El pasado domingo, la Hermandad de la Cena puso fin a los cultos en honor a su titular gloriosa, Nuestra Señora de la Encarnación, con la salida procesional que durante tres horas recorrió algunas de las calles de las feligresías de San Román, Santa Catalina y San Pedro.
Todo comenzó a las siete y media de la tarde, cuando el crujido de las puertas indicaron que éstas se abrían para dejar salir al cortejo, encabezado por cruz alzada entre ciriales. A continuación, tras varias parejas de niños con cirios blancos, iba el estandarte de la Esclavitud de Nuestra Señora de la Encarnación, fusionada con la Hermandad de la Cena a finales del pasado siglo XX. Diversos hermanos con hachetas daban paso al estandarte corporativo, la presidencia y el cuerpo de acólitos con dalmáticas celestes y cuatro ciriales.
La Banda del Maestro Tejera, que acompaña cada Domingo de Ramos a la Virgen del Subterráneo, esperaba en la puerta dispuesta a tocar el Himno de España en el momento de la salida del paso. Y a continuación sonó "Virgen de la Paz", sin duda un guiño de la Cena a la hermandad que la antecede en carrera oficial por la Coronación Canónica de su dolorosa el día anterior.
La Virgen de la Encarnación, vestida con manto rojo y saya blanca, contaba en su paso con el exorno floral de gladiolos blancos en las esquinas, mientras que en las jarras, las cuatro doradas de la peana y dos pequeñas jarritas del paso de palio a los pies de la Virgen, había flores de talco, dando lugar a una curiosa estampa.
El paso, al salir, giró a su derecha en dirección a la Plaza de San Román. En la primera parada en la calle Sol, el capataz, Manuel Miguel Cabello, quiso dedicar la siguiente levantá a la madre de un compañero. A continuación, la Banda de Tejera tocó "Madre de los Gitanos Coronada", con la que el paso llegó hasta la misma puerta ojival de San Román, momento en que las campanas de la iglesia repicaron. Recibió a la Virgen de la Encarnación una representación de la Hermandad del Carmen de Santa Catalina con su estandarte corporativo.
Tras la visita a San Román, la Virgen de la Encarnación
buscó la calle Peñuelas, a la que llegó con la marcha “La esclava del Señor”,
seguida más adelante por “Cristo de Vera-Cruz” en el giro a Bustos Tavera.
Por delante tenía la Virgen de la Encarnación otra parada;
en este caso, el antiguo Convento de la Paz, donde fue recibida por la
Hermandad de la Sagrada Mortaja. A la misma puerta llegó con la marcha “El
Corpus”, mientras el capataz insistía en pedir a sus costaleros que andasen “siempre
con el estilo Subterráneo”. Los cofrades de la Mortaja regalaron a la Virgen un
ramo de gladiolos y claveles blancos que fue colocado en el paso.
Con la marcha “Los Terceros”, el paso siguió su camino
precisamente hacia la Plaza de los Terceros, donde la Banda de Tejera tocó “Rocío”,
partitura que alcanzó hasta la llegada de la Virgen de la Encarnación a la
calle Gerona.
La cofradía alargó un poco el paso a continuación con alguna
chicotá a tambor, hasta que, a los sones de “Virgen del Dulce Nombre”, la
Virgen de la Encarnación llegó a la Residencia San Juan Grande, donde los
ancianos residentes esperaban sentados para verla pasar. Como siempre, en la
fachada de la residencia se colocó algo relativo a la advocación que pasaba por
delante del centro, y que en este caso era una representación pictórica de la
Anunciación del arcángel San Gabriel a la Virgen María. El día anterior habían hecho lo propio con la Virgen de la Cabeza.
La levantá ante la residencia se dedicó a los ancianos atendidos en ella y, a continuación, el paso se dirigió al cercano Convento del Espíritu Santo, al que llegó con la marcha "Al Señor de la Humildad".
Ya en la calle Santa Ángela de la Cruz, donde el paso se
detuvo a la altura de la confluencia con Jerónimo Hernández, la Banda de Tejera
interpretó “Amarguras”, y con ella llegó la Virgen de la Encarnación hasta las
mismas puertas del Convento de las Hermanas de la Cruz, momento en el que se
cortó en seco la partitura de Font de Anta.
Las hermanas cantaron y posteriormente el paso se alejó con “Coronación
de la Macarena”. Después, tras atravesar la parte más estrecha de la calle, la
Virgen de la Encarnación salió a Imagen con la marcha “Virgen de las Aguas”,
con la que se detuvo ante la puerta de la Parroquia de San Pedro, donde fue
recibida por cofrades de la Hermandad Sacramental, quienes rezaron el Ave María
y ofrecieron un ramo de flores.
“La Estrella Sublime” fue la marcha elegida para que la
Virgen de la Encarnación dejara atrás San Pedro y se metiera por la calle Doña
María Coronel. Aquí, una levantá se dedicó a todos los hijos de los
costaleros. Después, el paso avanzó con “Virgen de la Palma” y giró para entrar
de nuevo en Gerona a los sones de “La sangre y la gloria”. Más adelante, salió
a Capataz Manuel Santiago y a la Plaza de los Terceros con la marcha “La
Sagrada Cena”.
En la recta final de la procesión, la Banda de Tejera tocó “María
Santísima del Subterráneo” para que la Virgen de la Encarnación entrara en la
calle Sol, y con ella llegó casi hasta la puerta de la Iglesia de los Terceros.
Ante la puerta, el giro para entrar lo realizó de nuevo con
la marcha “La esclava del Señor”, a la que siguió el Himno Nacional cuando el
paso atravesó el dintel del templo.
Eran las diez y veinticinco de la noche cuando se cerraban
con rapidez las puertas de los Terceros, perdiéndose la visión en su interior
de la Virgen de la Encarnación, la talla atribuida por algunos a Martínez
Montañés, por otros a su discípulo Juan de Mesa; una devoción que, si no fuera
por la Hermandad de la Cena, que la acogió, hoy probablemente estaría olvidada.
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