventura con la Macarena. “Ésta no lleva palio, pero tiene un paso muy grande; mira cómo da la vuelta, más despacito, no la ‘bailan’ tanto”… Turistas de acento norteño apreciando la rica variedad de la Semana Santa hispalense.
¿Qué dirían esos turistas de la Plaza Nueva sobre la Hermandad de San Isidoro? Quizá les llamara la atención ver a los únicos nazarenos de ruán del Viernes Santo seguir su sencilla cruz de guía mientras bajan lentamente, pero sin detenerse, la calle que lleva el nombre de su Cristo, Jesús de las Tres Caídas.
Dos imágenes en el primer paso y dos expresivas miradas. En primer término, el Cristo caído de Alonso Martínez, mirando al vacío, sacando fuerzas de donde ya prácticamente no quedaban para levantarse y continuar camino del Calvario para culminar su misión. Detrás, la ruda y a la vez dulce mirada de un hombre que busca al devoto, al pueblo, como queriéndoles hacer entender la dureza del momento, como queriéndonos invitar a coger también la cruz.
Simón de Cirene, obra del autor del Cachorro, se ha definido siempre como la mejor figura secundaria de la Semana Santa y, afortunadamente, la Hermandad de San Isidoro es consciente y sigue permitiéndonos contemplarlo en las calles, sin haberse contagiado nunca del sinsentido que con su Cirineo comete cada Jueves Santo una hermandad vecina.
Claveles rojos en el monte de esta escena a la que no le vienen mal las flores silvestres que llevó durante varios años hasta hace relativamente poco tiempo, como tampoco le quedarían mal los lirios morados. Quizá otro año será.
No tarda mucho en aparecer desde la esquina de la Parroquia de San Isidoro con la calle Luchana el paso de palio dorado de la Virgen de Loreto, con claveles blancos en las jarras laterales y en las esquinas delanteras, y azahar en las jarritas delanteras y en todo el friso.
Aquí sí que no estaría mal dejarse llevar por las iniciativas de la misma hermandad vecina y ponerle una banda detrás a la Patrona de la Aviación, la que sostiene una réplica del Plus Ultra en su mano izquierda. No desentonaría en nada y la hermandad en la calle ganaría mucho.
Sencillísimo el tocado de la dolorosa, sin más joyas que el puñal. Como dijimos con la Virgen de la Presentación del Calvario, otra dolorosa bajo un palio de cajón, la sencillez y el buen gusto son perfectamente compatibles.
En San Juan de la Palma, la representación de la Amargura, cuyo paso de palio se veía al fondo, en el presbiterio del templo, recibía a la Hermandad de la Sagrada Mortaja, que con buen criterio decidió en 2012 cambiar su itinerario de ida, olvidando la fealdad de Imagen y Encarnación.
Es ésta otra de esas hermandades, y sobre todo por esta zona de Feria y San Martín, que nos reconcilia con esa Semana Santa casi perdida de tranquilidad, ausencia de bullas agobiantes y número de nazarenos perfectamente soportable. Pero lo más importante es lo que supone contemplar ese misterio que viene tras los dieciocho ciriales que muchos se empeñan en seguir vinculando erróneamente con el número imposible de personas que asistieron al entierro de Cristo. Con hacer la cuenta basta para descartar esa idea que alguien pensó un día y encontró rápido eco en la Sevilla cofradiera.
Lo importante es el misterio donde Jesús va a ser amortajado para su traslado al sepulcro. Día de miradas el Viernes Santo también aquí. Cada uno de los integrantes de este conjunto escultórico está atareado en algo. Es un paso que transmite vida, pese a la muerte de Cristo. Todos pendientes del Señor y de esa Madre, la Virgen de la Piedad, que mira el cuerpo inerte de su Hijo mientras lo sujeta con una mano y con la otra parece ofrecerlo al mundo. El Cristo Descendido de la Cruz, descoyuntado, parece estar únicamente dormido, acunado por la Virgen.
Lentamente, el paso sigue por Feria, tras la ofrenda floral de la Amargura, para meterse por las callejuelas que conducen a la Iglesia de San Martín. Aquí es la Lanzada, con su paso de misterio en la puerta, la que sale al encuentro de la cofradía del antiguo Convento de la Paz, que se detiene en mitad de la plaza antes de perderse por Cervantes.
Es una cita ineludible. La Soledad de San Buenaventura vuelve a su casa y hay que estar ahí para acompañarla. En la calle Zaragoza, antes del giro a Carlos Cañal, la Banda de Mairena del Alcor toca “Virgen del Valle”, a la que posteriormente sigue “Jesús de las Penas”. Poco a poco, la Soledad se va acercando a su templo, siempre de frente. Y entonces, la marcha que se ha convertido en inevitable banda sonora de esta hermandad, “Soledad franciscana”, que, al contrario que otros años, se ha tocado hasta el final, incluso aunque el paso ya estaba detenido antes de entrar.
Mientras la cruz vacía se baja para salvar el dintel, suena la misma voz femenina de cada año para cantarle una saeta a la Virgen sola entre jacintos. Finalmente, la Soledad regresa a San Buenaventura y, con el Himno Nacional se cierran las puertas que ponen fin a una estación de penitencia que sabe siempre a poco.
