viernes, 17 de marzo de 2023

SANCTUS. SANTO REY - SANTO ENTIERRO


Dentro del ciclo cultural "Tramos de Cuaresma" de la Fundación Cajasol, desde el pasado 24 de febrero se puede visitar la exposición "Sanctus. Santo Rey-Santo Entierro", que vincula a la Hermandad del Santo Entierro con el DCCLXXV aniversario de la llegada del rey San Fernando a Sevilla.
La muestra se desarrolla en la Sala Murillo, aunque antes de acceder a ella nos encontramos con tres soldados romanos acompañados de un texto titulado "La Guardia Romana del Santo Entierro":

"Las primeras noticias de la existencia de un cuerpo de hermanos dedicados a la custodia del Señor provienen de fines del siglo XVI y hay que ponerlas en estrecha relación con todo el ceremonial que practicaba las hermandad, especialmente con la procesión del entierro que se verificaba tras el Descendimiento en la tarde del Viernes Santo.
Alonso Sánchez Gordillo en sus 'Religiosas estaciones' recogió cómo tras dejar las andas con la efigie de Jesucristo en un sepulcro preparado por los cofrades para el efecto en la Iglesia de San Pablo, éste quedaba 'acompañado de soldados que iban en la procesión con armas y muchas luces'.
Durante el siglo XVII hubo dos tipos de acompañamientos en la procesión: la Compañía de Banderas y la Guardia Armada. Cada una ocupó un lugar distinto: aquélla iba primera detrás del paso del Triunfo de la Santa Cruz y ésta antecedía al del Santo Entierro, tomando un mayor protagonismo dentro del cortejo y del desfile.
Ya en 1797 se modificó el primitivo aspecto de la guardia armada, adoptando las armaduras y trajes un razonable parecido a los que llevaron los soldados romanos. La importancia de este elemento discursivo en el cortejo procesional no perdió pujanza, llegando a establecerse unas ordenanzas propias para su funcionamiento durante el siglo XIX, centuria en la que se transformó su aspecto con motivo de la procesión de 1830.
Hoy en día la guardia romana constituye una seña de identidad de la Hermandad del Santo Entierro y, como reminiscencia de la primitiva vela del sepulcro, aún lo custodia durante la mañana del Sábado Santo antes de participar en la procesión de la tarde".

Vemos aquí un traje y una armadura del cuerpo de romanos del Santo Entierro, una indumentaria fiel a la historia. La hermandad adquirió en un anticuario italiano un uniforme completo que sirvió de modelo para la realización del resto. Fueron estrenados en el Santo Entierro Grande de 1992. Actualmente, la Guardia Romana la componen doce soldados, tres pretorianos y un senatus. Todos llevan casco, armadura, escudo, sandalias y pilum, que es un tipo de lanza.


Con el estreno de los nuevos trajes del Santo Entierro sevillano, los antiguos, que eran de 1947, fueron vendidos a la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Écija. En la exposición vemos uno de ellos.


Finalmente, vemos el traje y la armadura de un soldado romano de la Hermandad de la Soledad de Alcalá del Río, cofradía que incorporó su guardia romana en el siglo XIX. El traje es de alrededor de 1870 y la armadura es del siglo XX.


Entramos ya en la Sala Murillo, donde nos encontramos en primer lugar con un texto titulado "La procesión del Santo Entierro Grande":

