En el Plantinar tenían claro que, con nubes o sin ellas, saldría el Sol. Y, efectivamente, la Hermandad del Sol inauguraba en la calle el Sábado Santo, como lleva haciendo desde que en 2010 se incorporase a la nómina de las cofradías que realizan su estación de penitencia a la Catedral, tras abandonar las vísperas.
Ha sido una salida muy especial para la única cofradía de ruán verde, debido a los estrenos que ha presentado. Pero eso era después, en la segunda parte del cortejo. En la primera, el protagonista era el Santo Cristo Varón de Dolores de la Divina Misericordia, que preside el primero de los tres pasos alegóricos con que cuenta el Sábado Santo. Porque éste es un paso alegórico. En él Jesús, con todas las marcas de su Pasión repartidas por el cuerpo, abraza la cruz que ha vencido al pecado, representado en el dragón que muerde la manzana en el suelo del paso, mientras pone su pie izquierdo sobre la calavera de Adán, el primer hombre y primer pecador. No en vano, el Calvario donde muere Jesús es el monte de la calavera, la del hombre que, junto a Eva, desafió a Dios desobedeciéndole ya en el mismo Paraíso. Todo es simbolismo, todo alegoría en este paso que, por su aparente sencillez y su pequeño tamaño, no parece encerrar un mensaje tan grande.
La Hermandad del Sol no ha inventado nada. La iconografía del Varón de Dolores es muy antigua. En pleno centro de Sevilla, una imagen similar preside el convento del Pozo Santo. El que tallara José Manuel Bonilla para la cofradía del Sol avanzó hasta la Puerta de Jerez a los sones precisamente de la Banda de Cornetas y Tambores Varón de Dolores, en conmemoración de sus veinticinco años de historia. Después ocupó su lugar habitual delante de la cruz de guía, pasando la Banda del Sol a tocar tras el paso.
Bonilla ha diseñado los bordados del nuevo palio, de los que hemos visto sólo culminada la caída frontal por parte de su hermana Ana. El dibujo de los bordados sigue en esencia el de las anteriores pinturas, pero añade en el centro una cartela pintada por Raúl Berzosa en la que vemos a la Virgen con su Hijo muerto en brazos al pie de la cruz. En este nuevo palio la Hermandad del Sol quiere rendir homenaje a las cofradías del Sábado Santo, que le abrieron las puertas de la jornada para su incorporación. Ésta primera se refiere a la Piedad Servita. En los próximos años se irán completando las demás cartelas.
Por otra parte, también eran novedad la terminación de la crestería de plata, de Juan Angulo, y los candelabros situados en la delantera del palio, delante de los cirios de la candelería. La cofradía lleva poco tiempo en la nómina de la Semana Santa y de momento no ha habido un solo año en que no hayamos visto a este palio con algo distinto que quizá un año se pone para desaparecer al siguiente.
El paso de palio discurrió por Ramón y Cajal, Enramadilla y Carlos V con marchas como "Nuestra Señora de Guadalupe", "Esperanza Macarena" o "Coronación de la Macarena", a cargo de la Banda de Música propia de la hermandad.
Otra vez estaba la Madre abrazando al Hijo ya muerto y otra vez quedaba la cruz desnuda como testigo. Y todo ello, sobre las rosas de color rojo que exornaban el paso, a lo que había que sumar la variedad de flores de tonos morados situadas sobre la peana en la que se elevan la Virgen y el Cristo.
La dolorosa vistió por segundo año el nuevo conjunto de manto y saya bordados por Jesús Rosado según diseño de Dubé de Luque; unos bordados quizá demasiado tupidos en la saya para lo que es el estilo tan sobrio de la cofradía.
La Banda de Música Nuestra Señora del Águila, de Alcalá de Guadaíra, puso sones fúnebres tras este primer paso de la cofradía servita que en seguida se perdió por Bustos Tavera en su camino a la carrera oficial.
Más marchas fúnebres se oyeron tras el palio de la Virgen de la Soledad, la que el 8 de diciembre da su mano a besar y el Sábado Santo llora por las calles de Sevilla la pérdida del Hijo.
