Cuando la tertulia Sine-Labe presentaba, allá por el mes de febrero, su cartel de Semana Santa de 2014, que era una fotografía del Cachorro, el teniente de hermano mayor comentaba con ironía que el autor llevaba tanto tiempo haciendo fotos a las cofradías que hasta tenía una del Cristo de la Expiración en la calle. Este año se contarán por miles las fotos que se hayan tomado del Cachorro, por fin en la calle. Y de la Carretería, que tampoco salía desde 2010. Y del resto de hermandades de la jornada, que han salido de forma intermitente en los últimos años: 2011 no, 2012 sí, 2013 no.
Tocaba que sí este año. Y la primera, precisamente, en ponerse en la calle era la Hermandad del Cachorro, cuyo titular protagonizó un histórico y multitudinario vía crucis el pasado 22 de marzo. De nuevo el Cristo que expira y no termina de morir recorría Triana, pero esta vez sobre su paso y en dirección al puente para cruzar a la orilla sevillana camino de la carrera oficial.
Justo detrás de las insignias basilicales, el tintinábulo y el conopeo, que por primera vez formaban parte del cortejo en la estación de penitencia, venía por la calle Castilla el Cachorro, entre los naranjos que ya habían perdido prácticamente todo el azahar, pero con los claveles rojos del monte a sus pies. El Cristo de la Expiración, el de la leyenda del gitano de la Cava, una de las imágenes más impresionantes de la Semana Santa, perdía su mirada en el azul del cielo buscando al Padre, una vez consumada su misión redentora.
La Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas imprimía fuerza a la escena con sus sones. Delante de la Parroquia de la O, y ante la representación de varios nazarenos con el estandarte de la cofradía que habría de salir después, el Cachorro pasó a los sones de la marcha "Amor, corneta y costal".
La Virgen que no llora pero está a punto, como delata el brillo de sus ojos, caminaba deprisa, dado que la Hermandad de la O debía estar saliendo desde hacía ya diez minutos. Llegó el paso de palio a la parroquia con la marcha "El Cachorro. Saeta sevillana", a cargo de la Banda de la Oliva de Salteras. Acto seguido, como guiño a la cofradía hermana, sonó "María Santísima de la O", con la que la Virgen del Patrocinio, con la Virgen del Rocío sobre su respiradero frontal, siguió recorriendo la calle Castilla en dirección al Altozano. Como siempre, claveles de color rosa fueron el exorno floral.
Con aproximadamente unos mil nazarenos menos que la cofradía anterior, pronto salió del templo el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra de Pedro Roldán. El año pasado no pudo estrenar en la calle la túnica de terciopelo burdeos que por fin hemos visto moverse con el caminar del Señor bajo el peso de su característica cruz de carey y plata. También se han podido ver las cartelas realizadas por David Segarra en sustitución de las que reproducían los misterios trianeros con cierta fidelidad, aunque las nuevas representan los mismos momentos de la Pasión, a las que se han añadido este año otras dos en los respiraderos.
Cuando el paso, adornado con lirios morados como casi siempre (aún se recuerdan los claveles rojos con los que salió en 2005), ya estaba en la calle, la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Sol interpretó tras la Marcha Real la composición "Réquiem", a la que después siguió "Cruz de carey".
Rosas blancas y nardos adornaban este paso que ha presentado la limpieza del manto de Carrasquilla y la restauración de los candelabros, tanto los de cola como los que se sitúan entre los varales.
La Banda del Carmen de Salteras, tras acompañar a la Macarena toda la noche y gran parte de la mañana, estaba ya dispuesta a brindar sus sones a la Virgen de la O. Tras el Himno Nacional, la incansable banda tocó "María Santísima de la O", a la que siguió la marcha "Reina de la O", de Antonio David Rodríguez Gómez, marcha que debería haberse estrenado en la calle el año pasado, pero que por fin ha sonado tras el palio en este 2014.
En silencio y sobre un monte de claveles rojos, el Señor de San Isidoro, con túnica burdeos, bajaba su calle ayudado por el Cirineo que tallase el mismo autor del Cachorro, talla que por su indudable valía puede verse durante todo el año en la Parroquia, pese a no ser titular de la cofradía y ni siquiera la imagen de un santo. Es sólo, o nada más y nada menos, la considerada por muchos mejor talla secundaria de la Semana Santa. Estrenaba este primer paso unos faldones de terciopelo negro confeccionados por Jesús Rosado.
