La Hermandad de Pasión mantiene aún las medidas fijadas al inicio de la pandemia y, dos años y medio después, sigue evitando celebrar el besamanos a Nuestra Madre y Señora de la Merced. En su lugar, este fin de semana ha vuelto a sustituir este culto tradicional por el montaje de un acto de veneración que ha tenido como escenario la capilla sacramental de la Iglesia del Salvador.
Sobre su peana procesional, hemos visto estos días a la Virgen de la Merced vestida como lo está cada Jueves Santo en la estación de penitencia de la hermandad. Así, lucía tanto el manto como la saya procesionales, piezas ambas de Carmen Capmany, además de lucir la corona de salida, obra de Cayetano González. En el pecherín llevaba únicamente un puñal y el emblema mercedario, mientras que en la mano derecha sujetaba un pañuelo de encaje y no tenía nada en la izquierda.
Junto a la dolorosa de Sebastián Santos se colocaron los cuatro faroles de su paso de palio, mientras que a sus pies había un exorno floral compuesto de nardos, lisiantum y rosas, flores que también se encontraban detrás, en distintos puntos del retablo de plata que preside Nuestro Padre Jesús de la Pasión.
Dicho retablo contaba con un gran número de candeleros con cera blanca. Algunos de ellos estaban sobre las peanas que habitualmente ocupan la propia dolorosa y San Juan Evangelista, junto a dos tallas de ángeles mancebos portando sendos incensarios. El discípulo amado ni siquiera se encontraba en la capilla, sino escondido en las dependencias de la hermandad.
Finalmente, hay que señalar la presencia del estandarte corporativo en el lado izquierdo de la capilla, mientras que en el derecho se ubicaba la bandera pontificia.
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