Y volvemos con Triana. La Hermandad de la O busca de nuevo el Puente de Isabel II por su itinerario estrenado el año pasado. La calle Temprado, que pocas horas antes vio pasar a la Carretería, se inunda ahora de nazarenos de raso morado que anteceden a Nuestro Padre Jesús Nazareno, vestido con la túnica burdeos que lució por primera vez en la calle en 2014 porque la lluvia lo había impedido el año anterior.
La familia Ariza guía los pasos de la que es su cofradía, mandando volver el paso a la Capilla del Rosario, en la esquina de Temprado y Dos de Mayo, ante la representación de la Hermandad de las Aguas, que tiene el palio de la Virgen de Guadalupe con la candelería encendida. El itinerario permite que vuelvan a este lugar los sones de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol, sustituida de aquella manera por la cofradía del Lunes Santo en 2013.
Lirios morados componen el exorno floral de este paso que ha completado sus reformas con el estreno de dos nuevas cartelas de los respiraderos, talladas por David Segarra, a lo que hay que añadir las cabezas de los cuatro ángeles que se encuentran en el canasto del paso, cuyo dorado ha sido también recientemente restaurado. Toda una puesta a punto de este paso, sobre el que hace algunos años los hermanos votaron acerca de su posible sustitución; afortunadamente, ganó el no.
Cuando el paso del Nazareno se perdió por Rodó, la Virgen de la O acababa de girar desde Santander a Temprado. La dolorosa de Antonio Castillo Lastrucci ha vuelto a llevar este año la corona de su Coronación Canónica, después de la grata sorpresa que supuso verla en 2014 con una de las dos coronas más antiguas que posee.
El palio estaba adornado con rosas de color rosa en las jarras y avanzaba por Temprado con chicotás breves. Hay que señalar lo que a todas luces parece algo fuera de lugar. Cada parada daba paso a auténticas juergas bajo las trabajaderas, con los costaleros haciendo bromas y comentarios en voz alta respondidos con risotadas impropias de quienes llevan sobre sus hombros a la Madre de Dios un Viernes Santo. Hubo uno que llegó incluso a imitar a una oveja desde debajo del paso, con las consiguientes risas de los demás. Y todo ello, sin reprimenda alguna ni por parte de los capataces ni de ningún miembro de la junta de gobierno. No se entendería que se permitieran esos comportamientos entre nazarenos desde las filas. ¿Por qué a los costaleros sí? ¿No están todos haciendo estación de penitencia?
Cuando el paso continuó su camino cerca ya de la Capilla del Rosario, sonó la marcha “Nuestra Señora de Guadalupe”, a cargo de la Banda de Música del Carmen de Salteras. Y tras detenerse ante la Hermandad de las Aguas, el palio de la última dolorosa trianera se alejó con “Nuestra Señora de la Oliva”.
Y llegamos a la Hermandad de Montserrat, que regresaba a su capilla por Castelar y Molviedro, con parada ante la Hermandad de Jesús Despojado, que recibe entre el Jueves y el Viernes Santo hasta a cinco cofradías en su puerta.
Claveles rojos lucía en el monte el misterio del Santísimo Cristo de la Conversión, otra escena de miradas. En este caso, la de Dimas, el Buen Ladrón, hacia Jesús, y la de Jesús hacia Dimas, el que cree en Él y recibe la mejor de las recompensas: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Dimas ve en Jesús a quien realmente es, mientras que Gestas, como en la Carretería, desvía la mirada. Pero no olvidemos otra mirada baja, la de la Magdalena, abatida ante la inminente muerte del Señor.
Desde Doña Guiomar, el Cristo de la Conversión siguió por Zaragoza y Puerta de Triana hacia la calle San Pablo. En el momento del giro en la esquina con Cristo del Calvario, la Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas interpretó las marchas “Conversión del Buen Ladrón” y “Cristo del Amor”, hasta que el misterio, con el crucificado de Juan de Mesa hundido en el paso para poder pasar por la puerta, entró de frente en la capilla.
Detrás, los capirotes azules dejan ver al fondo por Zaragoza el paso de palio tan característico de la Virgen de Montserrat; una auténtica joya de orfebrería y bordados, y por supuesto de imaginería, con la dolorosa atribuida también a la gubia de Juan de Mesa.
Por la Puerta de Triana, con el palio de Montserrat ya en dirección a la Magdalena, se veía al fondo por Reyes Católicos el palio de la O camino del Puente. Dos palios dándose la espalda, cada uno de vuelta a su casa.
El rostro de la Virgen de Montserrat quedaba perfectamente enmarcado con un tocado liso que dejaba ver el pelo de esta gran dolorosa que frunce ligeramente el ceño por el sufrimiento y el llanto.
Por si algo le faltara a este paso de palio romántico, como el conjunto de esta jornada penitencial, la música la pone la Banda del Maestro Tejera, que antes de la entrada tocó “Jesús de las Penas” y la genial composición que Pedro Morales dedicó a esta dolorosa, “Virgen de Montserrat”. Tampoco se dio la vuelta el palio para entrar en la capilla, concluyendo así la estación de penitencia.
Miradas, oraciones, reencuentros… y el agradable cansancio de un Viernes Santo de ensueño. Los programas de mano doblaban las últimas páginas. Pero aún había mucho que contar…
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