Desde varios días antes estábamos avisados del intenso calor que íbamos a sufrir el jueves de Corpus. Y sí, lo hizo, pero también tuvimos una mañana de nubes y brisa agradable que poco se pareció a ese infierno térmico que nos habían vaticinado.
Al menos, en las primeras horas de la procesión eucarística de la Catedral, que tardó en salir más de tres horas desde los Niños Carráncanos hasta la Custodia de Arfe. Una auténtica barbaridad. Ahora que tanto se habla de numerus clausus en los nazarenos, casi sería más necesario aplicar la tijera al insufrible cortejo del Corpus.
Las hermandades, las de penitencia, deberían repasar lo que significa la palabra representación. Y digo las de penitencia porque las de gloria lo entienden perfectamente. De hecho, los mejores tramos de la procesión son el primero, el que antecede al paso de Santa Ángela de la Cruz, con las hermandades de gloria, que llevan unos pocos hermanos con su bacalao y van muy pegadas unas a otras, y los últimos, a partir de la Inmaculada, cuando la distancia entre los pasos se reduce considerablemente.
Y no me digan que no se puede recortar, que esos hermanos van acompañando al Santísimo y tal... porque no es cierto. La mayoría de ellos ya han completado el recorrido de la procesión cuando la Custodia aún no ha pisado la avenida de la Constitución. Así que acompañar, acompañan poco. Si acaso, lo anuncian.
Tras la Hermandad de los Sastres, la más antigua de las corporaciones letíficas, llegaba el primer paso de la procesión, el de Santa Ángela de la Cruz, del que cada año se ocupa la Hermandad de la Amargura, que la tiene por titular.
Este año el paso ha presentado importantes estrenos, como un baquetón de madera dorada con maniguetas y elementos decorativos pintados de color rojo, y una alta peana con decoración de apariencia marmórea que ha sustituido a la que se venía utilizando hasta ahora, que era la habitual de los besamanos de la Amargura.
Lo que sí pertenecía a la cofradía del Domingo de Ramos eran los cuatro candeleros, dos jarras y cuatro jarritas, el llamador y un relicario de la santa sevillana. En cuanto al exorno floral, contaba con claveles blancos.
El de Santa Ángela fue el primer paso en discurrir ante los dieciséis altares montados este año (ver) y bajo las portadas de la plaza de San Francisco, dedicadas este año a las hermandades del Beso de Judas y la Esperanza de Triana (ver); portadas que por primera vez estaban completamente decoradas en sus dos caras.
Justo detrás de Santa Ángela comenzaban las hermandades de penitencia que no tienen carácter sacramental, ordenadas según su orden de salida. La primera de ellas era una novedad, ya que por primera vez vimos a la Hermandad de Bendición y Esperanza, del Polígono Sur, que fue aprobada como hermandad de penitencia pocos días después del día del Corpus de 2024.
El paso de las santas Justa y Rufina, talladas por Pedro Duque Cornejo, ha sido responsabilidad este año de la Hermandad de la Estrella. Por este motivo, adornaban el paso, restaurado hace poco tiempo, cuatro candeleros del paso de palio de la Estrella, cuatro jarras de madera dorada del paso del Señor de las Penas y la miniatura de orfebrería de San Francisco de Paula que va también en el palio.
Por otro lado, el paso de las santas estrenaba las maniguetas, de madera dorada, y los faldones, de damasco rojo con una cenefa del mismo color con bordados en oro. En cuanto a las flores, eran también blancas y de variadas especies, como claveles, lilium o gladiolos.
El segundo tramo de hermandades de penitencia no sacramentales sigue a las santas Justa y Rufina, así como el Apostolado de la Oración, la Congregación de Luz y Vela, la Adoración Nocturna y un primer tramo de hermandades de penitencia o gloria que tienen el carácter de sacramental, en este caso ordenadas según su antigüedad.
De Duque Cornejo son las imágenes de San Isidoro y San Leandro, que siempre dan lugar a las dudas de muchos espectadores de la procesión que no saben a cuál de los dos están viendo. Siempre lo decimos, pero es fácil: primero va San Isidoro, que es el que lleva el libro de las Etimologías en sus manos.
La Hermandad de las Tres Caídas de San Isidoro se ocupa de este paso, que estrenaba moldurón y peana de plata. Por cierto, la peana tiene escrito detrás el nombre del santo, como ocurre igualmente con la peana también nueva de su hermano. Así es más fácil.
Rosas y lisiantus adornaban fundamentalmente este paso de San Isidoro, que contaba con elementos procedentes del paso de palio de Nuestra Señora de Loreto y con el llamador del paso de la Virgen de la Salud.
Un segundo tramo de hermandades sacramentales da paso a San Leandro, cuya presencia en la avenida provocó una curiosa conversación protagonizada por una mujer que se preguntaba, también ella, a quién estaba contemplando: "¿Éste quién es, San Isidoro o San Leandro?". "Es San Leandro". "¿Ah, sí? ¿Y siempre han ido en este orden?". "Sí". "Pero, el famoso era San Isidoro, ¿no?". En este punto se unió otra espectadora: "Hombre, cada uno tiene lo suyo"...
