sábado, 5 de junio de 2021

RESTAURACIÓN DE CUATRO LIENZOS DE LOS MILAGROS DE SAN MARTÍN, DE LUCENTI


Hasta mañana, domingo, permanece abierta en la sede del Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, en la calle Sierpes, la exposición "Restauración de cuatro lienzos de los milagros de San Martín del pintor Jerónimo Lucenti", interesantes obras que forman parte del retablo mayor de la sede de la Hermandad de la Lanzada y que han sido restauradas por Juan Luis Coto Cobo.
Además, entre los cuatro lienzos se expone también una talla de San Martín de Tours de autor anónimo del año 1621, que se encuentra en la capilla sacramental del templo y que fue restaurada el año pasado por Juan Manuel Miñarro.










Centrándonos ya en las pinturas, hay que subrayar que se encontraban en un pésimo estado de conservación, con diversas grietas y muy oscurecidas (en algunas partes prácticamente negras) debido a la acumulación de suciedad y al efecto del humo de las velas. La propia Hermandad de la Lanzada, con la colaboración de la Real Maestranza de Caballería, se ha hecho cargo de la restauración, aunque la propia cofradía indica que queda una parte por pagar, para la que sigue buscando colaboradores.
Reproducimos a continuación un texto donde se habla acerca del autor de las pinturas, Jerónimo Lucenti (Girolamo en italiano):

"Nació este artista en la localidad italiana de Correggio en 1568. Su formación artística se realizó en Italia, y en Sevilla aparece documentado a partir de 1603. A pesar de que cuando llegó a Sevilla manifestó que lo hacía con el propósito de hacer fortuna y volver luego a su patria, muy pronto se vinculó definitivamente al ambiente artístico sevillano, consolidando su posición a través de su matrimonio en 1605 con Francisca Catalina Ponce de Ocampo, hija del escultor Andrés de Ocampo, pasando de inmediato a ser colaborador suyo.
El primer trabajo pictórico del que tenemos constancia data de 1604, año en que contrató con los jesuitas sevillanos la realización de las pinturas del retablo mayor de la Casa Profesa en la Iglesia de la Anunciación. Sin embargo, no llegó a ejecutar más que una sola pintura, ya que el resto las hicieron Juan de Roelas y Antonio Mohedano.
Después, en 1611 Lucenti formó parte del grupo de artistas que llevaron a cabo las pinturas que decoraban el túmulo funerario de la reina Margarita de Austria y que costeó el Cabildo de la ciudad. Justamente en 1604 pudo ser contratado por el arzobispo de Sevilla, el cardenal Fernando Niño de Guevara, para la ejecución de las pinturas que decoran el techo del salón principal del Palacio Episcopal. No hay documentación que especifique este trabajo, aunque las pinturas, por sus características de estilo, le han sido atribuidas.
Bien documentadas se encuentran las pinturas que ejecutó para el retablo de la Iglesia de San Martín, cuyas esculturas fueron realizadas por su suegro, Andrés de Ocampo; terminó estos lienzos en 1612, como consta en la firma que aparece en ellos. Es de señalar que el contrato para la realización de estos lienzos señalaba que en el retablo habría cinco, por lo que uno de ellos, probablemente el que ocupaba el centro del retablo, se ha perdido.
Las últimas referencias documentales que se poseen de Lucenti corresponden al año 1624, fecha en la que realizó una serie de dibujos que se utilizaron para realizar grabados que ilustraban un libro sobre la historia eclesiástica de Granada. A partir de esa fecha no se tienen más noticias de este artista, y por ello no puede precisarse el año de su fallecimiento".


