Tras la novena extraordinaria de rogativas por el fin de la pandemia del coronavirus, la Virgen del Carmen de la Parroquia de San Leandro estuvo ayer, día de su festividad, expuesta a la veneración de los fieles en el presbiterio bajo del templo, ante el que ha sido su altar de cultos durante los días anteriores.
La Virgen, elevada sobre el primer escalón, presentaba dos importantes estrenos, como el conjunto de escapularios de mano, tanto los suyos como los del Niño Jesús, además de una larga cabellera de pelo natural que se podía contemplar perfectamente al no llevar toca ni tener el manto directamente sobre la cabeza.
Vestía las prendas habituales de sus salidas procesionales, como son el manto blanco de tisú y la saya y escapulario de terciopelo marrón con bordados en oro. Sujetaba un cetro en su mano derecha al igual que el Niño, que lucía potencias y un traje de color claro.
Por otro lado, presentaba un importante número de joyas, como un gran juego de pendientes, un collar, varias medallas, un broche con el emblema carmelita, un alfiler con su advocación y una cruz de Caravaca. Además, tenía un rosario en la mano izquierda y una media luna a sus pies.
Flanqueaban a la Virgen del Carmen cuatro candeleros de plata con cirios blancos y dos columnas doradas de fuste salomónico que sujetaban dos de las jarras del paso con diversas especies florales de variadas tonalidades. Detrás, un gran cortinaje de damasco rojo abarcaba todo el altar y delante había un dosel con crestería de madera dorada ante el que se ubicó un trono de reina.
En los laterales se dispusieron dos mesas de madera dorada con candelabros, artísticos espejos y bandejas, además de dos lámparas de cristal colgando del techo. El acertado altar se completaba con más flores sobre otras dos columnas salomónicas y cuatro ciriales en el presbiterio alto, el estandarte corporativo en el lado derecho y una bandera carmelita junto a una cruz alzada entre ciriales en el lado izquierdo.
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