No sorprende este manifiesto desconocimiento que han demostrado en ocasiones incluso los propios periodistas dedicados a comentar la Semana Santa en retransmisiones de radio y televisión. En una ocasión, uno afirmó que San Pedro forma parte del paso (calvo y con barba, San Pedro, claro), mientras que otro interpretaba la escena como la vuelta de Jesús con el Padre tras la resurrección. Si cosas así las dicen quienes deben informar a los demás, es difícil esperar que quienes han de ser informados sepan explicar con todo lujo de detalles y aciertos lo que la cofradía trinitaria nos muestra en su primer paso, de cuya recuperación, por cierto, se han cumplido ahora veinte años.
Y este desconocimiento no se explica necesariamente porque la gente carezca de formación cristiana. Es que este paso de misterio es de nota. Ya lo hemos comentado en alguna ocasión. Hay tanta gente subida en ese paso, que viéndolo de frente es absolutamente imposible ver a las tres Personas de la Santísima Trinidad, lo que obliga, para tener una visión completa de la escena, a mirarla desde uno de sus costeros.
Y también hemos dicho alguna vez que una alegoría es un símbolo que, si no se interpreta correctamente con un simple golpe de vista, es que ha fracasado estrepitosamente. La culpa no es de la hermandad, que lo que ha hecho es reproducir en imaginería la idea que un religioso tuvo hace siglos para representar el misterio de la Santísima Trinidad. Pero lo que es evidente es que falta pedagogía.
Por si sirve de algo, tratamos de explicar este paso. Vemos a Dios Padre, Dios Hijo (con el instrumento de su misión, la cruz) y Dios Espíritu Santo en la trasera. Ante ellos, los cuatro Padres de la Iglesia Occidental, que son San Gregorio Magno (el que alguno confunde con San Pedro), San Agustín de Hipona, San Ambrosio y San Jerónimo (el que aparece escribiendo porque fue el encargado de traducir la Biblia al latín), quienes fomentaron el conocimiento de las Sagradas Escrituras, propagando así la fe por Occidente (hay otros cuatro Padres de la Iglesia Oriental). La idea que se transmite en este paso es que todos juntos decretan enviar a Dios Hijo a la tierra para procurar la salvación de la humanidad mediante la destrucción del pecado y fundar así la Iglesia. Por este motivo, en el paso aparece representada la Iglesia Dormida, a la espera de surgir con la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, así como San Miguel Arcángel, que aplasta a un dragón como símbolo del pecado; dragón que quedaba completamente oculto tras las flores. Completa el conjunto escultórico la Fe, situada tras Dios Padre. Como decimos, no es sencillo descifrar con un simple golpe de vista todo lo que encierra este paso.
Centrándonos en lo cofradiero, el paso de misterio venía acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras, que tocó "Y tú, Estrella" por la calle Valle. Aquí el joven capataz echó una pequeña reprimenda a los costaleros porque tuvo que repetir varias veces la orden de avanzar de frente hasta que éstos se enteraron. Al parecer, no todos lo habían escuchado.
Otro estreno era el de la disposición de las imágenes de este misterio, que ha sido sustancialmente modificada por Fernando Aguado. Básicamente, el cambio ha consistido en acercar a la Virgen de la Concepción y a San Juan Evangelista al Cristo de las Cinco Llagas, mientras que la Magdalena se ha colocado con María Salomé y María Cleofás en la delantera del paso. Con esta modificación, el conjunto parece algo más ordenado que como lo habíamos visto hasta ahora.
Por otro lado, la dolorosa de la Concepción, que ha estrenado en la calle la restauración y limpieza realizada por el IAPH el año pasado, lucía una diadema de Joaquín Ossorio perteneciente a la Hermandad de los Gitanos, de un tamaño menor a la habitual.
La Banda de las Tres Caídas de Triana cerraba su Semana Santa con este paso del Cristo de las Cinco Llagas, que era el octavo al que acompañaba por las calles este año.
El paso de tan magnífica dolorosa de Juan de Astorga, también restaurada por el IAPH, venía exornado con pequeñas rosas en la delantera y claveles blancos, la principal flor de los palios de este año, en los costeros.
El tópico, repetido mil veces, de los contrastes que se dan en la Semana Santa de Sevilla, tiene uno de sus máximos exponentes en este punto, en el que de la alegría de un paso de palio de hermandad de barrio, con marchas alegres y petaladas, pasamos, ni más ni menos, que a la Canina.
