viernes, 13 de abril de 2012

DOMINGO DE RAMOS 2012: ENTRADA TARDÍA EN JERUSALÉN

Fue la única jornada de la Semana Santa de 2011 con un cero por ciento de probabilidades de lluvia, y la que más años llevaba sin verse perjudicada por las (frase hecha al canto) inclemencias del tiempo. En concreto, desde 2003 no sabíamos lo que era la suspensión de una estación de penitencia en el día más esperado. Hasta ahora.
No se puede decir que no estuviéramos advertidos. Tanta tecnología, tanta web de información o desinformación meteorológica, tanto aficionado a hombre del tiempo con móvil de última generación… Era difícil confiar en un Domingo de Ramos completo con tan malos augurios.
En cualquier caso, la mañana no presentaba un aspecto tan malo como imaginábamos. Incluso hubo momentos en que el sol ganaba la batalla a los nubarrones. Pero duró poco el engaño. A las puertas de la Parroquia de San Sebastián los paraguas se tenían que abrir cada pocos minutos por una levísima llovizna que hacía presagiar lo peor. La Hermandad de la Paz lo intentó: esperó, preguntó, consultó y rogó. Pero no sirvió de nada. Pasadas las dos de la tarde se confirmaba que no saldría porque la llovizna hasta entonces vista no era nada comparada con lo que estaba por venir. Dentro se quedaron el Señor de la Victoria y su nueva túnica bordada por Manuel Solano, y la Virgen de la Paz bajo su restaurado palio.


Las expectativas no podían ser peores. En el Salvador, la Hermandad del Amor no se lo pensaba demasiado y se confirmaba lo que anunció días antes el hermano mayor si los pronósticos se cumplían: la Borriquita pospuso su estación de penitencia a la noche, para salir junto a los otros dos pasos de la cofradía. De esta forma, se repetiría la escena vivida doce años antes, en 2000, aunque algún cronista de la Semana Santa se empeñara en la prensa en asegurar que esto sucedió en 1999, año éste en el que pudieron, cosa extraña, salir todas las cofradías de todas las jornadas.
Casi a la misma hora que la Borriquita tenían que salir Jesús Despojado y la Hiniesta, y para ellas no había oportunidad nocturna. O salían esa misma tarde o tendrían que esperar un año. Ambas pidieron tiempo para ver si la cosa se arreglaba. Sin embargo, pronto se anunció en Molviedro que Jesús Despojado, con sus nuevos elementos dorados del paso, y la Virgen de los Dolores y Misericordia, con el manto bordado por Grande de León, se quedarían en casa.


La Hiniesta aguantó más. Se anunciaba una mejoría en el tiempo que no acababa de llegar. Y no había llegado cuando, sorprendentemente, el hermano mayor, Francisco Granados, afirmó que “la Hiniesta lloraría en la calle”. La cofradía iba a salir. La noticia se acogió con satisfacción, pero también con asombro en la calle Sol, qué ironía, entre el público que se protegía de la lluvia a las puertas de la Iglesia de los Terceros, donde la Hermandad de la Cena deliberaba.
Mucho se criticó el año pasado a Maruja Vilches por lo ocurrido en los Javieres, con la decisión de salir cuando llovía y tener que recular ante la evidencia. No ha habido, sin embargo, tanto colmillito contra Granados, al que alguno, si acaso, le ha acusado de haber cometido el “marujazo” de 2012. Y es que ya no es sólo que el cortejo de nazarenos del Cristo de la Buena Muerte se mojara (ninguno de los Javieres se mojó en 2011), sino que incluso el hermano mayor de la Hiniesta dio la inexplicable orden de asomar el paso del crucificado a la puerta ojival de San Julián bloqueando la misma mientras todo el cuerpo de nazarenos de la primera parte de la cofradía se ponía como una sopa sin posibilidad de refugio. Como poco, se le puede achacar a esa junta de gobierno una injustificable falta de responsabilidad y de seriedad. Eso como poco…
Tras el “franciscazo”, la atención se centró en la Cena. Seguía anunciándose esa mejoría que no se veía por ninguna parte y además, lo ocurrido en la Hiniesta no invitaba al optimismo. Se esperó mucho en Los Terceros, más que en otras ocasiones similares. Pero la cofradía no podía permitirse esperar más y al final la estación de penitencia fue suspendida.


Una pena fundamentalmente por dos razones: el Señor de la Cena acababa de ser restaurado (su policromía presenta ahora una tonalidad mucho más clara) y la Virgen del Subterráneo llevaba la corona de plata que donó la cuadrilla de costaleros en 2004, cuando se cumplió el L aniversario de la proclamación de la Realeza de María. Lamentablemente, el equipo de priostía volvió a apostar por los candelabros de cola del paso de la Virgen de la Encarnación para iluminar el misterio.




A partir de este momento el Domingo de Ramos quedaba partido en dos. Cuatro hermandades no harían estación de penitencia y otras cuatro estaban por decidir. San Roque y la Estrella serían las siguientes. Seguía lloviendo. “La cola del frente”, decían los expertos y los aficionados con móvil. Pero no terminaba de pasar. Así las cosas, casi simultáneamente, a las seis y media de la tarde se abrían por fin las puertas de los templos, y de la misma Semana Santa, y la plaza Carmen Benítez y la calle San Jacinto empezaban a llenarse de nazarenos.
En San Roque la salida fue rapidísima. La hermandad se había comprometido a no incumplir en demasía su horario de llegada a la Campana y efectivamente no llegó con un gran retraso a pesar de haber puesto la cruz de guía en la calle una hora y tres cuartos más tarde de lo previsto. Pese a todo, un enorme aplauso la recibió en cuanto asomó por el dintel.


