Lo que ocurre es que, más allá de lo sucedido, que las autoridades están investigando (o no) y ya nos dirán (o no, seguramente no) lo que pasó y por culpa de quién, lo interesante es saber qué va a pasar en la Madrugá, o mejor dicho, en la Semana Santa de 2018. ¿Todo se va a arreglar con el más que probable incremento de las medidas de seguridad? ¿Con más policía? ¿Con controles? ¿Con más aforamientos? ¿Más vallas? ¿Con una suerte de "ley seca" cerrando bares?
¿Y qué pasa con las cofradías y con el Consejo? ¿Habrán aprendido algo de todo esto o el año que viene volverá el Consejo a aplazar las soluciones que demanda la Semana Santa en muchas de sus jornadas y las cofradías seguirán empeñadas en pasar por calles irrenunciables que, en la práctica, suponen un quebradero de cabeza para los dispositivos de seguridad? No pondré ejemplos porque tampoco hace ninguna falta.
Eso es lo que importa por encima de todo: saber si el enésimo aviso en la Madrugá va a tener su reflejo en el diseño de horarios e itinerarios que faciliten, en la medida de lo posible, vías de escape ante situaciones de emergencia, o si ciertas cofradías seguirán en su universo paralelo defendiendo derechos e itinerarios históricos, ajenas por completo a lo que la situación actual demanda. Y lo que demanda la situación, lo que demanda la Semana Santa es, desgraciadamente, menos poesía y más pragmatismo. Y digo todo esto con pleno convencimiento de que, en los próximos meses, algunos hermanos mayores seguirán poniendo la poesía y el novelerío por delante. "Que cambien otros, que yo estoy bien como estoy". Veremos entonces si el Consejo, que en este primer año de mandato ha renunciado a sus funciones, ejerce por fin como tal.
Pero, como decía al principio, ésta pretende ser una crónica cofradiera de la Madrugá, por lo que iniciamos el relato cuando ya había pasado lo que había pasado, y la Hermandad del Silencio regresaba a la Iglesia de San Antonio Abad por el rodeo estrenado en 2016 de San Andrés y San Miguel, saliendo a Jesús del Gran Poder. Por esta zona se encontró este cronista con el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno, paso de gran personalidad, no ya sólo por la forma en que la talla de Francisco de Ocampo abraza la cruz de carey y plata, sino también por las partes lisas, sin tallar, de su paso dorado y los faroles de plata de las esquinas.
Jesús abraza la cruz con decisión para iniciar el camino al Calvario y lo acompañan dos ángeles ceriferarios como los que el Lunes Santo veíamos flanqueando al Cristo de la Vera-Cruz. Lirios morados, como siempre, conformaban el exorno floral de este paso que venía precedido por un trío de capilla.
Poco después hacía su aparición el impresionante paso de palio de María Santísima de la Concepción, destacada dolorosa de Sebastián Santos a la que acompaña una valiosa imagen de San Juan Evangelista salida de las manos de Cristóbal Ramos.
También el exorno floral de este paso es invariable de un año para otro; en este caso, compuesto a base de azahar, lo que le da un aroma magnífico si se tiene la ocasión de ver este palio a poca distancia. Asimismo, como en el paso del Nazareno, el acompañamiento consta de música de capilla.
Tras dejar atrás la calle San Miguel, y tras una breve parada en Jesús del Gran Poder a la altura de la calle de Las Cortes, la Virgen de la Concepción, con su magnífico manto del taller de Olmo y su palio inspirado en la Catedral de Venecia, siguió con cierta velocidad hacia la Plaza del Duque y Alfonso XII para regresar a su templo, siendo la primera de las cofradías de la Madrugá en finalizar su estación de penitencia.
Poco después, buscaba su templo la Hermandad del Gran Poder por la zona de Gravina, el Museo y San Vicente. En la puerta de esta parroquia, con las representaciones de las Penas y las Siete Palabras, recibía a la cofradía del Señor de Sevilla el párroco y delegado diocesano de Hermandades, Marcelino Manzano, quien hace algunos años comentaba en un artículo que uno de los grandes momentos de su Semana Santa es precisamente éste, el encuentro con el Gran Poder a las puertas de su Parroquia de San Vicente.
Con el maravilloso recuerdo de lo vivido el pasado mes de noviembre, con la salida extraordinaria con la que el Señor del Gran Poder cerró en la diócesis el Año de la Misericordia (ver), el Señor estaba de nuevo en las calles para salir al encuentro de sus devotos.
Lo ha hecho en esta ocasión como en noviembre, con túnica lisa, después de haber lucido en la Madrugá de 2016 una de sus túnicas bordadas y que, como en el caso de Pasión, es de desear que empiece a ser algo más habitual. Claveles rojos decoraban el monte sobre el que la valiente zancada del Señor busca cumplir con su misión en la cruz.
