lunes, 16 de abril de 2012

MIÉRCOLES SANTO 2012: EL DÍA AFORTUNADO

¿Qué tendrá el Miércoles Santo? ¿Es simple casualidad que logre escapar siempre de la lluvia? ¿Cómo se explica que en prácticamente cuarenta años sólo se haya visto afectado en dos ocasiones? Por hacer un breve repaso de los últimos años, recordamos que en 2002 llovió el Jueves Santo; en 2003 llovió entre el Domingo de Ramos y el Martes Santo y paró el Miércoles; en 2004 de nuevo llovió el Jueves; en 2007 se quedó en medio de dos jornadas de lluvia; en 2011 lo mismo; y en este 2012, igual. Sólo en 2005 y 2008 tuvieron que suspender su salida todas las hermandades de la jornada. Sólo dos en cuatro décadas. Un día afortunado como ninguno.
Este último Miércoles Santo ocurrió algo extraordinario: una hermandad, la Sed, se ponía en la calle a la misma hora que decían los programas de mano. La normalidad era por fin la protagonista de la Semana Santa, como lo demostraba esa primera cruz de guía de la jornada que bajaba puntual la rampa hasta pisar el asfalto de la calle Cristo de la Sed.




Veinte minutos tardó en desalojar la Parroquia de la Inmaculada Concepción el cuerpo de nazarenos del crucificado de Álvarez Duarte. El paso comenzaba a salir dejando contemplar el monte de claveles rojos elegido este año como exorno floral. El Cristo de la Sed, que llevaba corona de espinas y potencias, fue recibido en la calle con la marcha que lleva su nombre a cargo de la Banda de la Oliva de Salteras. Sin parar, el Cristo fue izado desde dentro del paso al tiempo que éste iba revirando hasta detenerse con las últimas notas de la marcha. Tras la primera levantá en la calle, tomó el relevo la Banda de Cornetas y Tambores San Juan Evangelista.










Pero el principal estreno de la hermandad y uno de los más destacados de toda la Semana Santa de 2012 estaba en el palio de la Virgen de Consolación, con las nuevas caídas realizadas por Charo Bernardino en oro, sedas de colores y los llamativos cristales de Swarovski que asemejan pequeñas fuentes. Las nubes ocultaban el sol en la salida, pero después, por Eduardo Dato, el día se despejó y los cristalitos reflejaron la potente luz que tanto había faltado en las jornadas precedentes. La única lluvia que recibió la dolorosa de los ojos azules fue la de los pétalos que le cayeron desde lo más alto de la fachada de la parroquia y que resbalaron por el nuevo manto de color azul grisáceo realizado también por Charo Bernardino.







Era el primer día que arrancaba con normalidad y, sin embargo, ante el palio de la Sed un grupo de chavales con móvil inteligente ponían toda su atención en las predicciones meteorológicas del Jueves Santo. Increíble, pero cierto.
Puede que tan listos teléfonos tuvieran la capacidad de tranquilizar a quienes ocupaban la calle Feria durante la salida de la Hermandad del Carmen Doloroso. Mirando hacia el puente del Alamillo el cielo presentaba un aspecto realmente feo. Pero ya hemos dicho que el Miércoles Santo es el día afortunado de la Semana Santa (¡qué ojo tuvo el Carmen escogiendo jornada!). No había nada de qué preocuparse.
El misterio de las Negaciones de San Pedro, que sigue sin tener completo el dorado ni las muchas cartelas que hay proyectadas, fue decorado con una variedad floral a base de tonos morados. Es justo reconocer que este paso cada año anda mejor, aunque si en algo hay que fijarse en un misterio como éste es en la escena que representa. Jesús negado por San Pedro, negado por el primer Papa de la Iglesia Católica. Conviene reflexionar porque los pasos son mucho más que izquierdazos, flores y marchas. Éste es un buen misterio en el que detenerse y pensar.






Detrás, en su cuarta estación de penitencia, la Virgen del Carmen. El palio llevó de nuevo los antiguos varales de Monte-Sión a la espera del estreno de unos nuevos previsto para 2013.







Como si quisiera salir después de dos años de decepción, la Virgen de la Candelaria esperaba, con toda la candelería encendida y mirando hacia la calle San José, la llegada del Santísimo Cristo de la Salud de San Bernardo.


Cuando la cruz de guía estaba por la Plaza de la Pescadería, el paso del crucificado de San Bernardo pasaba junto a Santa María la Blanca. Así de largo es el cortejo de una hermandad que, pese a su antigüedad y al hecho de estar prácticamente en el centro, que no en el casco histórico, responde perfectamente al significado de cofradía de barrio. Mejor ignorar las desafortunadísimas palabras de Carlos Villanueva referidas al Polígono de San Pablo y centrarnos en el clasicismo inamovible del Cristo de la Salud, con sus claveles rojos y esos lirios morados salpicados por todo el monte y las jarras. Mejor hablar de lo bien que camina este paso, de la cantidad de vecinos que lo siguen durante todo su itinerario e incluso de la correcta ejecución (otra cosa son las opiniones personales sobre la idoneidad de cada marcha) de la Banda de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas. Mejor nos quedamos con eso.