"Desde que naciera en 1850 como respuesta al ruego de los Duques de Montpensier, se han sucedido hasta 2004 trece ediciones del Santo Entierro Grande, evidenciando su estabilidad en el tiempo y el arraigo que ha tomado como un acto extraordinario en la Semana Santa hispalense.
Después de la de 1850, volvió a celebrarse en 1854, 1874, 1890, 1898, 1910, 1915, 1920, 1923, 1948, 1965, 1992, 2004 y la próxima de este año 2023. Este tipo de procesión ha servido como cierre solemne de las festividades religiosas de la Semana Mayor. Hasta tal punto llegó a consolidarse que buena parte de las salidas que efectuó la cofradía entre 1850 y 1930 fueron procesiones magnas.
De las diecisiete salidas entre esos años, nueve han sido como procesión general. En su afianzamiento y organización jugó un papel esencial el Ayuntamiento, al menos hasta 1948, ya que era normalmente el alcalde de turno el que solicitaba su salida, coincidiendo con la etapa de mayor municipalización de la cofradía y el periodo en el que los poderes civiles de la ciudad apuestan por impulsar, patrocinar, promover y proteger las festividades primaverales.
Fue éste de 1948 el primero en ser llamado Santo Entierro Grande y también el primero en celebrarse por una efeméride, el VII Centenario de la reconquista de Sevilla".

Tras este texto vemos los primeros enseres expuestos de la sala, que son los atributos de la Pasión del Señor que en el cortejo del Santo Entierro son llevados por niños. Son de plata, de 1947 y fueron estrenados para el Santo Entierro Grande de 1948. Los llevan niños vestidos de monaguillos desde 2004. En 1640 consta que atributos similares eran portados por niños vestidos de ángeles después de un periodo indeterminado en que los llevaban clérigos.










Junto a los atributos se muestra la urna de culto habitual del Santísimo Cristo Yacente en el altar de la Iglesia de San Gregorio. Es de madera dorada y cristal de 1830, con diseño de Melchor Cano, talla de Lucas de Prada y dirección artística de Juan de Astorga. Es la que utilizó la hermandad para la salida procesional en el siglo XIX hasta la realización de otra urna neogótica en el último tercio del mismo siglo. Fue, por tanto, la utilizada en las tres primeras ediciones del Santo Entierro Grande (1850, 1854 y 1874).






Y al otro lado de la urna están las varas de las Sibilas, de metal policromado (1948). Las Sibilas, personajes proféticos de origen pagano, se incorporaron al cortejo alegórico del Santo Entierro en 1729. Cada una de las varas, realizadas por un autor desconocido, representa a una de las doce Sibilas.



Pasamos a un texto que nos habla de la advocación de la Virgen de Villaviciosa:

"En 1582 se fundaba en Sevilla la hermandad hospitalaria y de gloria de Nuestra Señora de Villaviciosa y en 1587 se fusionaba con la del Santo Entierro al trasladarse a la capilla de ésta, en los Humeros.
En esos años la advocación no resultaría extraña, pues era la Virgen de Villaviciosa el principal referente devocional de la cercana ciudad de Córdoba. Arranca su legendaria historia en la localidad portuguesa de Vila Viçosa, donde apareció milagrosamente a fines del siglo XIV o comienzos del XV.  De allí la trae a la Sierra de las Gamonosas, en la jurisdicción de Córdoba, el pastor Hernando con el fin de darle el culto que ya no recibía en su lugar de origen, colocándola en el hueco de un alcornoque.
Aunque los portugueses lo capturan y condenan a muerte, milagrosamente el pastor y la Virgen son restituidos desde la cárcel lusa hasta la sierra cordobesa. Capturado de nuevo, por más que andaban siempre acababan ante el mismo alcornoque. Entendido el deseo de la Virgen, se le construyó una ermita, manteniendo la advocación de su lugar de origen.
Pronto corrió por Córdoba su fama de milagrosa, siendo llevada a la ciudad cada vez que una necesidad lo requería, bien en las numerosas epidemias de esos años, bien por la sequía que agostaba los cultivos. En 1479 ya se había constituido en Córdoba una hermandad, la que aún hoy perdura en la Parroquia de San Lorenzo, y con la que la del Santo Entierro se hermanó en 1997.
Veintidós traídas tuvo la Virgen desde 1529 hasta 1698, en que ya se quedó definitivamente en la Catedral. Aunque desde mediados del siglo XVIII su devoción fue en declive, hoy conoce un nuevo resurgir y desde 1997 preside el altar mayor de la Catedral Mezquita".