El paso, comandado por los Villanueva, se paró ante la puerta de San Vicente, momento en que Marcelino Manzano dirigió unas oraciones antes de que el impresionante Nazareno de Juan de Mesa siguiera su camino hacia la Gavidia y San Lorenzo. Tranquilidad y devoción fueron los únicos ingredientes en esta parte del recorrido de la que antiguamente era conocida como la cofradía del Traspaso.
Y la dolorosa que daba el nombre popular a la hermandad, la
Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, hizo después su aparición con el acentuado
movimiento de su palio de cajón de lado a lado y con un exorno floral compuesto, como es habitual, por claveles blancos.
También se detuvo ante la Parroquia de San Vicente el paso de palio, y de nuevo el párroco rezó unas oraciones ante la dolorosa, que vestía nuevamente el manto de terciopelo rojo bordado, como el conjunto del palio, por Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
San Juan Evangelista, obra también de Juan de Mesa, trataba de ofrecer consuelo a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, de autor desconocido, aunque atribuida por algunos a Blas Molner, que acababa de recibir momentos antes una saeta aún en la calle San Vicente.
Amanecía, la luz iba dejando atrás miedos e inseguridades,
cuando la Hermandad del Calvario recorría la calle Zaragoza en su camino de
vuelta a la Parroquia de la Magdalena. El impresionante Cristo del Calvario,
obra, como el Nazareno del Silencio, de Francisco de Ocampo, presidía su severo
paso marcado por la verticalidad: la de la propia cruz, la de los cuatro
hachones y las de jarras y faroles.
La entrada del Calvario es uno de los momentos más emotivos
de la complicada jornada de la Madrugá. Emotivo y relajado, con los pasos
avanzando sin prisa pero sin pausa hasta su casa.
Un grupo no exageradamente amplio de cofrades se dieron cita
ante la Magdalena para ver la entrada de la cofradía, comenzando por la del
Cristo del Calvario, cuyo paso, comandado por Luis Gómez-Caminero, estaba
adornado con lirios morados en el monte y claveles rojos en las jarras de los
costeros.
En el momento de la entrada, que coincidió con el apagado del alumbrado público, el crucificado tuvo que ser
bajado para poder entrar en el templo, reflejándose antes en el azulejo que lo
representa en la fachada de la iglesia del antiguo Convento de San Pablo.
El paso de palio de Nuestra Señora de la Presentación, por
su parte, ha estrenado este año los faldones, bordados por José Ramón Paleteiro
siguiendo el diseño de Adoración Velasco, quien se ha inspirado en los bordados
de Rodríguez Ojeda del conjunto del palio, del que siempre hay que destacar la
minuciosidad del dibujo del manto, de una gran calidad.
Fernando Burón mandaba este paso de palio que, en completo
silencio sólo roto por el sonido de cada levantá, siempre fuertes, pasó entre
las palmeras que recuerdan la posición de la desaparecida Puerta de Triana y se
encaminó por la calle San Pablo hacia la Magdalena.
La perilla que remata el tercer varal del costero izquierdo
estaba doblada, quizá por haberse rozado con algo o por efecto de alguna
levantá. En cualquier caso, la Virgen de la Presentación, bellísima dolorosa de
Juan de Astorga, completó felizmente su estación de penitencia, entrando en la
Magdalena con algunos minutos de adelanto sobre la hora prevista.
No lejos de allí, la cruz de guía de la Hermandad de la Esperanza de Triana, desgraciadamente sin la Banda de Cornetas y Tambores San Juan Evangelista ante ella, avanzaba por la calle Pastor y Landero buscando el Puente de Isabel II. El paso de misterio del Santísimo Cristo de las Tres Caídas llegaba en ese momento a la Capilla del Baratillo, dispuesto a presentarse a la cofradía del Miércoles Santo con sus habituales movimientos coreográficos a los sones de su propia banda.
Tras un par de marchas con el paso, adornado con grandes rosas rojas y estátice, acercándose y alejándose de la capilla, el Cristo de las Tres Caídas comenzó a girar para proseguir su camino y se marchó definitivamente de allí con la marcha "Cristo del Amor".
La túnica morada bordada en oro por Carrasquilla en 1978 era la que vestía este año en su estación de penitencia el Cristo de las Tres Caídas, cuyo oscurecimiento de la policromía volvió a quedar en evidencia a la espera de una restauración que, por fin, le va a practicar durante los próximos meses Pedro Manzano, y para la que la imagen ya ha sido retirada del culto. Se ha esperado en acometer esta restauración mucho más de lo aconsejable, pero lo importante es que la hermandad se ha decidido a afrontar lo que ya no admitía más demora.