Y con el Cristo ya desembocando en la Alfalfa, el palio de la Virgen del Refugio estaba todavía bajando el puente de San Bernardo. Mientras, un ciclista se empeñaba en atravesar el cortejo por el carril bici y se desesperaba al ver que tendría que esperar la friolera de dos minutos hasta que comenzara a despejarse la zona.
No hace falta decir que el paso de la primera dolorosa sevillana de Sebastián Santos llevaba como única flor el clavel blanco. Lo que sí diremos es que el tocado de la Virgen le quedaba perfectamente a la talla, con ese clásico acabado en pico sobre la frente.










Increíblemente, las páginas del programa de mano que reflejan los horarios de las cofradías estaban teniendo utilidad. Mirándolas, la siguiente cita estaba en la plaza de San Lorenzo, con la Hermandad del Buen Fin. Tampoco aquí hubo mucha novedad: claveles rojos en el monte del crucificado y rosas también rojas en las jarras.







Que la Virgen de la Palma había recibido al poco de salir la habitual petalada lo demostraba cómo caían algunos de esos pétalos rojos y blancos en cada levantá, además de los que aún había enredados entre las rosas de las jarras. Los ángeles que Castillo Lastrucci talló para las bambalinas que diseñó Gómez Millán bamboleaban de dentro hacia fuera, y viceversa, hasta que, poco antes de acceder a la plaza, la dolorosa se detuvo para recibir una saeta desde uno de los balcones de la calle Eslava, como había ocurrido igualmente con el Cristo del Buen Fin.







Discurrió muy lenta por la Alameda de Hércules la Hermandad de la Lanzada. Para compensar la espera, el misterio, con la Virgen de Guía de nuevo con su manto rojo bordado tras el azul liso de 2011, se lució en una lenta revirá a los sones de las Tres Caídas. Es un paso que transmite mucha fuerza; la misma con la que Longinos había punzado el costado de Cristo bajo un cielo que a esa hora estaba hecho jirones de nubes blancas que dejaban asomar breves retazos celestes.






Algo menos que el primer paso tardó en aparecer la Virgen del Buen Fin, exornada con las ya tradicionales rosas color champán dispuestas en forma cónica.







La torre de San Pedro, cubierta por los andamios que están permitiendo su restauración, fue testigo de excepción de la salida de su hermandad, la de casa. El Cristo de Burgos salió puntualmente a un escenario desgraciadamente horroroso. Primero, la calle Imagen; después, las setas. Mucho más recomendable, sin duda, el itinerario de vuelta que el de ida. En cualquier caso, el antiguo crucificado es capaz de llenarlo todo desde lo alto de ese monte que volvió al clavel rojo. Un mar de gente esperaba a esta cofradía. La amplitud de la calle lo permite.








Madre de Dios de la Palma buscaba el cielo con sus enormes ojos, aunque el techo de palio, felizmente restaurado hace ya diez años como el resto de los bordados del paso, le impedían ver más allá. Claveles blancos para este palio y Tejera detrás. La luz de este feliz Miércoles Santo fue muriendo mientras la Virgen buscaba Laraña y Orfila.







La calle Alfonso XII no es un sitio nada aconsejable para ver las Siete Palabras. Primero, por la cantidad de gente que llena las dos aceras y la otra buena cantidad que se empeña en pasar por donde no se puede, aunque sea entre las filas de nazarenos exponiéndose a un merecidísimo chorreón de cera. Y segundo, por el acostumbrado retraso de la jornada, que obliga a la cofradía de San Vicente a sufrir un enorme parón.
Del paso del Nazareno de la Divina Misericordia, que vestía la túnica de Fernández y Enríquez e iba exornado con claveles rojos, lo que más buscaban las miradas era la trasera, donde faltaban las dos águilas bicéfalas de plata robadas el pasado mes de enero del almacén que la hermandad tiene en la calle Medalla Milagrosa junto con una de las cartelas laterales, repuesta a tiempo para la salida, y las antiguas bambalinas de plata de Villarreal. Fue un acierto que la hermandad optara por no cubrir la ausencia con flores ni ningún otro elemento artificial. Sólo se colocaron dos pequeñas chapas metálicas para tapar la madera. Quien no estuviera al tanto del robo seguramente no notaría absolutamente nada.





Y otro acierto: volver a confiar en la Banda de Cornetas y Tambores Esencia para acompañar al misterio del Cristo de las Siete Palabras, en el que ya es norma la mezcla de diversos tipos de flores.