Junto al texto vemos precisamente la primitiva imagen de Nuestra Señora de Villaviciosa, obra anónima de madera del siglo XIV de unos 20 centímetros de altura. Cuenta con un revestimiento de plata de Rodrigo de León y Sebastián de Córdoba. Se trata de la imagen de mayor devoción de Córdoba durante los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII.



"Los Duques de Montpensier" es el título del siguiente texto de la exposición:

"El matrimonio formado por don Antonio de Orleáns (1824-1890), duque de Montpensier, y la infanta María Luisa de Borbón (1832-1897) se instala en Sevilla en 1848, ejerciendo una enorme influencia en muchos aspectos de la vida de la ciudad, entre ellos el ambiente cofradiero sevillano, que se traducirá en cambios.
Montpensier era un hombre de mundo, moderno, con una excelente formación, y apegado a los principios del liberalismo, e introduce en la ciudad las tendencias más innovadoras existentes en la Europa de ese momento. Por ejemplo, el comienzo del desarrollo del turismo, aprovechando y potenciando el pintoresquismo que aportaban el modo de vida local y las tradiciones sevillanas como la Semana Santa, en completa sintonía con el gusto del Romanticismo decimonónico.
Como resultado de ello, se proyecta una imagen de Sevilla que divulgarán por Europa escritores como Antoine de Latour o Próspero Merimée, amigos ambos del duque.
En lo cofradiero, algunos de esos cambios perceptibles son la creación de la Procesión General del Santo Entierro en 1850, o los trabajos que en estilo neogótico realiza para la Hermandad del Santo Entierro el francés Juan Claudio Rossy, traído por el duque a Sevilla para decorar San Telmo".

A continuación, vemos una pintura de José María Romero López (1877) donde se representa a Alfonso XII firmando el acta de colocación de la primera piedra del monumento a San Fernando. Este óleo sobre tela se conserva en el Salón Santo Tomás de la Casa Consistorial de Sevilla. El 27 de marzo de 1877 se colocó la primera piedra del monumento a San Fernando en la plaza Nueva; que finalmente no se inauguraría hasta 1924 y cuyo origen está en la conmemoración del VI centenario de la reconquista de Sevilla, en 1848. Lo que nos interesa de esta pintura es que entre los personajes más carismáticos de la sociedad sevillana del momento se encuentran en primer plano los Duques de Montpensier, junto a sus hijas, la reina Isabel II y las infantas Isabel, Paz y Eulalia.


A su lado, vemos parte de los respiraderos del paso de la Urna (1876-1877), diseñado por Antonio del Canto Torralbo y tallado y dorado por Juan Claudio Rossy Vauban. Se estrenó el Viernes Santo de ese mismo año de 1877. Y debajo hay dos paños de bocina del paso del Triunfo de la Santa Cruz, diseñados también por Antonio del Canto y bordados en hilo de oro a realce por Teresa del Castillo.




Enfrente encontramos otro texto, éste titulado "El cortejo procesional del Santo Entierro":

"Existe abundante documentación que describe el cortejo procesional de la Cofradía del Santo Entierro de Sevilla desde 1582 (una década después de la fundación de la hermandad) hasta la actualidad, que proporciona una valiosa información de la evolución en la original puesta en escena de esta cofradía durante su estación de penitencia a lo largo de los siglos, marcada como pocas por el sentido de teatralidad del barroco.
La representación teatral paralitúrgica de la Muerte, Descendimiento, Entierro y Resurrección de Cristo, que realizaba esta hermandad en sus orígenes, marcará su modelo procesional de por vida, más allá de los cambios experimentados con los tiempos.
Ya en 1630 el Abad Sánchez Gordillo se refería en estos términos al cortejo procesional del Santo Entierro: 'Es la referida procesión la más solemne de quantas se celebran en la Semana Santa y así es esperada y vista por toda la gente de la Ciudad y fuera de ella'...
Hay dos elementos fundamentales que, junto con los pasos de los titulares y los penitentes de luz que los acompañan, componen el cortejo procesional del Santo Entierro, y lo distinguen del de otras cofradías de la ciudad: el cortejo alegórico, en la actualidad bastante reducido, y el convite de autoridades, en el que se hayan representadas la mayor parte de las instituciones oficiales de la ciudad. Además, a la procesión asisten las representaciones de buena parte de las hermandades de penitencia de Sevilla".

