A un lado y a otro de la dolorosa de Montesión, que llevaba prendida del pecherín la Medalla de la Ciudad, se encontraban el Señor de la Oración en el Huerto y el Santísimo Cristo de la Salud.
Durante los cuatro días que duró el besamanos, la Capilla del Rosario fue un reguero constante de personas que quisieron disfrutar de la cercanía de la imagen mariana y del extraordinario gusto con que habitualmente la priostía prepara este culto en su honor, ya sea colocándola en solitario, como este año, o utilizando los elementos de su paso de palio, como ocurrió el año pasado (podéis recordarlo pinchando aquí).
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