La Archicofradía del Carmen del Santo Ángel celebra desde ayer y hasta mañana, festividad de los Fieles Difuntos, la veneración de Ánimas (aún no se ha recuperado el tradicional besamanos) a la imagen de Nuestra Señora del Carmen, situada para ello en su capilla, a los pies de la nave de la Epístola del templo conventual de la calle Rioja.
Sobre una peana que tiene delante parte de aquélla sobre la que procesiona Santa Teresa de Jesús en la salida del 17 de julio, vemos a la Virgen del Carmen vestida, como es habitual en este culto del inicio de noviembre, de una forma muy sencilla, con saya y escapulario marrones sin bordado alguno, y un manto blanco también liso. Asimismo, tiene un mantilla de encaje a modo de toca de sobremanto y sobre la cabeza la tiara de plata estrenada el año pasado y cuyo diseño reproduce el de la presea robada en 2015.
En el pecherín tiene un broche con el emblema de la corporación y un alfiler con su nombre en letras doradas. En la mano derecha sujeta un pequeño ramos de flores, algunas de ellas de talco, mientras que con la izquierda sostiene al Niño Jesús, vestido también con los colores del hábito carmelita. Ambos, la Virgen y el Niño, tienen además unos pequeños escapularios de mano, y de la cintura de la Virgen cuelga un rosario.
Los candelabros de los costeros de su paso flanquean a la Virgen del Carmen, además de dos de las jarras que contienen variadas flores de color blanco que también se disponen en un centro en el suelo, a los pies de la imagen.
Detrás, el baldaquino procesional del Niño Jesús de Praga, en el que se cobija durante el año la propia Virgen del Carmen, tiene en su interior un crucifijo. Y ante las imágenes del beato Franco de Sena y Santa María Magdalena dei Pazzi vemos cuatro candeleros de plata con cera blanca. Se completa el montaje de esta veneración con la presencia del estandarte corporativo en el lado izquierdo de la capilla, y la bandera de la archicofradía en el derecho.
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