Vemos ahora cada una de las pinturas, siguiendo el orden cronológico en la vida de San Martín. Así, en primer lugar hay que hablar de "San Martín partiendo su capa con un pobre", que en el retablo mayor del templo se encuentra en la parte inferior izquierda:

"Con este episodio pictórico comienza el ciclo de la vida de San Martín en el que se exaltan su personalidad espiritual y sus milagros a lo largo de su vida. En esta primera pintura se describe el episodio que tuvo lugar en su juventud en la ciudad francesa de Amiens, cuando aún era soldado del Imperio Romano y no se había convertido a la fe cristiana; era el año 357 y Martín ejercía labores de vigilancia militar ante la puerta de dicha ciudad cuando contempló a un pobre desharrapado que pedía limosna para poder mitigar el frío que padecía en un crudo día de invierno.
Conmovido ante la presencia del infeliz mendigo, que iba medio desnudo y que por ser cojo usaba una muleta para poder andar, decidió cortar con su espada su clámide en su mitad y entregar una parte al pedigüeño.
En la pintura, el futuro santo, montado en su blanco corcel, corta su clámide y se la ofrece al inválido, que le mira conmovido y con una expresión agradecida. La escena transcurre bajo la sombra de un árbol de frondoso ramaje.
La composición de esta obra se enmarca claramente coordinada a través de las expresiones corporales que muestran el mendigo y el caballero, con una correcta descripción de sus correspondientes actitudes físicas y sus manifestaciones anímicas. Al transcurrir la escena bajo la sombra de un árbol, Jerónimo Lucenti ha utilizado un hábil contraste de luces y sombras que intensifican claramente la emotividad del episodio.
Como el resto de las pinturas del retablo, esta obra presenta la firma del artista, que está plasmada a través de la vinculación de las iniciales de su nombre y apellido".









"El sueño de San Martín", ubicado en la parte inferior derecha del retablo, es la siguiente pintura que comentamos:

"La noche siguiente al ejercicio de caridad que con el pobre mendigo semidesnudo tuvo San Martín, éste durante el sueño vio aparecer a Cristo rodeado de una nutrida corte angélica que le hablaba y le agradecía la generosidad que había tenido, señalándole que, al entregar su clámide al desdichado menesteroso, se la había concedido también a él. Este aspecto se desarrolla en la parte superior de la pintura, donde Cristo sostiene la mitad del manto que San Martín había entregado, dirigiéndose a una corte angélica que con expresiones conmovidas escucha la comunicación que se le transmite al que todavía era soldado del Imperio Romano.
En la parte inferior de la pintura se describe el lecho donde duerme profundamente el futuro santo, reflejándose en su expresión la emoción que le produce el mensaje divino a pesar de estar inmerso en un intenso sueño.
Muy bien descrito está el dosel que cubre el lecho, así como el conjunto de mantas, sábanas y la almohada que cubren la mayor parte de su cuerpo, dejando entrever tan sólo su blanco camisón. También es interesante el conjunto de las ropas militares que aparecen al pie del lecho, entre las que se describe su coraza, casco con plumas, las botas militares y su espada, en la que bajo la empuñadura aparece el anagrama GL, que sintetiza su nombre y apellido.
Muy suaves y armoniosos son los tonos cromáticos con que se describen el azul y el rojo de la túnica y el manto de Cristo, y los distintos tonos blancos, grises y rosas que aparecen en el vestuario de los ángeles. Igualmente concuerdan correctamente los tonos de las mantas, sábanas y almohadas del lecho y los matices que animan sus pertrechos militares y su vestuario".











En la parte superior izquierda del retablo encontramos "El milagro de la resurrección de un novicio":