A las órdenes de Paco Ceballos, el paso de misterio en el que el Señor cae bajo el peso de la cruz mientras un soldado romano a caballo le conmina a continuar se dirigió a Pastor y Landero, antes de regresar a Triana y dar el clásico rodeo por el barrio para pasar por la Parroquia de Santa Ana.
Tras un par de marchas con el paso, adornado con grandes rosas rojas y estátice, acercándose y alejándose de la capilla, el Cristo de las Tres Caídas comenzó a girar para proseguir su camino y se marchó definitivamente de allí con la marcha "Cristo del Amor".
La túnica morada bordada en oro por Carrasquilla en 1978 era la que vestía este año en su estación de penitencia el Cristo de las Tres Caídas, cuyo oscurecimiento de la policromía volvió a quedar en evidencia a la espera de una restauración que, por fin, le va a practicar durante los próximos meses Pedro Manzano, y para la que la imagen ya ha sido retirada del culto. Se ha esperado en acometer esta restauración mucho más de lo aconsejable, pero lo importante es que la hermandad se ha decidido a afrontar lo que ya no admitía más demora.
A las órdenes de Paco Ceballos, el paso de misterio en el que el Señor cae bajo el peso de la cruz mientras un soldado romano a caballo le conmina a continuar se dirigió a Pastor y Landero, antes de regresar a Triana y dar el clásico rodeo por el barrio para pasar por la Parroquia de Santa Ana.
Por su parte, el paso de palio de Nuestra Señora de la
Esperanza dejaba atrás el Arco del Postigo y enfilaba la calle Arfe rodeada por
numerosísimas personas que la seguían y aplaudían incluso con el paso andando a
tambor.
Caminaba con cierta prisa, obligando a una pareja que la
esperaba en dicha calle con un ramo de flores a situarse ante el paso y
cangrejear durante algunos metros hasta que se paró y pudieron realizar la
ofrenda.
La Esperanza de Triana, que llevaba este año el manto de
Borrero que en 2016 fue cedido a la Virgen de la Caridad del Baratillo por
estar el suyo en restauración, avanzó después por Arfe con la interpretación de
la marcha “La Estrella Sublime” por parte de la Banda de Música Santa Ana de
Dos Hermanas. Con esta composición no faltaron algunos pasitos atrás por parte
de la cuadrilla de costaleros que manda Juan Manuel López.
Cuajadita de flores y de velas rizadas, exorno siempre tan
exagerado, pero tan personal en este paso, la Esperanza siguió avanzando hacia
la calle Adriano, donde la esperaba la Hermandad del Baratillo. La Caridad y la
Esperanza estaban a punto de encontrarse frente a frente en el Arenal
sevillano.
Ya en su barrio, el Señor de la Sentencia de la Hermandad de la Macarena avanzaba poderoso por la calle Feria, vestido este año con la conocida como túnica de los ochitos, bordada en oro sobre terciopelo granate por José Caro en 1944. Y si la vestimenta del Señor cambia cada año, últimamente también lo hacen las de las figuras secundarias, principalmente las de los sanedritas y Claudia Prócula.
En este misterio, no específicamente recogido en los Evangelios, Jesús recibe su sentencia de muerte en presencia de Pilatos, que se lava las manos en una palangana que le acerca un esclavo haciendo ver que es inocente de su muerte, desoyendo además las protestas de su mujer, que le pide que no permita la condena.
El paso caminaba combinando el andar sencillo sobre los pies con el costero a costero en determinados momentos de las marchas que la Centuria Macarena interpretaba tras él. Hay que subrayar el estreno de la restauración por parte de Carlos Peñuela de los ángeles de las esquinas del paso, obra de Luis Ortega Bru.
Tras recorrer gran parte de la calle Feria, parándose ante la Capilla de Monte-Sión y ante la Parroquia de Omnium Sanctorum, el paso del Señor de la Sentencia se metió por Relator, donde los miembros de la Centuria y los Armaos fueron obsequiados con un tentempié procedente de una pastelería cercana en forma de dulces de chocolate y vasitos de anís. Los Armaos llevaban ya cerca de veinticuatro horas por la ciudad, desde que salieron en la tarde del Jueves Santo para hacer las habituales visitas a hermandades, al Ateneo y a los niños ingresados en el hospital.
Los capirotes de los nazarenos pasan del morado al verde en
el cortejo largo, larguísimo, que antecede a la Esperanza Macarena, cuyo paso
de palio ha estrenado la restauración de las caídas, que han recuperado un
brillo desconocido para muchísimos cofrades. Ha sido el taller de Sucesores de
Elena Caro, que fue el que lo confeccionó en los años sesenta, el responsable
de esta gran actuación restauradora del paso de palio que cobija a la Esperanza
bajo su techo rojo, reminiscencia cromática del antiguo palio hoy inexistente.
