Nuestra Señora de los Dolores, de la Hermandad de San José Obrero, presidió este domingo el rezo del Santo Rosario que cada año celebra la corporación por las calles de la feligresía como cierre de los cultos anuales en su honor.
Como es habitual, la Virgen fue llevada hasta la residencia de ancianos de la Fundación Gerón, en la Carretera de Carmona, donde se celebró una eucaristía durante la cual los residentes pudieron estar cerca de la dolorosa.
Para este rosario, que comenzó a las nueve menos cuarto de la mañana, la Virgen de los Dolores fue vestida con un manto de camarín de terciopelo azul bordado en oro, con la saya blanca de tisú estrenada este año y con un tocado de tul de hojilla. Además, llevaba un fajín morado, su corona de salida, un puñal, varios broches, entre ellos uno nuevo con el escudo de la hermandad realizado en oro, un rosario en cada mano, y en la derecha también un pañuelo.
El coro de campanilleros de la hermandad acompañó a Nuestra Señora de los Dolores en su camino de ida y vuelta tras las andas, que contaban con dos faroles de plata y estaban adornadas con claveles blancos y un centro de rosas.
En el recorrido de regreso, la imagen que tallara un jovencísimo Luis Álvarez Duarte pasó por calles del barrio como San Juan Bosco, Jabugo o Pinta, donde recibió una petalada.
Desde Pinta, la Virgen de los Dolores salió a la calle Arroyo llevada por hermanas de la corporación, que fueron las que se encargaron de devolverla al interior de la Parroquia de San José Obrero y San Francisco de Paula.
Antes de las doce del mediodía estaba dentro de su templo Nuestra Señora de los Dolores, que fue conducida hasta el lado derecho del presbiterio con los últimos cánticos del coro de la hermandad. Se cerró así este culto externo con el que la dolorosa se reencontró con las calles de su barrio a la espera de un nuevo Sábado de Pasión.
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