La Hermandad del Santo Entierro nos trae el tercer y último paso alegórico, el del Triunfo de la Santa Cruz. Éste tiene una interpretación mucho más sencilla. La muerte, ese esqueleto con guadaña sentado sobre el mundo y atribuido a Antonio Cardoso Quirós, ha sido derrotada por la muerte del Señor. "Mors mortem superavit". Con el sacrificio de Jesús y su efímero descenso a los infiernos, llega la resurrección, la salvación de la humanidad y la vida eterna. "Oh, muerte, ¿dónde está tu victoria?".
Cardos y hojarasca para la Canina que tuvo el 'atrevimiento' en 2013 de ponerse elegante con pequeñas rosas de color morado.
Tras el paso de la Canina, la calle Alfonso XII se llenaba de colorido con las variadas túnicas de las hermandades que enviaron representación al cortejo del Santo Entierro. Hubo muchas ausencias. Así, hay que anotar que no asistieron las hermandades de Padre Pío, Pasión y Muerte, Corona, Torreblanca, San Roque, Amor, Santa Marta, Vera+Cruz, Penas, Javieres, Estudiantes, Carmen Doloroso, Cristo de Burgos, Quinta Angustia, Pasión, Silencio (aunque ésta salió a la puerta de San Antonio Abad), Gran Poder, Calvario, Soledad de San Buenaventura, La O y la Mortaja.
Más tarde salía de la Iglesia de San Gregorio el paso de la Urna, con el Cristo Yacente de Juan de Mesa en su interior. El paso, que ha vuelto este año a los claveles rojos después de los lirios morados del año pasado, llevaba detrás a la llamativa escolta de soldados romanos, vestidos con los realistas uniformes adquiridos a los estudios Cinecittà de Roma, seguida por la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, dirigida por Francisco Javier Gutiérrez Juan.
Venía ahora la extensa y aburridísima representación civil y militar que no hay que soportar en el itinerario de vuelta de la cofradía. Representaciones de los ejércitos, consulados, academias, colegios profesionales, organismos oficiales... Mucho chaqué y traje negro, mucha mirada a un lado y a otro, alguna cabezada a modo de discreto saludo a las amistades. Mucha, mucha gente y muchas caras invisibles desfilando hacia la Catedral. Poco antes del tercer y último paso, el alcalde, Juan Ignacio Zoido, y el arzobispo, Juan José Asenjo.
Y por fin, el paso del Duelo, vestigio del siglo XIX en la composición de la escena, con San Juan, las tres Marías, José de Arimatea y Nicodemo, colocados en paralelo y con actitud hierática, junto a la Virgen de Villaviciosa, a la que dan el pésame y ofrecen su consuelo tras la muerte de Jesús.
Variadas flores blancas adornaban el paso de líneas góticas al que acompañaba este año la Banda de Música del Ejército de Tierra, que por el último tramo de la calle Alfonso XII interpretó una marcha jerezana, "Cristo de la Defensión".
Cuando el Santo Entierro ocupaba al completo la carrera oficial, por la Cuesta del Rosario subía de regreso a su templo la Hermandad de los Servitas. El paso de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Providencia lo hacía con la marcha "La Madrugá", con la que alcanzó la Parroquia de San Isidoro. Tras una breve parada, el paso continuó por Jesús de las Tres Caídas buscando la Plaza del Cristo de Burgos.
Por su parte, el paso de palio de la Virgen de la Soledad pasó por esta zona con las marchas "María Santísima del Dulce Nombre" y "Mater mea".
Siguiendo a los Servitas, venía la Trinidad, cuya cruz de guía seguía al palio de la Soledad desde la Plaza de la Encarnación. El paso del Decreto llegó a San Isidoro con la marcha "Y fue azotado", a la que siguió "Réquiem".
Posteriormente, el paso del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, al que la Banda de las Tres Caídas le tocó por esta zona "La Pasión".
Finalmente, el paso de palio de la Virgen de la Esperanza discurrió con "Pasan los campanilleros", tras la que tuvo lugar una larga parada en el inicio de la calle Jesús de las Tres Caídas, antes de continuar hacia la Alfalfa.