Vemos ahora la Urna del Santo Sepulcro que se encuentra en la Capilla de los Ángeles de la Concatedral de Santa María de la Redonda, de Logroño. Es obra de Blas Martínez de Obregón, Sebastián Ramírez y Antonio Ferrel, realizada en palosanto, boj, caoba, carey, plata y cristal (1693). Fue donada por el capitán Gabriel de Unsain, natural de la capital riojana, pero residente en Sevilla, en la collación de San Ildefonso. Su donación, para la que se inspiró en los enseres de la Hermandad del Santo Entierro hispalense, se debió a su interés por establecer la función del Descendimiento en la jornada del Viernes Santo.






Continuamos con las imágenes del paso del Duelo, realizadas por Juan de Astorga entre 1829 y 1830. Se trata de un misterio que no se basa en los Evangelios ni en ningún texto religioso, sino en la costumbre social de acompañar a los seres queridos de los fallecidos y transmitirles sus condolencias. Quizá el origen de este misterio se base en la ceremonia de representación de la Pasión del Señor que la Hermandad del Santo Entierro realizaba en el Cerro de los Humeros hasta que el Cardenal Niño de Guevara lo prohibió en 1604. Las imágenes (San Juan, las tres Marías, José de Arimatea y Nicodemo) tienen un estilo cercano al Romanticismo.
En cuanto a los ropajes de todas las imágenes, fueron bordados en hilo de oro a realce por la bordadora Teresa del Castillo, siguiendo el diseño de Antonio del Canto Torralbo. Se exponen todas las imágenes, salvo la Virgen de Villaviciosa, que no es de Astorga, sino de Antonio Cardoso de Quirós, y de la que vemos la saya y el manto.












Por otra parte, se expone también una urna procesional que pertenece a la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Écija, realizada en la parte de ebanistería por Cristóbal de Yepes (1711) y en la platería por Cristóbal de Valenzuela y Carpio (1738-1740). Es de madera tallada, placas de carey y plata. Cristóbal de Yepes era amigo de Antonio Cardoso de Quirós, que participó en la realización de la urna procesional que tuvo el Santo Entierro de Sevilla.





Subimos unas escaleras para acceder a la parte alta de la sala, donde se exponen enseres que aluden a la Hermandad del Santo Entierro, a su vinculación con la Orden de la Merced y a la reconquista de Sevilla por parte del rey San Fernando. En primer lugar, nos encontramos con la llamada Arca de Redención, realizada en madera por un autor desconocido en 1787. Pertenece al Convento de la Asunción de Nuestra Señora de Sevilla, de la orden mercedaria. Era del Rosario de Nuestra Señora de la Merced o de las Mercedes, fundado en San Laureano.


Seguimos con el libro de reglas de la Esclavitud de Seglares de la Merced, de pergamino miniado con temple, terciopelo carmesí y cantoneras, manillas y abrazaderas de plata. Las páginas son de autor desconocido de 1662, mientras que el resto de los enseres son de José García Dávila, de 1841.


Junto al libro hay unas varas de presidencia de la misma corporación, de madera de caoba y cobre plateado (José García Dávila, 1841). Hay que aclarar que la Esclavitud tenía su sede en el Convento Casa Grande de la Merced, actual Museo de Bellas Artes, y que acabó en el Convento de la Asunción, donde se mantuvo activa hasta finales del siglo XIX.