Con más o menos méritos para alcanzar la "fama", San Leandro venía estrenando también moldurón y peana, además de contar con varios elementos procedentes de la Hermandad de la Macarena, que entonces aún no imaginaba la que se le venía encima y que se encarga cada año de este cuarto paso de la procesión. El exorno floral, una variedad similar de flores de color blanco.
Más hermandades sacramentales venían a continuación, junto a representantes de los tres Ejércitos antes del paso de San Fernando, con el que por fin llega la música a esta procesión gracias a la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla, que en el momento de la salida del paso interpretó la marcha "El Corpus", a la que luego seguirían otras como "Esperanza Macarena" o "La Estrella Sublime".
Pedro Roldán fue en 1671 el autor de esta bellísima imagen de San Fernando, que se reviste para su salida con un manto de armiño. Cambia la tendencia floral en este quinto paso de la procesión, abandonando el blanco de los cuatro pasos anteriores y cambiándolo por el rojo, que es el que predominaba en la variedad floral colocada por la Hermandad del Beso de Judas, de la que el rey santo es titular.
Como los dos pasos anteriores, también el de San Fernando ha estrenado en este 2025 un baquetón con maniguetas. Y es que de unos años a esta parte se vienen embelleciendo los distintos elementos que conforman esta procesión eucarística.
Entre el paso de San Fernando y el siguiente, el de la Inmaculada Concepción, se reduce bastante la distancia respecto a la que separa a los anteriores. Es la distancia en la que se sitúan distintas instituciones civiles de la ciudad, entre las que se encuentran las relativas a la seguridad, la Universidad, los colegios profesionales, los consulados o el Consejo de Cofradías.
La Hermandad del Silencio es la responsable del paso de la Inmaculada que tallara Alonso Martínez en el siglo XVIII. Candeleros, jarras y llamador pertenecen a la cofradía de la Madrugá, en el que vimos también un baquetón y unas maniguetas nuevas. Además, volvieron con este paso las flores blancas, salpicadas de espigas de trigo y racimos de uvas.
Antes del séptimo paso de la procesión, el del Niño Jesús del Sagrario, iban representadas las cuatro basílicas de la ciudad a través de las hermandades que tienen como titular a quien lo es también de su templo: Cachorro, María Auxiliadora, Gran Poder y Macarena. Asimismo, iban la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando, y la Sacramental del Sagrario.
El Niño Jesús es una talla de Juan Martínez Montañés de 1606, que procesiona bajo un templete de plata. Este año ha llevado una túnica roja, pero no han sido de ese color las flores que exornaban su paso, sino blancas. Además, alrededor de la base del templete se podían ver unas curiosas guirnaldas vegetales.
Por supuesto, era la propia Hermandad Sacramental del Sagrario la responsable de llevar el paso de su imagen del Niño Jesús; una talla que sirvió de modelo para gran cantidad de imágenes de idéntica iconografía que llegaron después.
Muy cerca, siendo ésta la menor distancia entre pasos de toda la procesión, vislumbrábamos ya el de la Custodia Chica, obra de plata de Francisco de Alfaro realizada en el siglo XVIII que cuenta con una espina de la corona de Jesucristo en un relicario. Son instituciones religiosas las que anteceden a este pequeño paso, como son el Seminario Diocesano, los diáconos, las órdenes terceras y algunas comunidades religiosas con sede en la ciudad.
La Hermandad del Valle, que cuenta con otra reliquia de una espina de la corona, es la encargada de exornar y portar este paso, que también ha estrenado baquetón de plata. Cuatro candeleros lo iluminaban, mientras que un invariable exorno floral de claveles rojo sangre, con romero y espigas de trigo, además de uvas en las esquinas, lo adornaban.
Y llegamos ya al paso del Santísimo, antecedido por diferentes estamentos religiosos, como el Tribunal Eclesiástico, el Clero Secular, la Curia Diocesana y la Universidad de Curas Párrocos, seguidos por la Coral Polifónica, los Seises o los miembros del Cabildo Catedral.
El paso, con la impresionante custodia de trescientos kilos de plata labrada por Juan de Arfe entre 1580 y 1587, ha presentado una novedad, ya que ha sido portado por costaleros en lugar de ir a ruedas como hasta ahora. Hace casi un siglo que esto no ocurría, pero el capataz Eduardo Bejarano se puso al frente de este paso para volver a ser llevado por costaleros tras realizarse una nueva parihuela con capacidad para treinta hombres. A lo largo del recorrido se hicieron dos relevos. La custodia estaba adornada con claveles blancos, además de espigas de trigo, romero y racimos de uvas.
Al avanzar en su camino eran muchos los espectadores que se arrodillaban en presencia de Jesús Sacramentado, mientras que detrás iba el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, acompañado de los obispos auxiliares, Teodoro León y Ramón Valdivia.
Y llegamos al final de la procesión, cerrando tras los obispos la Corporación Municipal, la Diputación Provincial, la Policía Local en traje de gala y la compañía de honores del Ejército con banda de música, que en la entrada desfiló como es tradicional ante la Custodia, detenida frente a la Puerta de los Palos de la Catedral.
Para entonces el sol ya calentaba con fuerza para hacer justicia al dicho popular de los tres jueves del año. En éste, Dios mismo recorrió las calles del centro en una procesión que empezó con nubes, que dio la bienvenida a la hermandad más joven de la ciudad y que se cerró con la histórica recuperación de los costaleros bajo la custodia de Arfe.
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