Nuestra Señora de la Encarnación, de la Hermandad de San Benito, visitó la residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres el pasado fin de semana. La tarde del sábado tuvo lugar el traslado a la capilla del asilo, durante el que se rezó el Santo Rosario. Y el domingo por la mañana se celebró una misa en dicha capilla, y ya por la tarde tuvo lugar el traslado de regreso a San Benito.
En este culto la Virgen de la Encarnación estrenó el manto de camarín de terciopelo azul bordado en oro por José Muñoz Moreno que pudimos ver junto al Cristo de la Sangre durante la solemne veneración a la dolorosa (ver). También llevaba la saya blanca de tisú bordada en oro y sedas por Manuel Solano en 2015, así como la corona de plata sobredorada de Villarreal (1957). En las manos sujetaba unas flores, un pañuelo y un rosario, y en el pecherín tenía una cruz pectoral y varios broches.
Las andas estaban iluminadas con seis candeleros y dos faroles en la parte delantera, y unos candelabros de tres guardabrisas cada uno en la trasera, todo ello con cera blanca, como blancas eran las flores (claveles y rosas) que se situaban en el friso, en seis sencillas jarras plateadas delante y en otras dos de mayor tamaño en los costeros. En cuanto a los faldones, eran de terciopelo burdeos con una jarra de azucenas, uno de los emblemas de la hermandad, bordada en el frontal.
El traslado de regreso comenzó a las cinco y media de la tarde del domingo, cuando las andas, llevadas por diversos hermanos al hombro y con una de las religiosas entre ellos, comenzaron a moverse desde el lado derecho del altar hacia la puerta, cuya baja altura obligó a retirar toda la estructura inferior de las andas para colocar la mesa sobre la que iba la Virgen directamente en el suelo.
A continuación, se le quitó a la dolorosa la corona, que fue llevada hasta el exterior del edificio por una de las Hermanitas de los Pobres. Ya fuera, se le volvió a poner y se montaron de nuevo las andas con la parte de los zancos que se había retirado.
El capataz hizo sonar entonces el llamador y la Virgen de la Encarnación comenzó a recorrer la parte central de los jardines del asilo, buscando después la zona trasera para salir a la calle San Benito por la puerta por la que acceden los vehículos que tienen que entrar en el recinto.
En tres chicotás, la Virgen de la Encarnación recorrió la calle que lleva el nombre de la parroquia y entró en ella sin darse la vuelta, mirando hacia el altar mayor del templo, presidido por la Virgen de Valvanera. En cuanto entró se detuvo en el espacio que separa la puerta de las escaleras que conducen a la nave central.
Una vez dentro, sin rampa alguna sobre los escalones, los hermanos bajaron las andas con la Virgen de la Encarnación y la llevaron hasta la nave del Evangelio, ante la puerta que comunica con las dependencias de la hermandad donde están los pasos del Señor de la Presentación al Pueblo y el Cristo de la Sangre. El párroco de San Benito, José Antonio Maya Díez, que acompañó a la dolorosa en su traslado, dirigió las oraciones finales con las que se completó este último culto anual en honor a Nuestra Señora de la Encarnación.
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