"La Merced en Sevilla. Origen, relevancia y presencia actual" es el título del texto que nos encontramos a continuación:

"La Orden de Santa María de la Merced, Redención de Cautivos Cristianos, se instala en Sevilla tras la conquista de Ixbilia, treinta años después de su fundación (Barcelona, 1218), en tierras y casas cercanas al río, donadas por Fernando III. En 1251 se funda el convento que llegaría a ser la Casa Grande, lugar de permanencia para los frailes que embarcaban rumbo a Indias y, posteriormente, Museo de Bellas Artes.
En el siglo XVI se fundó el convento femenino de la Asunción, donde se conserva la imagen titular del primer convento, 'la Fernandina', que según legendaria tradición regaló el propio Rey Santo a San Pedro Nolasco en la conquista de Sevilla; y en el siglo XVII el Colegio de Novicios de San Laureano, por concordia con la Hermandad del Santo Entierro; y los dos conventos descalzos advocados de San José. A lo largo de los siglos la Merced compaginó la labor apostólica y redentora con la docente y cultural.
Artistas de primera fila construyeron sus edificios y embellecieron sus muros, como Juan de Oviedo, Martínez Montañés, Juan de Mesa, Zurbarán, Murillo, Domingo Martínez... Además, acogieron a tres hermandades penitenciales (Pasión, Museo y Santo Entierro) y una letífica (las Mercedes de la Puerta Real). Su espiritualidad ha seguido dando frutos en el siglo XX con las Mercedes del Tiro de Línea, la Virgen de los Dolores y Misericordia de Jesús Despojado y una asociación parroquial Virgen de la Merced en San José de Palmete; y en el presente siglo XXI, con el restablecimiento de la orden mercedaria seglar".

Precisamente, se expone la imagen de la Virgen de la Merced conocida como 'La Fernandina', obra anónima de la primera mitad del siglo XIV. Es de madera de cedro policromado y se le llama 'Fernandina' por la leyenda que indica que fue un regalo de San Fernando a San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, durante el asedio de Ixbilia. Era una talla completa, pero en el segundo tercio del siglo XVI fue mutilada para ser vestida con telas.



También vemos una plancha de cobre de Diego de San Román y Codina de la segunda mitad del siglo XVIII. En la plancha, que se conserva en el Convento de la Asunción, se representa a 'la Fernandina' junto a San Fernando y a San Pedro Nolasco.


A su lado se muestra un escapulario de la imagen de Nuestra Madre y Señora de la Merced del Convento de San Gregorio. El escapulario está bordado en hilos metálicos dorados y plateados, y sedas de colores, realizado por un autor desconocido entre 1950 y 1959.


Leemos a continuación un texto sobre "La Reconquista de la ciudad de Sevilla y la restitución del culto cristiano", que comienza reproduciendo el epitafio de San Fernando en su túmulo de la Capilla Real:

"Aquí yace el muy onrado Hernando Señor de Castiella, e de Toledo, e de León, e de Galicia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia, de Jahén, el que conquisso toda España, el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sofrido, el más homildoso, el que más temíe a Dios, el que más le fazie servicio, el que quebrantó y destruyó a todos sus enemigos, que alzó e onró todos sus amigos, e conquisso la ciudad de Sevilla, que es cabeza de toda España, e passó en el postrimero día de mayo, en la era de mil e cc e y noventa".

