martes, 17 de marzo de 2009

DIÁLOGO IMPOSIBLE



Dentro de tres semanas será Lunes Santo. A esta hora ya estará por las calles de Sevilla la Hermandad del Polígono de San Pablo, es decir, la de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado y Nuestra Señora del Rosario, en la que será su segunda estación de penitencia a la Catedral después de su estreno el pasado año. Unos meses antes de la Semana Santa de 2008, la web pasioncofrade.net publicó este artículo que escribí al hilo de la sustitución de la antigua imagen de la Virgen del Rosario, obra de Luis Alberto García Jeute, por la nueva, de Luis Álvarez Duarte. Podríamos decir que se trata de una fábula, dado que es un diálogo entre las dos imágenes, la antigua y la nueva, a las que me refiero como Charo y Rosario. Una viene y la otra va. En el seno de la cofradía, e incluso fuera de ella, hubo quien se tomó el artículo bastante mal y lo calificaron algunos incluso de irreverente. Otros, con la mente mucho más abierta, lo interpretaron como lo que es, un cariñoso homenaje a la Virgen sustituida, después de un buen número de años recibiendo las oraciones y la devoción de los vecinos del Polígono, barrio por el que salía en procesión cada año en los días previos a la Semana Santa.

DIÁLOGO IMPOSIBLE
Barrio del Polígono de San Pablo. Parroquia de San Ignacio de Loyola. Una mujer joven, de llamativos ojos verdes, entra en las dependencias parroquiales y se encuentra con otra mujer que, sentada, se muestra en actitud de esperar.

ROSARIO: Hola, buenas tardes.
CHARO: Hola.
R. ¿Se puede?
C. Sí, claro, pase.
R. Es ésta la parroquia de San Ignacio de Loyola, ¿verdad?
C. Sí, sí. Ésta es. ¿A quién está buscando? ¿Al párroco?
R. No. Busco a alguien de la Hermandad. ¿Sabe si están ahora por aquí?
C. Imagino que sí. Yo también los estoy esperando.
R. Ay, perdone. No me he presentado. Me llamo Rosario.
C. ¡Vaya! Pues yo también.
R. ¡Qué casualidad!
C. Aunque aquí me llaman Charo. Es que me tienen mucha confianza, ¿sabe? He pasado en el barrio toda mi vida.
R. Ah. ¿La quieren mucho aquí?
C. Pues sí, desde siempre. Lo que pasa es que ahora me tengo que ir.
R. ¿Del barrio?
C. Sí.
R. ¿Y eso?
C. Bueno, son cosas que pasan. Por lo visto ha llegado el momento de que me sustituyan.
R. Uy. Me temo que ya sé lo que ocurre.
C. ¿A qué se refiere?
R. Que a mí me han llamado de la Hermandad para sustituir a alguien. Yo que llego y usted que está esperando para irse... Y luego está lo de la coincidencia en los nombres...
C. Ya veo por dónde va. Usted va a ser yo a partir de ahora.
R. Cuánto lo siento.
C. No se preocupe. Es normal. Ya ha pasado otras veces.
R. Estaba yo... esperando... y me avisaron de que había una vacante en esta parroquia, y...
C. No hace falta que se justifique. Usted no tiene la culpa. Supongo que ya he cumplido mi misión en el barrio.
R. Pero ahora yo me siento un poco mal.
C. No hay porqué. Además, viéndola ahora lo entiendo. Con esos ojos verdes... esa piel tan morena...
R. Bueno, ya sabe. En Jerusalén en esta época pega el sol con bastante fuerza.
C. Ya me imagino. A mí es que hace tiempo que no me da el sol. Fíjese que ni siquiera salí a la calle este año...
R. ¿Qué pasó? ¿Llovió?
C. Bueno... no exactamente. Cayeron algunas gotas. Pero se decidió no salir. Y eso que este año iba a visitar a Consolación. Es otra compañera de aquí cerca. Pero nada, me quedé con las ganas. Me dio bastante pena. Sobre todo porque ya sospechaba yo que sería la última vez que me subirían en el palio.
R. Ah, ¿tendré ya un paso de palio?
C. Sí, azul. Muy bonito. Aunque imagino que también lo sustituirán dentro de poco. Es un palio que está bien para mí. Pero quizá piensen que no es adecuado para usted.
R. No diga eso. ¿Y cuándo sale la Hermandad?
C. Hasta este año el Sábado de Pasión. Pero el año que viene saldrá ya en Semana Santa. Ha tenido usted suerte. Va a entrar en la Catedral.
R. Ah, ¿sí?
C. Pues sí. Es lo que se llama “llegar y besar el santo”. Claro que yo estuve en la Cruz del Campo.
R. Es verdad, la famosa Cruz del Campo...
C. Hasta ahí llegamos el año pasado. Fue muy emocionante porque conocimos el origen mismo de la Semana Santa.
R. ¡Qué bien! Pero ha dicho “conocimos”. ¿Con quién fue?
C. Pues con mi hijo. Bueno, ahora será el suyo. Asómese ahí, dentro de la iglesia. Está en su altar.
R. A ver... Uy, sí, ahí está. ¡Qué hermoso!
C. Sí, ahora que lo pienso se parece bastante a usted. Creo que porque vienen del mismo sitio.
R. Es posible. Parece que tiene los ojos verdes como yo.
C. Sí, verdes los tiene. Lo quieren también mucho en el barrio. Lo llaman Cautivo y Rescatado.
R. Muy bonito, sí señor. Y usted, ¿dónde va a ir?
C. Pues todavía no lo sé. Aquí me tienen esperando. Me sacaron del altar una noche a altas horas, y aún no sé dónde me llevarán. Pero sí sé que fuera de Sevilla.
R. ¿La destierran? ¡Ay, qué pena!
C. No se preocupe. Encontraré un sitio donde me quieran.
R. ¿Y yo? ¿Cree usted que a mí me querrá este barrio?
C. Con locura, claro que sí. ¿Por qué? ¿Tiene dudas?
R. Hombre, como soy nueva... y la sustituyo a usted.
C. Verá, le dejaré un regalo.
R. ¿A mí? ¿Cuál?
C. La devoción de mi barrio. El cariño y el respeto que me han dado a mí durante tantos años. Se lo dejo como recuerdo. Así no se olvidará de mí. Y mi gente tampoco.
R. Muchas gracias, Charo.
C. De nada.
R. Pero yo, ¿qué puedo hacer por usted?
C. ¿Por mí? Muy sencillo. Proteja usted a mi gente. Cuide de todos ellos. Atienda sus oraciones y sea el orgullo de esta zona de la ciudad. Entre en Campana el año próximo como una reina y hágame un hueco imaginario en su palio cuando recorra las naves de la Catedral. Yo, desde donde esté, no me perderé ese momento.
R. Así lo haré, Charo.
C. Pues muchas gracias, Rosario.

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