Si decimos que llueve sobre mojado en este tema nos quedamos cortos. Aquí no es que llueva, aquí es que vivimos en un continuo diluvio que no tiene más que una sencillísima explicación: lejos de la solidaridad y el amor fraterno (el que han mostrado, precisamente, las cofradías del Jueves Santo con unos cambios sin aspavientos), cada una de las cofradías de la Madrugá, unas más que otras, no miro a nadie, se enroca en sus intereses propios y de ahí no salen. Y claro, con este punto de partida que se puede resumir en “que cedan todas las hermandades menos la mía”, difícilmente se puede llegar a una solución.
Porque, pensemos. Vázquez Perea llegó en su momento a plantear hasta diez opciones diferentes para la Madrugá. Diez, nada menos. Algunas con pequeñas modificaciones aquí y allá, otras algo más elaboradas, y otra incluso absolutamente revolucionaria, como el cambio de sentido de la carrera oficial. Pero nada. Ni las diez, ni esta última rotatoria para tres años.
Y frente a las opciones del delegado, ¿qué proponen las hermandades? ¿Cuál es su solución mágica? Ninguna. Todas se empeñan en poner énfasis en lo que no están dispuestas a cambiar, en lo irrenunciable por decreto (no hace falta poner ejemplos; todos conocemos unos cuantos) y en lo que las demás sí que deberían cambiar. Todas hablan de sus problemas particulares; ninguna del problema global.
Pero no olvidemos una cosa: cuando el problema de una sola de ellas genere un conflicto serio, las consecuencias las pagarán todas. Y no me refiero exclusivamente a la famosa pescadilla que se muerde la cola, sino incluso a problemas verdaderamente graves de seguridad pública de los que en el pasado reciente hemos tenido avisos y poco menos que hemos minimizado con el “aquí nunca pasa nada”.
Ha acertado el delegado en marcharse. Así no se puede hacer nada. Ha puesto de su parte, se ha quebrado la cabeza en vano y la respuesta obtenida ha sido “no porque no”. Hasta que las hermandades no se den cuenta de que hablar hoy en día de “itinerarios históricos” y “recorridos sentimentales” es algo obsoleto que enquista el problema, cualquier solución que nadie pueda plantear, aunque para ello utilice sobre un plano compás, escuadra y cartabón, no convencerá a nadie, no servirá de nada y no se aplicará jamás, para desgracia de Sevilla, de su principal fiesta y de la imagen que ambas transmiten dentro y fuera.
De momento, hoy tenemos la Madrugá sin resolver y un delegado que ha dimitido. Los seis hermanos mayores, sin embargo, siguen en sus puestos. A ver cómo le cuenta todo esto el que fuera pregonero de la Semana Santa de 2003 a su sobrino Gonzalo...
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