Y seguidamente, se explica lo siguiente:

"El 30 de mayo de 1252 moría el rey Fernando III en Sevilla, ciudad que había conquistado el 23 de noviembre de 1248. Con la integración de la capital hispalense al reino de Castilla, se restituían el culto cristiano y la sede de San Isidoro; se fundaban las parroquias históricas y se consagraba como catedral la antigua mezquita mayor. Y todo ello, bajo la dulce mirada de Santa María de los Reyes, la devoción del Rey Santo.
A San Fernando debemos los sevillanos gran parte de nuestra idiosincrasia festiva, pues la vuelta al cristianismo supuso también la revitalización del culto a los santos sevillanos Isidoro, Leandro, Laureano, Justa y Rufina, Hermenegildo...; el establecimiento de conventos y la instalación de órdenes religiosas (cistercienses, franciscanos, dominicos, mercedarios), la creación de santuarios y devociones marianas y hasta la fundación legendaria de hermandades y cofradías".

Continuamos con varias obras pictóricas; la primera es el óleo sobre lienzo "Aparición de San Isidoro a San Fernando", obra anónima de 1670 que se conserva en el Palacio Arzobispal de Sevilla.


A su lado, una pintura de San Fernando de inicios del siglo XVIII también de autor desconocido. Es igualmente un óleo sobre lienzo y se encuentra en el Ayuntamiento de Sevilla.


A Ignacio de Ries se atribuye el óleo sobre lienzo de Fernando III El Santo de 1650 que también forma parte del patrimonio del Ayuntamiento de Sevilla.


Y muy conocido es el óleo sobre lienzo de San Fernando de la Escuela de Murillo (1671), que se encuentra en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.


En una vitrina vemos ahora un grabado calcográfico de San Laureano realizado en 1758 por Diego de San Román y Codina para un libro sobre dicho santo escrito entre 1758 y 1760 por el mercedario Diego Tello Lasso de la Vega.


Al lado hay unas vistas de Sevilla de George Braun (1612) incluidas en la obra "Civitates orbis terrarum", conservada en la Biblioteca Capitular y Colombina. En estas vistas se identifica el Colegio de San Laureano (1600-1601), donde la Hermandad del Santo Entierro tuvo su sede.


En la misma biblioteca se conserva la obra de 1671 "Fiestas de la S. Iglesia metropolitana, y patriarcal de Sevilla, al nuevo culto del Señor Rey San Fernando, el tercero de Castilla y de León... y escriviolo... Don Fernando de la Torre Farfán, Presbytero... En Sevilla: en casa de la Viuda de Nicolás Rodríguez". Está abierto por el retrato de San Fernando pintado por Murillo para la ocasión, grabado por Matías de Arteaga.


Volvemos a la pintura con el óleo sobre cobre "Entrega de las llaves de la ciudad al Rey Fernando III", de Francisco Pacheco (1634). Se encuentra en el trascoro de la Catedral de Sevilla.


Se expone a su lado una copia de 1929 del Pendón de la ciudad de Sevilla del siglo XV, realizado en tafetán bordado en sedas de colores. Alfonso X el Sabio, hijo de San Fernando, concedió al Concejo de Sevilla el uso del pendón carmesí, al que se añadió la imagen del propio Rey Santo. En 1948 participó por primera vez en el cortejo del Santo Entierro Grande.



Continuamos con un relicario de San Fernando de plata sobredorada propiedad de la Hermandad del Beso de Judas y que figura en la delantera de su paso de misterio desde 2008. Fue diseñado por Antonio Joaquín Dubé de Luque y labrado por Manuel de los Ríos, de Orfebrería Andaluza.


Nos encontramos ahora con una talla de San Fernando de autor anónimo (1745) realizada en madera de cedro policromada y estofada. Pertenece a la Hermandad de Nuestra Señora de los Reyes de los Sastres, que le da culto en su retablo junto a una talla de San Hermenegildo.



Junto a esta imagen vemos una reproducción de las llaves de la ciudad de Sevilla, realizadas en plata sobredorada y hierro por Fernando Marmolejo Camargo hacia 1960. Las llaves originales, que se conservan en la Catedral, serían las que el rey moro Axafat le entregó a San Fernando. Representan a la comunidad judía y a la musulmana; en la primera, de plata, se puede leer en castellano "Dios abrirá, Rey entrará", la misma leyenda que se lee en árabe en la llave de hierro.


