La Hermandad de los Gitanos celebró el pasado domingo, tras el triduo de días anteriores, la función solemne en honor a María Santísima de las Angustias, tras la que la dolorosa quedó expuesta en veneración sobre un entarimado situado ante el presbiterio del Santuario.
La Virgen de las Angustias, a la que aún no se le pueden besar las manos según el criterio de la junta de gobierno, se mostró elevada sobre una peana de madera dorada y vestida con el manto burdeos de Fernández y Enríquez, así como la saya del mismo color atribuida a Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Además, tenía un encaje francés de plata, un fajín hebraico de Pilar Barranquero y en el pecherín lucía el puñal de oro de Orfebrería Triana y diversos broches. A la altura del vientre tenía por ver primera un broche del siglo XIX de oro, plata y diamantes que ha sido donado por el cuerpo de costaleros. En las manos sujetaba dos rosarios, una medalla y un pañuelo de encaje, y sobre la cabeza llevaba la corona procesional, de Manuel Seco.
Por otro lado, sobre la peana, entre las flores blancas que había a modo de friso, veíamos la rosa de pasión del doctor Pérez Bernal, que ha pasado por las manos de numerosas imágenes marianas y que ya se quedará de forma permanente la Virgen de las Angustias por ser Patrona de los donantes de órganos.
Junto a la dolorosa se colocaron dos jarras de su paso de palio con diversas especies florales de distintas tonalidades, mientras que al fondo, ante un gran cortinaje de terciopelo rojo, estaba el dosel de cultos de la hermandad, la peana sobre la que la imagen presidió el triduo, un gran número de candeleros con cera blanca, un manifestador con una pintura de la Virgen, algunas jarras más, dos candelabros con flores doradas y velas blancas, y cuatro ángeles mancebos del paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud.
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