Muchos siguen manteniendo que a este paso de palio le iría muy bien una banda de música detrás. Pero no parece que los cofrades de San Isidoro estén por la labor de dejarse llevar por la corriente de la recuperación musical de la vecina Hermandad de Pasión.
El paso de misterio del Santísimo Cristo de la Salud y la Virgen de la Luz es uno de los más conseguidos, no sólo por el conjunto escultórico, que conjuga los nombres de Francisco de Ocampo, autor del crucificado, y Pedro Roldán como responsable, él o su círculo, del resto de imágenes, sino también por el propio canasto de Guillermo Muñiz, que se asemeja a un enorme ramo de hojarasca atado con una cuerda tallada y de dibujo completamente asimétrico, concienzudamente restaurado por los Hermanos Caballero en 2011. A ello hay que añadir los particulares candelabros de guardabrisas de metal plateado.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Cigarreras pone sus sones más clásicos al servicio de esta escena en la que, muerto ya Jesús, se prepara su descendimiento para ser trasladado al sepulcro. Éste, el sepulcro, es una de las necesidades de la Virgen de la Luz, junto a las escaleras que José de Arimatea y Nicodemo sostienen en la trasera del paso, y la sábana para envolver al Señor que la propia dolorosa, San Juan y las tres Marías tienen preparada a los pies de la cruz.
En la calle Temprado, con la Torre de la Plata recortándose en el atardecer tras el misterio, un hombre cantó una saeta al paso desde la puerta del Hospital de la Caridad en el que nos recuerdan que, "in ictu oculi", la vida pasa y las riquezas, que no son verdaderas necesidades, se quedan mientras nosotros emprendemos nuestro inevitable viaje.
La Banda de Música María Santísima de la Victoria tocó por la calle Temprado marchas solemnes como "Virgen del Valle", "Jesús de las Penas" y "Margot", con la que el palio de la Virgen del Mayor Dolor, exornado con claveles blancos, llegó a la Capilla del Rosario, donde esperaba una representación de la Hermandad de las Aguas. Previamente hubo otra saeta desde la Caridad, ahora para la dolorosa obra del jerezano Alonso Álvarez de Albarrán en el siglo XVII.
Fue todo un cambio a lo que estamos acostumbrados el modo en que Grande de León, que ha vuelto como vestidor a la hermandad, ha ataviado a la Soledad, tanto por el tocado dorado que llevaba como, sobre todo, por la posición de las manos. La izquierda la acercaba al pecho, mientras que la derecha, que sujetaba la corona de espinas de su Hijo ya descendido, la tenía extendida, ofreciendo precisamente la corona a todos los hombres por los que Jesús había experimentado su horrible martirio.
Y otra cosa que llamó la atención fue el exorno floral, formado por minigerberas de color púrpura como las que el Cristo de la Fundación de los Negritos llevó en su paso el Jueves Santo de 2013.
La Soledad de San Buenaventura, que ha estrenado este año acompañamiento musical, ya que la Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor ha sustituido a la Banda del Sol, recibió una saeta en la Plaza de Molviedro, donde se detuvo ante la representación de la Hermandad de Jesús Despojado en la Capilla del Mayor Dolor.
Posteriormente, continuó por Doña Guiomar y Zaragoza hasta Carlos Cañal, con marchas como "La Madrugá", "Virgen del Valle" y "Quinta Angustia". Momentos antes de entrar, se le cantó una última saeta desde un balcón justo frente al convento y sonó "Soledad franciscana", aunque desgraciadamente esta bellísima marcha fue interrumpida mientras la Soledad, la Virgen que te atrapa y a la que es difícil dejar marchar, se introducía definitivamente en su casa, dando por finalizada la estación de penitencia.
