La Hermandad de San Isidoro es una de las que viven ancladas en 2020 y todavía no han recuperado los tradicionales besamanos. Así, el pasado fin de semana celebró lo que calificó como veneración de los fieles, como si los fieles no pudieran venerar a la imagen en cualquier momento del año. De hecho, este 'no-besamanos' se llevó a cabo en la propia capilla de la hermandad en la que la Virgen está durante todo el año y a escasos centímetros del que es su altar habitual.
La dolorosa vestía el manto de camarín de terciopelo azul bordado en oro realizado en el siglo XIX y restaurado hace dos años por Artesanía Sosa&Medrano, además de la saya de 1931 bordada en oro sobre tisú del mismo metal por las Hermanas Granado. También tenía el fajín del general del aire José Jiménez Ruiz y la corona de salida, de Manuel Seco Velasco (1950), así como un puñal y varias medallas y distintivos ofrendados a la imagen.
La Virgen de Loreto, elevada sobre una peana plateada, estaba flanqueada por varias jarras de su paso de palio con calas blancas y por varios candeleros dorados con cera también blanca. Detrás, presidiendo su retablo, veíamos al Señor de las Tres Caídas vestido con su túnica más antigua, la bordada en oro sobre terciopelo granate por Francisco de Saavedra en 1718.
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