No hay más que verle la cara para que resulte difícil de comprender cómo la hermandad esperó tanto hasta decidirse a llevar a cabo la restauración. Pero lo importante es que finalmente le echó valor y este viernes el Santísimo Cristo de las Tres Caídas ha regresado a la Capilla de los Marineros después de seis meses en el cercano taller del restaurador Pedro Manzano.
Se ha intervenido en la modificación de las articulaciones, pero sin duda es la limpieza general de la policromía lo que destaca tras una intervención en la que el Señor Caído de Triana ha perdido la suciedad que tanto afeaba su rostro. Sin paños calientes. No era pátina del tiempo, sino simple y llana suciedad, cuyos efectos se multiplicaban además por la capa de barniz que Pedro Manzano ha retirado. Esta mañana una mujer que se ha acercado a la calle Pureza para comprobar los efectos de la restauración lo comentaba sin reparo: "Antes estaba churretoso, pero ahora está perfecto". "Es que en la calle, en el paso, no se le veía la cara, sólo las potencias", añadía otra señora en la mesa de recogida de donativos y reparto de las primeras estampitas con el nuevo aspecto del Señor. Y un devoto, que se ha plantado ante la imagen para analizarla desde su silla de ruedas, afirmaba: "Venía yo preocupado, pero veo que está muy bien y me he quedado mucho más tranquilo".
Y es que es así: cualquier anuncio de restauración hace saltar ciertas alarmas entre quienes temen no reconocer a la imagen de su devoción al regresar del taller. Quizá por eso la Hermandad de la Esperanza de Triana dejó pasar mucho tiempo, demasiado, antes de afrontar lo que no admitía más demora. Otras hermandades deberían seguir su ejemplo más pronto que tarde.
El Cristo de las Tres Caídas ha vuelto a casa, a los pies de su Madre, la Esperanza del barrio, donde presidirá esta tarde una misa de acción de gracias por el éxito de los trabajos, que han devuelto a la imagen una limpieza que no se veía desde hace varias décadas. No es, en cualquier caso, la policromía original la que observamos ahora en el Señor, sino la que se aplicó a finales del siglo XIX tras una restauración llevada a cabo por Manuel Gutiérrez Reyes-Cano.
Pedro Manzano puede apuntarse otro tanto con esta intervención que, tras la eliminación de la suciedad acumulada, ha permitido recuperar para la vista regueros de sangre en la frente, el cuello y hasta las manos que permanecían prácticamente inapreciables. Hasta el domingo, a las dos de la tarde, el Cristo de las Tres Caídas estará en el presbiterio de la Capilla de los Marineros para su contemplación antes de ser trasladado definitivamente a su retablo.
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