martes, 22 de abril de 2025

VIERNES DE DOLORES 2025: LA CORONA


El Santísimo Cristo de la Corona inauguró la Semana Santa en las calles del centro cuando el Viernes de Dolores se puso en camino desde la Parroquia del Sagrario de la Catedral. En esta ocasión, la imagen ofreció una estampa novedosa. 
En primer lugar, en su hombro derecho apoyaba la cruz de taracea realizada en la localidad marroquí de Essaouira, y donada por ésta a la hermandad en el marco de un encuentro interreligioso celebrado el año pasado, organizado por la Fundación Tres Culturas.
Por otro lado, también era nueva la corona de espinas, labrada en metal bañado en plata por Francisco Javier Torres González y donada por un grupo de hermanos. Y haciendo juego con esta corona de espinas, veíamos las potencias más antiguas, las de plata, obra de Sebastián de Baldarán en 1712.
En cuanto al paso, poco a poco se va avanzando en la talla, presentando terminada una cartela con la escena del Calvario, tallada por Antonio Dubé Herdugo, hijo del diseñador de estas andas procesionales, Dubé de Luque. Esta nueva cartela se encuentra en el costero derecho.
Sobre un monte de lirios, rosas y orquídeas, todo en distintos tonos de color morado, el Cristo de la Corona caminaba con la cadencia característica de su paso y acompañado por la Escolanía Salesiana de María Auxiliadora. En su camino, volvió a recorrer parte del barrio del Arenal, como viene haciendo en los últimos años, haciendo estación en las capillas de las hermandades de la Carretería, las Aguas y la Pura y Limpia.
Después buscó la belleza de las plazas del Triunfo y la Alianza para bajar de regreso a la Catedral por Mateos Gago. En la misma plaza de la Virgen de los Reyes se produjo un último relevo de costaleros, motivo por el que el capataz, José Miguel Álvarez Castro, quiso dedicar la levantá a los hombres que ya se despedían hasta el año que viene, además de agradecerles su trabajo.
Desde ahí, el Cristo de la Corona regresó al Sagrario por las calles Cardenal Carlos Amigo y Alemanes, accediendo a su templo por el Patio de los Naranjos de la Catedral, para poner así el punto final a este primer contacto del centro histórico con pasos, nazarenos y aroma de incienso.
























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