La Basílica de la Macarena acogió entre los pasados días 5 y 7 el besamanos a Nuestra Señora del Santo Rosario, que fue situada para ello en el presbiterio del templo, elevada sobre la peana de cultos de madera dorada y policromada estrenada hace tres años.
Para este culto, la Virgen vestía el manto conocido como el de los ángeles, confeccionado en terciopelo verde con bordados procedentes de un traje de torero, y la saya blanca de tisú que pasó a nuevo tejido José Ramón Paleteiro. Llevaba además la ráfaga de plata dorada de Manuel Seco Velasco, la corona de salida, el cetro y la media luna. Por otro lado, contaba con diversos broches y una cruz pectoral, y sujetaba un gran rosario de cuentas verdes con la mano derecha, que igualmente sostenía el Niño, que vestía también de tisú.
Delante y detrás de la Virgen, marcando un imaginario cuadrado, había cuatro blandones de madera dorada con cirios blancos, mientras que junto a la imagen se ubicaban dos mesas de madera dorada sobre las que veíamos dos nuevas ensaladeras que van destinadas al paso procesional. Han sido talladas por Felipe Oliver y doradas por David de Paz, y tienen unas cartelas pintadas por Manuel Peña Suárez.
Detrás, ante el retablo mayor, se situaba el simpecado del Rosario, restaurado el año pasado por Cyrta, entre ángeles y diversos candeleros con cera blanca. En cuanto al exorno floral, se componía de rosas, nardos y lisianthus blancos. Varias bandejas y sacras de plata completaban el montaje de este besamanos.
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