"Lo que gusta en Sevilla un paso", decía una señora que observaba la cantidad de gente que seguía al Señor de la Cena en su camino de vuelta desde el Palacio Arzobispal a su Iglesia de los Terceros, una vez finalizada la procesión del Corpus de la Catedral.
Y sí, en Sevilla gusta mucho un paso. Pero si lleva música, y sobre todo si lleva según qué música, parece que gusta más. Porque en el madrugador traslado de ida, sin cornetas ni tambores, había bastante gente, pero no tanta. Y esto que comento no es ni malo ni bueno; no seamos susceptibles. Simplemente es así.
Y eso que hacía calor. Muchísimo. Pero esto es ya un clásico de estos regresos del Señor de la Cena. Si acaso era más llamativo por la fecha tan temprana en que ha caído el Corpus este año tras una tempranera Semana Santa.
Desde la calle Cardenal Carlos Amigo, el Señor de la Cena buscó su casa por Placentines, Francos, la Cuesta del Rosario, Jesús de las Tres Caídas, Odreros, Boteros y Sales y Ferré. Desde ahí salió a la plaza del Cristo de Burgos, en cuya parte sin sombra tuvieron la mala suerte de pararse los jóvenes que formaban uno de los tramos del cortejo. Animado por sus padres, alguno se adelantó para encontrar la sombra antes de tiempo. Y es que mucho se habla en Semana Santa cuando hay riesgo de lluvia de "cuidar el patrimonio humano" para justificar no salir, porque queda quizá un poco mal apelar exclusivamente al patrimonio material, que es realmente el único al que puede afectar de verdad el agua. Pero, ¿y lo de cuidar el patrimonio humano con cuarenta grados a la sombra?
"Y tú, Estrella", tras una chicotá a tambor, fue la marcha que la Banda de Cornetas y Tambores de Las Cigarreras tocó en la plaza del Cristo de Burgos para el Señor de la Cena, que caminó con decisión por este punto después de pasar calles y esquinas estrechas que ralentizan el andar.
No se detuvo hasta que no estuvo ya en Doña María Coronel, por donde luego avanzó a los sones de otro clásico como el anterior de este tipo de bandas como es "Amor de Madre".
Con el sol tan intenso que iluminaba el paso destacó más el rojo de los claveles que este año tenía sobre el monte entre los de color blanco que había en el resto del paso, que es el color habitual del exorno floral del Señor de la Cena en sus salidas con motivo del Corpus.
Seguidamente, la banda interpretó "Un cielo para mi Virgen" mientras el Señor de la Cena seguía su camino por Doña María Coronel, y luego se detuvo casi en la confluencia con Gerona, calle a la que después giró con la composición "Al Señor de la Sagrada Cena".
Precisamente, en Gerona un miembro del cortejo sufrió un desvanecimiento debido al calor y fue llevado a la cercana casa hermandad de la Exaltación para ser convenientemente atendido. Instantes después, el paso continuó su camino con la marcha "Bendícenos, Jesús".
Con la marcha "¡Victoria!", el Señor de la Cena salió de Gerona a Capataz Manuel Santiago, donde había una representación de la Hermandad de la Exaltación con su estandarte corporativo. Ante ellos se volvió levemente el paso antes de seguir su camino hacia la plaza de Los Terceros con "Y en la otra orilla".
A continuación, la imagen que tallara Sebastián Santos en 1955 y que vestía túnica blanca de tisú y mantolín de terciopelo rojo, ambos bordados en oro por Mariano Martín Santonja, pasó a la calle Sol a los sones de "Costalero del Soberano".
El hecho de que esta conocida marcha de Pedro M. Pacheco no sonara en el momento de la entrada hacía pensar que este año no escucharíamos cómo la banda enlaza el final de la partitura con la Marcha Real. Pero sí íbamos a asistir a algo parecido.
Tras una última parada ante el retablo cerámico de Nuestra Señora del Subterráneo, el paso se levantó y se acercó a la puerta con la marcha "Agnus Dei", con la que fue girando y, sin pararse y con los costaleros andando hacia atrás, entró poco a poco en el templo. Y sí, esta marcha, una nueva composición de Cristóbal López Gándara, acabó enlazándose con la Marcha Real, que a su vez fue engarzada con "Cantemos al Amor de los amores" ya con el Señor de la Cena de vuelta en Los Terceros.
A las tres y veinticinco minutos de la tarde, con unos veinte minutos de adelanto sobre lo que en algunos medios se anunciaba, entraba el Señor de la Sagrada Cena. Y es que no estaba la cosa para recrearse en exceso. Eso es efectivamente cuidar el patrimonio humano, lo que no fue óbice para disfrutar de lo que en medio siglo se ha convertido en un imprescindible de las jornadas del Corpus Christi en Sevilla.
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