Finalmente, cerrando el breve cortejo, el paso de palio de la Virgen de la Cabeza, cuya sustitución ha quedado pospuesta por la crisis. Aún, sin embargo, queda mucho que admirar en este paso, como el techo. “Gloria a los héroes del Santuario”, leían unos turistas sin saber muy bien el significado de dicha frase.






También hubo variedad floral en el misterio del Prendimiento. “¡Qué elegancia!”, exclamaba una de las muchas personas que veían el acompasado andar del paso por la Plaza del Duque con la Banda de las Cigarreras detrás. Si exceptuamos el breve acompañamiento de San Gonzalo, casi podemos decir que esta formación se estrenaba en la Semana Santa con los Panaderos. Otro acierto: la túnica blanca para el Señor del Soberano Poder.




Formaron parte del cortejo del palio representaciones de algunas de las hermandades madrileñas y de la provincia que acompañaron a la Virgen de Regla en la JMJ del pasado mes de agosto. No vestían la túnica de cada una, sino traje.


El exorno floral del paso de palio fue raro y excesivo, tan variado como el que llevó en aquella histórica salida madrileña. Y excesivo resulta y resultará el manto realizado con motivo de la coronación canónica. Las dos cruces de San Andrés que forman la candelería se aprecian mucho mejor en el itinerario de ida, cuando la cera no está tan consumida.




El regreso del Baratillo a su capilla discurre en su totalidad por su propio barrio. Y eso se nota en el número de marchas, en el carácter triunfal de la vuelta y en la ralentización del ritmo de paso. Era la última vez que salía el Cristo de la Misericordia antes de la restauración que acometerá Juan Manuel Miñarro, elegido finalmente por la corporación para este fin; algo lógico, teniendo en cuenta que ya fue el encargado de hacer lo propio con la Virgen de la Caridad. El conjunto de la Piedad fue sobre un monte de claveles rojos y destacaron en el sudario que pendía de la cruz los dos medallones recuperados en 2011.




El palio de la Caridad llevaba delante tres generaciones de capataces: Rafael Díaz Palacios, capataz que, pese a su retirada hace algunos años, no renuncia a seguir acompañando a la dolorosa del Arenal durante gran parte de su itinerario; Rafael Díaz Talaverón, capataz titular actual; y los dos hijos de éste. La entrada del palio, que tuvo lugar cerca de las dos de la madrugada, se hizo a los sones de “Caridad del Guadalquivir” y “Salve Baratillera”.








Uno de los grandes placeres del Miércoles Santo consiste en seguir a las Siete Palabras por las últimas calles de su itinerario, especialmente Virgen de los Buenos Libros y Cardenal Cisneros. Así sí se disfruta de esta hermandad, y no por Alfonso XII en el camino de ida. La cantidad de público es la justa para acompañar a los pasos hasta San Vicente. Allí, en la misma puerta, una saeta despidió a la Virgen de la Cabeza.







Los retrasos en las entradas de las últimas hermandades de cada jornada se pueden comprender, salvo que no haya ni una sola razón para ello. La vuelta de los Panaderos estuvo protagonizada por injustificables cortes en los tramos de nazarenos, sobre todo del paso de palio, y parones que hicieron casi insoportable el regreso a la calle Orfila. La explicación del hermano mayor (“es que la gente tenía ganas de Semana Santa”) cae por su propio peso. Efectivamente, la gente tiene ganas de Semana Santa, pero si la Semana Santa se mueve, si los pasos andan, si las marchas suenan…, no si hay tiempo para hacerle una foto a cada nazareno uno por uno mientras pasa, si es que pasa, por delante. Las imágenes que después pudimos ver en Giralda TV no dejan lugar a dudas: hubo un momento en el Salvador en que la cofradía prácticamente desapareció y la plaza era simplemente el escenario de un botellón como los que hace años se hacían cada fin de semana en la zona. No, definitivamente no es de esta Semana Santa de la que la gente tiene ganas.




Hasta las cuatro y media de la madrugada no entró de nuevo en su templo el paso de palio, que durante demasiados minutos se pudo ver completamente parado en la calle Cuna sin motivo aparente. Cosas que pasan… La marcha “Virgen de Regla coronada” fue la última que interpretó la Banda de Santa Ana de Dos Hermanas, y con ella se cerró un Miércoles Santo afortunado, con sus nueve cofradías en las calles. Prácticamente diecisiete horas seguidas desde la salida de la Sed hasta la entrada de la Virgen de Regla. Todo un logro (y en parte también un exceso), teniendo en cuenta la Semana Santa que llevábamos.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con que "Uno de los grandes placeres del Miércoles Santo consiste en seguir a las Siete Palabras por las últimas calles de su itinerario, especialmente Virgen de los Buenos Libros y Cardenal Cisneros".

    Es un auténtico placer disfrutar de esta hermandad en las últimas horas de la noche, el colofón perfecto para el día

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