La Hermandad del Cristo de Burgos celebró el pasado sábado el vía crucis cuaresmal con su crucificado titular por las calles inmediatas a la Parroquia de San Pedro, en un culto que en todo momento discurrió a un ritmo bastante ágil, a las órdenes de Manuel Antonio Santiago, hijo del capataz general de la cofradía.
A las nueve menos cuarto de la noche se ponía en camino el cortejo, encabezado por la cruz alzada, que tiene una réplica del Cristo de la Catedral de Burgos, entre ciriales. Seguían en la salida cuatro acólitos con ciriales y la música de capilla, aunque el trío fue enseguida situado delante de los ciriales. A continuación, iba el Cristo de Burgos llevado por sus cofrades sin parihuela alguna y con dos servidores junto a la talla portando los faroles que acompañan cada Miércoles Santo a la cruz de guía de la corporación.
Tras el rezo de la primera estación del vía crucis en el interior del templo, el Cristo se detuvo en la misma Plaza de San Pedro para la segunda, tomando después la calle Santa Ángela de la Cruz, donde se leyeron algunas estaciones más antes de llegar a la puerta del Convento. Allí esperaban las Hermanas de la Cruz, que le cantaron al crucificado.
Después del Convento de las Hermanas de la Cruz, en cuya puerta se rezó la quinta estación del vía crucis, el Cristo de Burgos se dirigió al Convento del Espíritu Santo, donde se rezó la sexta, mientras que la séptima fue ante la Residencia de Ancianos San Juan Grande en la calle Gerona. Varios ancianos estaban sentados ante la fachada del centro, como es habitual cada vez que una cofradía pasa ante ellos a lo largo del año.
Por las calles Gerona y Doña María Coronel, pasando por el Convento de Santa Inés, el Cristo de Burgos regresó pasadas las diez de la noche a San Pedro, donde estuvo expuesto en besapié durante todo el día de ayer antes de ser subido a su paso procesional a la espera del próximo Miércoles Santo.
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