Así, el Cristo de Burgos, portado directamente sobre los hombros de sus hermanos sin ningún tipo de estructura a la que estuviera sujeto y conducido por el capataz Ernesto Sanguino, salió del templo buscando la calle Santa Ángela de la Cruz, en cuyo convento tuvo lugar el rezo de una de las estaciones, así como en el Convento del Espíritu Santo, la residencia San Juan Grande y el Convento de Santa Inés.
La Escolanía María Auxiliadora fue la encargada de acompañar con sus cantos el rezo de las distintas estaciones. Ante ella, abriendo el cortejo iba la cruz alzada en la que se reproduce la iconografía primitiva del Cristo de Burgos y dos ciriales.
En el último tramo del vía crucis fueron las hermanas las encargadas de llevar al crucificado y de dejarlo en el presbiterio, donde tuvo lugar la oración final.
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