La Hermandad de la Soledad de San Buenaventura expuso a la veneración a su dolorosa titular en la cabecera de la nave de la Epístola del templo conventual; templo que, por cierto, carece de nave del Evangelio porque fue derribada para abrir la actual calle Bilbao. El culto se inició en la tarde del martes y se prolongó durante la jornada de la Inmaculada Concepción.
Tres cortinas de damasco negro cubrían el retablo de la Virgen de Guadalupe, la pared de la derecha y el hueco que separa la nave de la Epístola de la central, dando lugar a una estancia cuadrada en cuyo centro se elevaba la Virgen de la Soledad sobre unos escalones cubiertos por una alfombra.
La dolorosa que tallara Gabriel de Astorga vestía su antiguo manto de salida, de terciopelo negro bordado en oro; mismo material y bordado que la saya que llevaba, sobre la que mostraba un fajín hebraico. En la cabeza lucía su diadema procesional, mientras que en el pecherín solamente había un puñal y una cruz pectoral. La mano izquierda, que sujetaba un pañuelo de encaje, la tenía pegada al pecho, mientras que la derecha, donde llevaba un rosario, estaba extendida.
Junto a la dolorosa, que estaba sobre una fina peana de plata, se colocaron dos jarras con variadas especies florales, principalmente rosas y calas; flores que también estaban en un gran centro a los pies de la imagen y detrás, ante los numerosos candeleros con cera blanca que había a los lados del sinelabe, que se alzaba en el centro, justo a la espalda de la Virgen de la Soledad.
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