Las predicciones lo anunciaban y en el Cerro fueron los primeros en sufrir las consecuencias. La hermandad decidió no salir a la calle cuando aún no había caído ni una gota. Lo mismo que el día anterior en el Polígono, sólo que esta vez se cumplieron todos los pronósticos a lo largo de la jornada. Y, al igual que en el Polígono, una negativa experiencia anterior con la lluvia, en este caso de 2007, facilitó la decisión final.
Fue la primera, pero ni mucho menos iba a ser la última. En San Esteban también triunfó la prudencia. Bueno, la prudencia y el sentido común porque aquí sí que hubo agua antes incluso de optar por quedarse en casa. Por tanto, hubo que conformarse con ver dentro del templo una imagen que parecía de otro tiempo: Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje con la clámide bordada y recuperada hace unos años, aunque desde entonces no le había sido colocada al Cristo de la Ventana para su estación de penitencia. Además, la disposición floral del paso, con un frontal cuajado de rosas rojas muy separadas entre sí, también destilaba un sabor añejo.
Poco a poco se fue confirmando que las visitas a los templos iban a ser la única forma de dar contenido cofrade a la jornada. En la Universidad, la Hermandad de los Estudiantes no se lo pensó mucho y rápidamente decidió que no saldría a la calle, lo que dio pie a la formación de importantes colas para acceder al Rectorado antes de que los pasos fueran trasladados a su capilla.
Muy criticado ha sido lo ocurrido en Los Javieres. La junta de gobierno, con Maruja Vilches ejerciendo de hermana mayor, debido a la ausencia temporal de Jesús Gutiérrez, decide en un principio esperar. Finalmente, cuando la lluvia ya había parado, Maruja se detiene a argumentar que la junta está dividida entre los que apuestan por salir y los que no, siendo ella la encargada de desempatar. Su decisión, por la que previamente pide disculpas en caso de haberse equivocado, es salir. Sorprenden, y mucho, estas palabras. Sobre todo a quienes se encontraban en la calle Feria, frente a Omnium Sanctorum, y veían cómo el cielo empezaba de nuevo a descargar.
Pasan varios minutos y cuando por fin se abren las puertas de la parroquia el diputado de cruz de guía se encuentra ante un auténtico aguacero. Momentos de duda, de miradas hacia atrás. ¿Salimos…? De nuevo se cierran las puertas y Maruja Vilches, que confesaría después haberse dejado llevar más por el corazón que por la cabeza, da por suspendida definitivamente la estación de penitencia.
Afortunadamente, el chaparrón no les cogió en la calle. Nunca una lluvia había sido tan providencial para una cofradía como la que pilló a la cruz de guía a dos palmos del asfalto.
En la calle, un hombre protesta y la hermana mayor en funciones de Los Javieres es el objeto de sus críticas. Consideraba un disparate la decisión de salir y llegó a afirmar que, al tomarla, Maruja Vilches había conseguido “hacerse la foto”. Luego llegarían más y más críticas, afeándole que diera a conocer el resultado de la votación del cabildo extraordinario. Pero qué fácil es afilar la lengua. Qué sencillo es saber a toro pasado lo que había que hacer. Qué cómodo es permanecer a las puertas de una iglesia esperando mientras son otros los que toman las decisiones complicadas… ¿Y por qué desvelar el resultado de una votación está mal? Maruja Vilches dio muestras de dos cosas que desgraciadamente no abundan: transparencia con los hermanos sobre cómo se llegó a una decisión que les afectaba a todos directamente, y valor para asumir que el acierto o el error sería exclusivamente suyo. Eso se llama coraje. Enhorabuena.
A partir de este momento, la tarde se convirtió en la espera de una mejora meteorológica que nunca llegó. Que si a partir de las seis, que si a las siete, que si a las ocho… El resultado, como es lógico, fue una concatenación de salidas suspendidas: San Benito, La Candelaria y Santa Cruz. En esta última no hubo ni siquiera compás de espera. ¿Llueve? Pues no se sale.
Y así llegamos a San Lorenzo. La Bofetá pide tiempo. Es la última opción de la jornada y muchos recuerdan el Martes Santo de 2003, cuando se convirtió en la única hermandad del día que salió a la calle (y también la primera de toda la Semana Santa en llegar a la Campana). La hermandad vive momentos convulsos con un comisionado, Manuel Toledo, ex hermano mayor de La Trinidad, al que muchos acusan de todo, menos de pacificar la vida interna de la corporación. Desde luego, lo ocurrido este Martes Santo no va a contribuir a mejorar las cosas. Toledo y sus auxiliares consultan los partes y deciden, para alegría de muchos e incredulidad de otros, ponerse en la calle. Efectivamente, sale la cruz de guía y, detrás, todos los nazarenos del cortejo del Cristo.
Pero cuando el misterio de Jesús ante Anás se asoma a la plaza, empiezan de nuevo a caer las gotas. El paso sigue avanzando mientras se abren los paraguas; la banda de Las Cigarreras se esfuerza en espantar a las nubes y la gente, la que no tiene el paraguas abierto, aplaude. Aprieta el agua. El paso continúa por Conde de Barajas, camino del rodeo previsto para pasar este año por el Colegio de Graduados Sociales. El capataz detiene el misterio esperando una señal de volverse que no acaba de llegar. Ya hay nazarenos de la Virgen en la calle cuando por fin se dan instrucciones: de nuevo a San Lorenzo.
Parecía que iba a ser como el Martes Santo de 2003, pero fue como el de 2007, en el que La Bofetá también tuvo que volverse (hasta en dos ocasiones) para dar por finalizado el intento. Y todo por unas previsiones de mejora que aseguraban incluso que no llovería hasta las cuatro de la madrugada. Y, sin embargo, en ese corto trayecto de media cofradía llovió más intensamente que en todas las horas previas que habían acabado con las ilusiones de las otras siete hermandades de la jornada.
“Dicen que mañana se acaba la Semana Santa”, comenta un chaval que se ha puesto como una sopa. “No será para tanto, ¿no?”.
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