Durante sólo cuatro días (digo 'sólo' porque el tiempo de espera de los devotos en las colas debería hacer plantear a la hermandad ampliar la duración hasta, como mínimo, una semana), la Virgen de la Esperanza Macarena estuvo expuesta en besamanos en su Basílica.
En concreto, desde el jueves y hasta el domingo, la Esperanza bajó al encuentro de su gente para ofrecerles su mano derecha. Para esta ocasión, la Macarena se presentó a sus devotos vestida con el manto camaronero de Rodríguez Ojeda, la toca de sobremanto de Francisco Carrera y la saya llamada de las corbatas, de Esperanza Elena Caro. También llevaba su corona de oro y estaba elevada sobre una fina peana de plata.
Sobre el pecherín, junto a sus cinco mariquillas, lucía la Medalla de la Ciudad y una cruz pectoral, además de varios broches, entre ellos el de su advocación. En la mano derecha sujetaba un rosario de cuentas verdes y en la izquierda, uno dorado. Además, en el fajín militar llevaba la pluma de oro donada por Muñoz y Pabón a la Virgen de la Esperanza.
Detrás, el retablo de la Basílica se encontraba completamente cubierto por un gran cortinaje de color rojo, rematado en su parte superior por los respiraderos y moldurones laterales del paso de palio con un friso de flores a base de claveles blancos, nardos, lilium y rosas blancas.
Y ante el cortinaje, se dispuso, recién restaurada, la embocadura del camarín de la Esperanza, obra de Marmolejo, entre credencias de plata, candeleros y jarras del paso de palio con rosas, tulipanes y nardos.
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