Y volvemos a la Hermandad de los Sastres, con la que es la insignia más antigua de las hermandades sevillanas. En concreto, se trata de la bandera conmemorativa de la boda de Carlos I de España y V de Alemania con Isabel de Portugal, celebrada en el Alcázar de Sevilla. En un lado está el emperador, y en el otro San Fernando. Es de damasco rojo bordado en sedas y recortes (1526).


Y llegamos a la última estancia de la exposición, que recibe al visitante con un texto titulado "La fundación legendaria de la Hermandad del Santo Entierro en el ámbito de San Laureano":

"Semejantes a otras leyendas ambientadas en la Edad Media y que tienen como protagonista la figura del conquistador de Sevilla, en 1729 un impreso publicado por la Hermandad del Santo Entierro con ocasión de encontrarse en la ciudad Felipe V ponía por escrito una piadosa tradición en la que se recogía la leyenda fundacional de la corporación.
Según se dice, una vez tomada Sevilla por las tropas de Fernando III a los musulmanes, ocurrió un portentoso suceso a las afueras de la Puerta de Goles que habría llamado la atención del Rey Santo. Allí, postrada en una cama, aquejada de invalidez, se hallaba una mujer cuando, de repente, la caída de unos ladrillos dejó al descubierto la figura yacente de Jesucristo. La mujer, asustada, saltó de la cama, desapareciéndole milagrosamente la dolencia que sufría. Fernando III acudió al lugar y, al ver la efigie del Señor, mandó erigir una hermandad para que le diese culto, quedando él mismo como su fundador, principal patrono y hermano mayor.
Documentalmente no puede constatarse la presencia de la Hermandad del Santo Entierro en su Capilla del Monte Calvario del arrabal de los Humeros hasta 1580, fundándose en 1600 en ella el Colegio Mercedario de San Laureano, en el que residieron la hermandad y los frailes mercedarios calzados hasta su expulsión por los franceses en 1810".

Vemos aquí el libro de actas de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo del siglo XVII, dado que en 1635 el hermano mayor del Santo Entierro, Juan de Tapia y Vargas, ante la falta de hermanos y dinero, escribió un ofició a la Soledad solicitando la agregación de su hermandad a la que hoy reside en San Lorenzo. Nunca se hizo realidad y siguieron, como hoy, siendo dos hermandades independientes.


También se muestra en esta parte de la exposición la cruz procesional de la Hermandad del Rosario de los Humeros, realizada en el siglo XVIII en madera dorada y policromada, y marfil policromado. Lo más llamativo de esta obra es la pequeña urna de cristal que se encuentra bajo la cruz y en la que hay un pequeño Cristo Yacente que pudo ser de la Hermandad del Santo Entierro. Ambas corporaciones tuvieron por vecindad una relación muy estrecha siglos atrás.



Y finalmente, tras una fina tela negra que dificulta su contemplación, hay una talla de Cristo Yacente atribuida a Pedro Millán (1504). En 1953 fue cedida a la Hermandad del Santo Entierro por el párroco de la Magdalena, Antonio Jurado Armario, a petición del director espiritual de la cofradía, José Sebastián y Bandarán, dado que se consideraba que ésta era la antigua imagen titular; algo imposible, dado que la anterior imagen era un crucificado con los brazos articulados. Aún hoy el Santo Entierro conserva esta imagen en depósito y la mantiene en una urna cerrada que se encuentra en la parte inferior del retablo de la Virgen de Villaviciosa.




La exposición "Sanctus. Santo Rey-Santo Entierro" permanecerá abierta hasta el próximo miércoles 22, por lo que aún quedan días para disfrutar de una muestra que emparenta la reconquista de Sevilla por parte de San Fernando con la leyenda relativa a la fundación de la Hermandad del Santo Entierro.

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