Hay que destacar que los respiraderos del paso del Señor de las Penas habían sido restaurados y dorados. Además, después de varios años saliendo con la túnica bordada por Fernández y Enríquez en 1995, el nazareno de San Roque volvió a vestir una túnica lisa. Su primera parada fue ante la representación de la Hermandad de los Negritos frente a su Capilla de los Ángeles.





Pronto, con buen ritmo, los capirotes morados pasaron a verdes y en muy poco tiempo el sonoro palio de la Virgen de Gracia y Esperanza se puso en la calle siguiendo los pasos de su hijo.






Con San Roque en la calle y la Estrella saliendo, la siguiente cita estaba en San Juan de la Palma. La Hermandad de la Amargura arrastra la fama de no arriesgar mucho en caso de duda meteorológica. De hecho, en el recordado Domingo de Ramos de 2000, cuando Jesús Despojado, San Roque y la Estrella estaban en la calle y el tiempo mejoró considerablemente, la Amargura se quedó en casa junto a los pasos de Monte-Sión que aquel año y el siguiente salieron de su mismo templo por obras en la capilla de la antigua Plaza de los Carros. Este año, sin embargo, no hubo dudas y los blanquísimos nazarenos con la cruz de San Juan en el pecho pusieron rumbo a la Catedral encabezados por esa cruz de guía que pausadamente iba abriéndose paso por la calle Feria.


Ejemplar, como siempre, el discurrir del Silencio Blanco y soberbio el misterio del Desprecio de Herodes, que dio una lección de sobriedad y fuerza costalera en la revirá de Feria a Conde de Torrejón.




El palio de la Amargura fue como siempre, lo cual es decirlo todo. Fiel a sí misma, la dolorosa y el discípulo amado completaron un itinerario en el que contaron con un repertorio musical formado por diecisiete marchas, algunas más que en años anteriores.




El Domingo de Ramos es tradicionalmente la jornada de la Semana Santa que acumula una mayor cantidad de público, por lo que la ausencia de la mitad de las cofradías hizo que toda esa masa humana tuviera que repartirse entre las cuatro que habían salido. Eso se notó, por ejemplo, en la salida de la Catedral, con una ingente cantidad de público en Alemanes cuando San Roque se dirigía a la Cuesta del Bacalao.


Pero también eran muchas las personas que esperaban a la Estrella en la zona de la Plaza del Triunfo y el Postigo. El cortejo del misterio salió con una excesiva lentitud que contrastó con la rapidez de la segunda parte, la más amplia, de la cofradía. El misterio iba exornado exclusivamente con lirios morados, lo que dio lugar a una apariencia novedosa, dado que en otras ocasiones los lirios simplemente han servido de complemento al monte de claveles rojos. Además, se estrenaba una túnica blanca situada a los pies del Señor.





Con el misterio de nuevo en la calle comenzó precisamente esa aceleración de la cofradía, que provocó una curiosa escena que no se da todos los años, como es la coincidencia de los dos pasos al mismo tiempo en la Avenida: uno a punto de meterse en Almirantazgo y otro entrando en la Catedral. Manuel Vizcaya incluso avisó a los costaleros de esta circunstancia y el Señor de la Penas fue girado levemente hacia su Madre. La Estrella, por cierto, presentó la imagen recuperada en la salida extraordinaria de 2010 y confirmada en 2011, con la presencia de cera rizada, además de los varales de Orfebrería Triana.






La imagen del día, en cualquier caso, estuvo en la Hermandad del Amor, con los tres pasos unidos en un mismo cortejo después de doce años. La Plaza del Salvador fue por ello otro de los puntos más concurridos tanto a la salida como a la entrada. En este último caso, además, existía el aliciente de ver pasar de vuelta a la Amargura.


Posteriormente, la cruz de guía del Amor asomaba desde Álvarez Quintero seguida por los pequeños nazarenos blancos con palmas e insignias de menor tamaño. Lo tardío de la hora redujo bastante el número de niños que acompañaban al Señor de la Sagrada Entrada. Hubo unos cuantos que regresaron a la antigua colegial (hoy iglesia-museo ‘pay per pray’) dormidos en los brazos de sus padres.
Los candelabros de guardabrisas del misterio tuvieron más utilidad de lo que es habitual poniendo luz al conjunto escultórico en una plaza completamente a oscuras. Con cierta celeridad el paso subió la ‘rampla’ de regreso a casa seguida de la Banda del Sol, que se introdujo también en el templo.



Con el Cristo del Amor volvimos a recuperar la normalidad de cualquier Domingo de Ramos. Silencio absoluto. Tanto que ni siquiera sonó una saeta en toda la plaza. Momento éste en el que se recordó al desaparecido Peregil, que en años anteriores acompañó con su cante la entrada del crucificado de Juan de Mesa.




Por último, más tarde de lo habitual, llegó la Virgen del Socorro, que estrenaba una saya bordada en oro sobre terciopelo burdeos por José Antonio Grande de León y donada por un hermano. Como viene siendo habitual, la dolorosa se despidió de la plaza a los sones de “La Madrugá”.




Nos faltó medio domingo, pero al menos pudimos disfrutar con la otra mitad. Algunos, sin embargo, apenas digirieron lo vivido porque, en cuanto la Virgen del Socorro desapareció de su vista, sacaron sus modernos móviles para ver cómo venía el Lunes Santo. Anda, hijo, si lo mejor es no mirar…

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