Y también ha sido novedad una saya rosa bordada por Jesús
Arco, con diseño de Álvaro Abril, denominada como la saya de los homenajes, ya
que el diseñador ha querido hacer en el dibujo de los bordados un homenaje a
los artistas que a lo largo de los años han contribuido a dar a la Macarena su
personalidad actual en cada una de las artes que han dado lugar al rico
patrimonio de la hermandad. La saya se ha combinado con el manto camaronero, de
Rodríguez Ojeda (1900) y con la toca de sobremanto de Francisco Carrera (2008).
Tras dejar atrás la Capilla de Monte-Sión, ante la que se
volvió la Esperanza, el paso de palio siguió por Feria con Antonio Santiago
mandando a la cuadrilla. En la confluencia entre Feria y la Cruz Verde, la Banda
de Música del Carmen de Salteras interpretó “Virgen de los Negritos”, pasando
después a la composición “Virgen de los Estudiantes”, con la que la Macarena
alcanzó Omnium Sanctorum, deteniéndose, como antes había hecho el paso de
misterio, ante la representación de la Hermandad de los Javieres, lo que hizo a
la banda interrumpir la marcha.
A continuación, sonó “Gracia y Amparo”, la marcha que Abel
Moreno dedicó a la dolorosa de los Javieres, para que la Macarena, que llevaba caída la corona que remata la bambalina frontal de su palio, siguiera su
camino hacia la Basílica.
Y cerramos la crónica de la Madrugá con la Hermandad de los
Gitanos, cuyo paso del Señor de la Salud dejaba atrás la calle Escuelas Pías
poco antes de las doce de la mañana.
Quienes soñaban con ver por la calle al Nazareno que tallara
Fernández Andes con la nueva túnica bordada en oro que hemos conocido este año,
realizada por Sucesores de Caro a semejanza de la túnica perdida junto con la
imagen antigua en 1936, en el incendio de San Román, se habrán quedado con las
ganas. Probablemente la acabe llevando un año de éstos, pero de momento habrá
que esperar y conformarse con su uso en cultos internos.
Así pues, con una sencilla túnica lisa de terciopelo morado,
el Señor de la Salud alcanzaba la esquina de la calle Gallos con la marcha “Nazareno
y gitano”, a la que después seguirían por esta misma calle “La saeta”, “A los
pies de Sor Ángela” y “Consuelo gitano”, ésta ya para girar de Gallos a
Verónica. La Agrupación Musical de los Gitanos ha vuelto a asentarse perfectamente
en la hermandad tras unos años desplazada.
Rosas rojas, y también algún clavel lanzado desde los
balcones, adornaban el monte de este paso que iba concluyendo su estación de
penitencia muy cerquita ya de su Santuario.
Finalmente, el paso de palio de María Santísima de las
Angustias ponía el punto final a esta Madrugá, ya mañana del Viernes Santo,
acompañada por la Banda de Música de las Nieves de Olivares, que por la Plaza
de Ponce de León interpretó las marchas “Al cielo con Ella” y “Virgen de la Paz”.
Este año la dolorosa de Fernández Andes ha salido por
segundo año consecutivo, lo que no es habitual, con el manto azul pavo, mucho
mejor, en opinión de este cronista, que el manto burdeos de bordados
excesivamente gruesos. La diferencia respecto al año pasado es que entonces
llevó sobre el manto la famosa mantilla blanca de las palmeras, mientras que
este año llevaba únicamente el manto, sin toca ni mantilla.
A las órdenes de Alberto Gallardo, hijo del recordado capataz con olor a canela y clavo que, aunque retirado, sigue situándose en algunos momentos muy cerca de su Virgen de las Angustias, el paso de palio pasó por la Plaza Jerónimo de Córdoba en dirección a Escuelas Pías a los sones de "Encarnación Coronada".
Que la Madrugá de 2018 sea distinta dependerá de muchos
factores y cada parte activa en este asunto tendrá que hacer sus deberes para
que la principal diferencia esté en una mayor seguridad y tranquilidad para
todos. Por supuesto, también el Consejo y las diferentes hermandades tendrán
que cumplir con su papel.
De momento, nos quedamos con la sensación, positiva siempre,
de que las seis hermandades de la Madrugá sevillana han podido cumplir también
este año con sus estaciones de penitencia, que es lo que a algunos les hubiera
gustado impedir. Ocurre, sin embargo, que la luz siempre vence a las tinieblas.
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