"Es éste uno de los primeros milagros que realizó San Martín cuando era joven en el monasterio de Liguge, próximo a Poitiers, en el recinto religioso que había fundado junto con el obispo Hilario. En dicho monasterio un discípulo suyo, catecúmeno y que por lo tanto debía de ser novicio, cayó enfermo y murió. Cuando la comunidad se disponía a enterrarlo, San Martín ordenó que todos los frailes salieran de la celda donde se encontraba el difunto, quedándose a solas con él. Se arrodilló ante su cuerpo amortajado y alumbrado por dos velas, y permaneció así rezando durante dos horas, pidiendo a Dios que se le devolviera la vida, petición que fue escuchada, ya que en efecto el novicio recuperó su ser natural.
En la parte derecha de la pintura y al fondo se advierte la presencia de los monjes del convento, que están contemplando semiocultos el momento en que San Martín obra el milagro de la resurrección del novicio y comentan asombrados el prodigio.
La descripción de esta escena fue resuelta por Jerónimo Lucenti con claridad y orden, y por ello conjugó perfectamente la horizontalidad del novicio sin vida con la verticalidad del santo arrodillado y rezando. También describió con pormenor la celda donde aconteció el milagro, colocando como fondo unos estantes repletos de libros encuadernados en vitela. Además, sobre la mesa que aparece en segundo término a la izquierda figuran un reloj de arena, un tintero con su pluma y un libro abierto, cuyas páginas Lucenti aprovechó para dar noticias referentes a la ejecución de las pinturas del retablo. En ellas puede leerse: siendo Don Gonzalo Mexía mayordomo mayor de fábricas y Antonio Ortiz maestro de esta fábrica, se hizo este retablo el año del Señor de 1612.
Finalmente, el artista ha descrito un fondo de paisaje a través de la ventana que se abre en la parte superior izquierda de la escena.
La pintura está firmada en el escalón sobre el cual se dispone el espacio de la celda en la que reposa el difunto en los siguientes términos: Anno Dni 1612. Girolamo Lucente da Correggio, Fc. Hay que señalar que Correggio era la población italiana donde había nacido este pintor".








Y llegamos al cuarto y último lienzo de los milagros de San Martín, titulado "San Martín resucitando a un neófito", cuya ubicación en el retablo mayor es la zona superior derecha:

"Como fuera uno de los fundamentos de santidad que en vida alcanzó San Martín, en el retablo se insiste en describir un segundo episodio de la resurrección de un difunto. En esta escena se narra por lo tanto el milagro a través del que devolvió la vida a un muchacho que la había perdido, episodio que aconteció cuando ya era obispo de Tours, y por ello en la pintura aparece con el vestuario que le acredita como tal, llevando túnica, capa y mitra.
Según narra la vida de San Martín, este milagro aconteció en la población de Carnoto y le muestra delante de una afligida mujer que tiene en su regazo el cuerpo sin vida de su hijo. San Martín le bendice, al tiempo que apoya su mano izquierda sobre su cabeza y eleva sus ojos al cielo suplicando que le conceda el privilegio de devolverle la existencia.
La escena es contemplada por un grupo de personas situadas al pie de un frondoso árbol y que eran infieles e idólatras, y desdeñaban la fe cristiana. Sin embargo, cuando comprobaron que el santo había efectuado el prodigio de la resurrección del muchacho, muchos de ellos se conmovieron y emocionados se convirtieron a la doctrina de Cristo.
Destaca en la pintura la adecuada captación de las expresiones de los personajes que intervienen en este milagro. En primer lugar, resalta la expresión de fe y confianza en la divinidad de San Martín y la esperanza que se refleja en el rostro de la mujer que dirige conmovida su mirada hacia él. También están bien resueltas las expresiones de incredulidad e indiferencia de los paganos que contemplan la escena y que, al comprobar el prodigio, se transformaron en admiración y respeto hacia el poder espiritual del obispo de Tours.
Al pie del santo figura un gran pedrusco donde se puede contemplar el anagrama GL que el artista utilizó para firmar sus obras".









Es necesario destacar el esfuerzo de la Hermandad de la Lanzada por mantener el patrimonio artístico del templo que tiene encomendado; pero también por darlo a conocer en exposiciones como ésta o como la titulada "Mirarán al que traspasaron" (ver), que este mismo año también ha podido verse en el Mercantil. 
En el caso concreto de los lienzos de Lucenti, es de agradecer la labor de difusión de su contenido, que es tanto como exponer datos quizá muy desconocidos de la vida de San Martín de Tours, santo cuya biografía hemos podido conocer, o en la que hemos podido profundizar, gracias a esta muestra, cuyo responsable artístico ha sido Enrique Valdivieso González.

No hay comentarios:

Publicar un comentario