Un poco más tarde, la Plaza del Salvador, uno de los principales puntos de interés en Semana Santa, se despedía de ésta con la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo. Camina con mucha rapidez esta cofradía, cuyo único paso nos muestra a la Virgen sola al pie de la cruz, con la corona de espinas y el pañuelo en sus manos.
Venía la Soledad con un tocado liso que le favorecía bastante, mientras que su paso estaba adornado con rosas blancas, además de los habituales lirios morados junto a la cruz y, por supuesto, las azucenas talladas a lo largo del canasto.
Son muchos los que siguen a esta cofradía en su regreso a San Lorenzo, porque para muchos es el "divino broche de oro que cierra la Semana Santa", como dice la sempiterna saeta. Del Salvador, en línea recta a Cuna y Orfila, con parada ante la Hermandad de los Panaderos. De ahí, a Javier Lasso de la Vega, Aponte, Las Cortes y la Gavidia. Y finalmente, por Cardenal Spínola, a la Plaza de San Lorenzo. Y por todo ese camino, recorrido en aproximadamente una hora y media, la Soledad atraía a gente que se iba sumando al regreso, siguiéndola hasta su entrada.
La plaza, a oscuras, volvió a ser desgraciadamente, después de unos años de moderación, el escenario de una especie de batalla de saetas. Hasta siete se llegaron a cantar, dos de ellas del Sacri y otras dos cantadas al mismo tiempo por sendas mujeres que rivalizaban por ver quién subía más el volumen. La última saeta coincidió con la entrada del paso en el templo. Ese momento en que lo único que debería escucharse son las órdenes de los capataces a los costaleros. Ese momento en que cada uno lanza sus últimas oraciones a la Virgen sola.
No soy muy partidario de ponerle una banda de música detrás a este paso, como defienden algunos hermanos. Pero si eso sirve para evitar, o al menos atenuar, la absurda guerra de saeteros, bienvenida sea.
Cuando la Soledad entró en San Lorenzo llegó el momento de la tradición. Ya sabemos eso de las tradiciones que en Sevilla se instauran con un par de repeticiones. El caso es que había que tocar tres veces, aunque algunos lo interpretan como golpear, la puerta del templo. Se le pide así a la Soledad poder de nuevo vivir la Semana Santa el año que viene. En el plano personal hay que decir que, hasta ahora, lo ha concedido.
Pero los más jartibles, los de verdad, no dábamos aún el Sábado Santo por acabado. La Trinidad seguía en la calle y había que aprovechar hasta el final. Este año la cofradía tenía la intención de adelantar la entrada en aproximadamente una hora. Se notó el adelanto, ya que, tras ver a la Soledad de San Lorenzo, que entró con una media hora de retraso, ya sólo quedaba en la calle el paso de palio de la Esperanza cuando, tras la caminata, alcanzamos la Basílica de María Auxiliadora.
Una auténtica bulla aguantaba para ver entrar a la cofradía trinitaria. Y muchos cangrejeros iban delante del paso de palio. Se produjo otro de esos misterios de las masas cofradieras. Antes de pasar el palio el arco de acceso al recinto del colegio salesiano parecía que no cabía nadie más. Y, sin embargo, aún había sitio para todos los que rodeaban a la Esperanza.
"Triana de Esperanza", "Rocío" y "Pasan los campanilleros" fueron las últimas marchas que sonaron tras el paso de palio. La levantá antes de entrar en el templo la dedicó el capataz a toda la Sevilla cofradiera, que había disfrutado hasta ese momento de una Semana Santa completa, con todas las cofradías en las calles realizando sus estaciones de penitencia.
Sin entretenerse demasiado, el paso de palio entró finalmente en la basílica, dando por terminado, ahora sí, el Sábado Santo de 2014.
La carrera oficial estaba siendo desmantelada. Todas las hermandades habían pasado por ella, pero faltaba la Resurrección. Eso sería en unas pocas horas, pero entonces ya sería otro día, otra jornada. Mientras tanto, el Sábado Santo nos dejaba la satisfacción de otro día de cofradías completo, brillante y lleno de emoción. A estas alturas, las emociones se agolpaban de tal forma, que era difícil incluso hacer un rápido balance. Lo único seguro es que estábamos soñando y no queríamos despertar.
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