No es que a quien esto escribe le gusten especialmente las sayas salidas de trajes de torero, que a veces parecen más bien un tetris donde acoplar bordados que no se hicieron para tal prenda, pero al menos la combinación de colores entre la saya y el manto daba lugar a un conjunto bastante interesante.
Tras la Virgen se encontraba en su altar el Santísimo Cristo de las Aguas, en cuyo retablo había varios candeleros del paso de palio y diversas jarras con rosas de color rosa colocadas en espiral, como si de columnas salomónicas se tratara. Otras dos jarras se situaron a ambos lados de la dolorosa y dos más un poco más atrás. Finalmente, a los pies del crucificado había rosas rojas.
Hay que apuntar que, coincidiendo con el besamanos, el periodista José Joaquín León y el imaginero Luis Álvarez Duarte estuvieron por la mañana de ayer, domingo, en la Capilla del Rosario firmando ejemplares del libro "El niño imaginero", que el primero ha escrito en base a conversaciones con el segundo repasando toda su trayectoria artística desde que tallara con sólo 12 años a la Virgen de los Dolores de San José Obrero hasta la actualidad, en que conserva en su taller una dolorosa que aún no tiene destino.
Por otra parte, es interesante recordar el montaje preparado por la priostía para los cultos previos al besamanos, con la Virgen de Guadalupe colocada en su retablo ataviada con manto azul, saya blanca y la corona de salida, subida sobre los respiraderos delanteros del paso de palio. Delante, uno de los paños de los respiraderos laterales con un buen número de candeleros encima.
El manto creo que pertenece a la Esperanza de Triana
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