Antonio Santiago y sus auxiliares cambiaban la alegría de la Macarena por la sobriedad de la Mortaja, a la que curiosamente en tiempos se llegó a denominar la Macarena Chica, cuando nadie hablaba de la cofradía de la Mortaja, sino de la Piedad de Santa Marina. Por cierto que hay teorías que apuntan a que la Esperanza Macarena y la Virgen de la Piedad comparten autoría, aunque en esto, como en casi todo, hay teorías para dar y regalar.
La Piedad sostiene a su Hijo Descendido de la cruz momentos antes de ser amortajado. La acompañan en el momento del último abrazo San Juan, las tres Marías, José de Arimatea y Nicodemo, en una escena que va de abajo a arriba, desde la Magdalena arrodillada junto a los pies del Señor, pasando por el cuerpo inerte de éste, el rostro lloroso de la Piedad y la cruz desnuda de la que ya no pende el Salvador del mundo. Diagonal casi perfecta que se dibuja cuando vemos el paso desde uno de los costeros de este paso antiguo, de altísimos candelabros junto a grandes ángeles mancebos.
En dos chicotás subió la cuesta de forma silenciosa el paso de misterio de la Mortaja, hasta quedar detenido en el segundo tramo de la calle Placentines. Aún quedaba un buen trecho hasta el regreso al antiguo Convento de la Paz.
Es una zona tan tranquila, que chirriaba bastante la actitud de uno de los policías que iban delante del paso del Santísimo Cristo de la Conversión, empeñado en mantener expedito de cangrejeros, cofrades y fotógrafos el espacio comprendido entre los últimos nazarenos del cortejo del misterio y el propio paso. Tanto celo ponía en su labor, en una zona donde no había bulla alguna, que su propia compañera le miraba de tanto en tanto como si no comprendiera el sentido y los malos modos con que el agente se afanaba en apartar a todo el mundo.
Es una de las cosas que se han notado mucho esta Semana Santa. La manía persecutoria de algunos policías ante cualquier ser humano que se situara delante de un paso. A veces provocaban mayor caos y dificultad de movilidad que la que habitualmente generan las personas que saben moverse viendo cofradías. Muchos de esos agentes vienen desde fuera a Sevilla expresamente para estos días. Quizá alguien debería explicarles cómo se mueve la ciudad en Semana Santa desde hace décadas o incluso siglos.
Pero, volviendo a lo importante, que es la Hermandad de Montserrat, hay que añadir un paso más a la lista de misterios con variado exorno floral de tonos morados e incluso rojos. Así era el monte del paso en el que Jesús pronuncia las palabras más hermosas que un hombre pueda oír jamás. El afortunado fue San Dimas: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Frente al buen ladrón, Gestas desprecia al Señor tras retarle a salvarse a sí mismo, ignorando que precisamente al no hacerlo estaba salvando a la humanidad entera.
La Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas iba tras este altísimo paso de misterio presidido por el que muchos llaman Gran Poder crucificado, por la similitud existente entre el rostro del Señor de Sevilla y el del Cristo de la Conversión, aunque éste es una obra ligeramente anterior.
La última levantá en la calle San Pablo y la vuelta hacia Cristo del Calvario la dedicó el capataz a dos costaleros que este año se han retirado de las trabajaderas. Poco después, el paso entró en la Capilla de Montserrat sin volverse a la gente que contemplaba el regreso de la hermandad.
Rosas y claveles blancos exornaban el paso, que tiene detrás los sonidos de la gran Banda de Música del Maestro Tejera. "El Cachorro. Saeta Sevillana" fue la marcha que sonó en la revirá de San Pablo a Cristo del Calvario. Posteriormente, dio tiempo a una doble interpretación de "Virgen de Montserrat", la marcha que compusiera Pedro Morales para esta dolorosa y que puede considerarse un auténtico himno del Viernes Santo. Tampoco el palio se volvió para entrar en la capilla, algo que sí han hecho ambos pasos en años anteriores.
Toca descansar. Han sido muchas horas. Horas plenas de emoción. Y aún no había acabado el sueño, aunque algunos partes meteorológicos nos decían que la cosa se podría torcer al final. Pero ahora el cansancio feliz, el que ha merecido la pena, nos pedía dejar la mente en blanco y soñar con lo soñado en la últimas horas, las largas horas que conforman el Jueves, la Madrugá y el Viernes Santo.
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